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Feria de San Ignacio de Azpeitia

Salió el toro exigente, encastado (y complicado) de Ana Romero

Curro Díaz, David Mora y Borja Jiménez pasearon una oreja cada uno

Antonio Lorca
El toro que abrió plaza empujó y derribó al caballo de picar.
El toro que abrió plaza empujó y derribó al caballo de picar. Javier Hernández

Sea brava o mansa, encastada o no, la ganadería de Ana Romero es diferente; quizá, por eso, no figura en la lista de los hierros preferidos por los que mandan. No les hace falta a estos toros grandes perchas para ganarse el respeto, porque les sobra poderío, fiereza y casta de la buena y de la otra para captar la atención de la plaza. Son toros no aptos para el aburrimiento; toros para tener los sentidos alertas y no perder detalle de sus movimientos. Toros dificultosos listos, ásperos, complicados y muy exigentes. Toros, en definitiva, para la emoción.

Claro que todo tiene sus ventajas e inconvenientes. Los toros de Ana Romero ponen en aprietos a los toreros, los obligan a un esfuerzo extraordinario, tienen un plus de peligrosidad, y no son fáciles para el toreo moderno.

Los que salieron en Azpeitia hicieron honor a la feria del toro de esta localidad guipuzcoana de 15.000 habitantes (ya es un milagro que en una ciudad tan pequeña se celebren tres corridas de postín). Serios todos ellos, con las dificultades propias de la casta y con diferentes comportamientos en la lidia.

El primero, por ejemplo, apretó y derribó al caballo en la primera vara y empujó con fijeza en el segundo encuentro. Persiguió en banderillas al buen rehiletero Juan Carlos García, y llegó a la muleta con un recorrido muy corto, reservón, remiso a embestir y con un deslucido cabeceo.

Romero/Díaz, Mora, Jiménez

Toros de Ana Romero, bien presentados, encastados y ásperos; bravos en el caballo primero, segundo y sexto.

Curro Díaz: tres pinchazos y estocada (silencio); estocada tendida y un descabello (oreja).

David Mora: estocada trasera (oreja); bajonazo (ovación).

Borja Jiménez: media baja (oreja), pinchazo y media (ovación).

Plaza de Azpeitia. Segunda corrida de feria. 30 de julio. Tres cuartos de entrada.

El segundo, un señor de bigotes de cinco años de edad, pasó con buena nota el examen del piquero, permitió que se luciera Ángel Otero con las banderillas, y fue una máquina de embestir por el pitón derecho, desbordante de casta y movilidad.

El tercero manseó en el caballo, y permitió el toreo por el lado izquierdo.

El cuarto se arrancó de lejos en la primera vara y cumplió sobradamente en el picotazo posterior. Al igual que el primero, ofreció complicaciones en el tercio de muleta.

El quinto manseó en el tercio de varas, y aunque se derrumbó en la arena al inicio de faena, no se cansó de embestir con dificultades.

Y el sexto, otro caballero con cinco años cumplidos, aguantó con fortaleza la puya del piquero en dos varas, y acudió con la cara alta y haciendo hilo a la muleta de su matador.

En suma, una señora corrida de toros; complicada pero muy interesante.

¿Y los toreros? Salieron airosos del trance, que no es poco, pero los tres dieron la impresión de no estar a la altura de la exigencia de sus oponentes, que era mucha.

Curro Díaz se mostró muy voluntarioso, y dibujó algunos destellos de su buena clase en un esbozo del toreo a la verónica -una a su primero y tres al cuarto-, y en una tanda de naturales a este último. No fue el suyo un lote de triunfo para un torero de su elegancia; dificultoso fue el que abrió plaza y no se ‘dejó’ en la muleta. Tampoco Curro Díaz, y con razón, ha recuperado aún -o eso parece- la confianza tras la última cogida.

A David Mora le tocó el toro verdaderamente encastado de la tarde, el segundo, que se las hizo pasar canutas. Un toro muy exigente, que embestía con el alma y le hubiera ganado la pelea a cualquiera del escalafón. Bien, sin más, ante el quinto, en una faena larga, tratando de investigar cómo le podía robar muletazos.

Y Borja Jiménez, que hacía su primer paseíllo del año, se mostró más confiado y valiente; se nota que está muy entrenado, en la misma proporción que acusa la falta de cercanía de toro. Recibió al tercero con una larga cambiada de rodillas en el tercio, se dejó enganchar la muleta por el lado izquierdo y no pudo aprovechar las posibilidades que le ofreció ese buen pitón del toro.

Más complicado fue el sexto, muy reservón, al que robó tres naturales de categoría en una actuación alegre y bullanguera que no remató con el acero.

Sea como fuere, honor y gloria para los tres toreros, que, aunque perdieron la pelea, no volvieron la cara a una corrida para hombres heroicos.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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