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LA CARA B DEL MUNDO

Si Honecker levantara la cabeza

El espectacular edificio que albergó el Consejo de Estado de la RDA es hoy una escuela de negocios que instruye a pupilos del capitalismo global

Ana Carbajosa
Vidrieras del edificio de la escuela de negocios ESMT, en Berlín.
Vidrieras del edificio de la escuela de negocios ESMT, en Berlín.OMER MESSINGER

Fue cuartel general del régimen que gobernó con puño de hierro la República Democrática Alemana. El lugar con el que Erich Honecker buscó el reconocimiento como Estado del mundo, desde el que Partido Socialista Unificado quiso demostrar que la República Democrática Alemana (RDA) era un país serio. En estos interminables salones se tomaban grandes decisiones, se condecoraba a los héroes del comunismo alemán y se agasajaba a líderes de la órbita comunista como Leonid Brézhnev o Fidel Castro de visita en el Berlín oriental. Es un edificio espectacular, y a la vez, el escenario de una cruel ironía de la historia. El antiguo Consejo de Estado de la RDA es hoy una flamante escuela de negocios fundada y financiada por las grandes empresas alemanas, donde se educa a los delfines del capitalismo global.

Los pasillos del edificio los recorren hoy un tropel de jóvenes asiáticos. Una entidad de crédito china celebra un seminario aquí en la ESMT, la international business school berlinesa. “Gobernanza corporativa, crisis económica y financiera, consejo de administración bancarios: roles y características”, se lee en inglés y en mandarín en la pantalla de una de las aulas. La oficina de Honecker es ahora el coffee lounge, donde los estudiantes se despejan entre sesión y sesión con el café destilado de las sofisticadas capsulitas de usar y tirar.

En un hall, otro grupo de futuros empresarios da cuenta de un ágape en un receso de un encuentro que organiza Siemens. Charlotean sin reparar en la magnífica vidriera obra del gran artista del realismo socialista Walter Womacka, que preside los tres pisos del edificio. Sobre las fábricas, las azadas y las marchas de protesta, corona el conjunto la familia feliz obrera. Entre los personajes se reconoce a Karl Liebknecht y a Rosa Luxemburgo. En las mesitas yace el Financial Times, la publicación color salmón de referencia de las élites financieras del planeta. En la primera planta, una jovencísima mexicana cuenta que ha venido para participar en un acelerador de start-ups. Le acompaña un chico francés que se muestra hiper entusiasta con la marcha de una incubadora empresarial.

Lo que fue y lo que es

¿Cuándo? Se inauguró en 1964 como edificio del Consejo de Estado de la RDA, hoy es la elitista escuela de negocios ESMT.

¿Quién? El edificio lo construyó en los años 60 Roland Korn, al que con apenas 30 años le encargaron levantar este templo comunista, sin escatimar en gastos ni detalles.

¿Qué? Un mosaico descomunal, con el emblema de la RDA dibujado preside una de las aulas principales. A ambos lados cuelgan unos cortinones que permiten sortear sensibilidades históricas.

El edificio lo construyó en los años 60 Roland Korn, un arquitecto de Alemania del Este que aún vive y al que con apenas 30 años le encargaron levantar este templo comunista, sin escatimar en gastos ni detalles. Las habitaciones están forradas de maderas nobles, las cristaleras son gigantescas y las lámparas, objeto fetiche de Honecker fueron traídas del palacio imperial, apeas a unos metros de distancia también en la antigua plaza Marx-Engels, que ahora se reconstruye piedra a piedra. De allí también se importó la fachada —portal cuatro, lo llaman— con barandas doradas, de las que se arrancaron los emblemas prusianos que no acababan de casar con el credo socialista. Los arquitectos encargados de la reconstrucción del palacio, el llamado Schloss, deberán ahora copiar el portal cuatro, porque no se trata de arrancarlo y enredar más todavía en esta suerte de Penélope arquitectónico en el que a veces parece inmerso Berlín.

Más ironías de la historia. El edificio del Consejo de Estado con el que el régimen se empeñó en marcar la identidad política del experimento comunista se inauguró un 3 de octubre de 1964. El paso del tiempo quiso que ese mismo día, de ese mismo mes, pero 26 años más tarde, Alemania se reunificara y se diluyera para siempre la idea de dos países separados por un muro.

Erich Honecker, en 1979.
Erich Honecker, en 1979.GETTY

De estos quiebros de la historia apenas se percatan los pupilos globales que desfilan por la sede de la escuela de negocios y de cuya vida anterior tal vez hayan oído hablar, pero que en general, cuentan los profesores les suena a cosas de mayores, de muy mayores.

La ESMT nació con la vocación de contrarrestar el peso de las escuelas de negocios anglosajonas y de propagar las virtudes del capitalismo renano. “Las grandes empresas alemanas querían tener su escuela de negocios y este edificio estaba vacío y necesitado de una gran reforma. Hablaron con el alcalde que se la cedió por cien años a cambio de una rehabilitación faraónica. Fue una bella coincidencia histórica”, explica Georg Garlichs, director financiero de la ESMT. Ahora pasan por estas aulas unos 300 estudiantes de Master en gestión de negocios y MBA cada año, además de cerca de 3.000 que asisten a seminarios y encuentros corporativos.

Un mosaico descomunal, con el emblema de la RDA dibujado preside una de las aulas principales. A ambos lados cuelgan unos cortinones que permiten sortear sensibilidades históricas. “Las cortinas se corren cuando hay alumnos que se sienten incómodos porque han tenido relación en el pasado con el comunismo”, cuenta Garlichs.

La sala de baile es magnífica, con azulejos pintados con escenas típicas de la vida cotidiana de la Alemania del Este: deporte, trabajo, industria y también ocio. No es difícil imaginar al señor y la señora Honecker bailando, mientras la orquesta toca en el escenario. Ahora aquí se celebran las fiestas de graduación de los alumnos y se subalquila para eventos.

Poco más allá, impresiona el tramo de pasillo forrado de azulejos de piel de cabra blanca, cortesía del Gobierno de Mongolia. El piso tercero está completamente reconstruido. En época de la RDA era una estancia corrida y desnuda donde permanecían estacionados en la retaguardia 150 soldados.

Y por fin, el jardín, también imponente. En un lateral, erguidos, cinco macizos de rosas. Cuentan que las plantó en su día Margot Honecker, también célebre jerarca de la RDA y que hoy sus herederas aún florecen. En la gigantesca pradera los alumnos dan palizas memorables a los profesores que se atreven al fútbol. Hay también una red de vóleibol y hamacas azul celeste para que los chicos se aireen entre una clase de business management y la siguiente. Su mundo gira, aparentemente ajeno a un legado arquitectónico, levantado hace relativamente poco tiempo, pero que se percibe ahora a distancia sideral. Si Honecker levantara la cabeza.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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