“Probar algo nuevo te abre a la locura”
Juliette Binoche presenta en Peralada el recital ‘Vaille que vivre’, homenaje a Barbara, dama de la ‘chanson’
Ha hecho cine, teatro, ha bailado, ha recitado… ahora (“poco”, matiza, con humildad) canta. Juliette Binoche (París, 1964) recupera la voz de la cantautora francesa Barbara (1930-1997) en Vaille que vivre, un homenaje ideado por el pianista Alexandre Tharaud, un enamorado de la artista, que encontró enseguida la complicidad de Binoche. “Él buscaba a una intérprete que construyera al personaje”, explica la protagonista de Azul, “y enseguida empezamos a leer canciones, entrevistas, textos de Barbara para reconstruir, con todo el respeto y con cierto pudor, a esa artista que convirtió el deseo en un arte”.
El personaje, a quien Binoche había oído ya en su adolescencia en cintas de casete, la conquistó desde el primer momento. “Barbara es para los franceses una artista inevitable”, cuenta. “Su manera de cantar, tan rápida, con esos tonos ahora tan altos y ahora tan bajos, y tan ligera, a la vez, nos da una sucesión de imágenes dura, por lo que cuenta, y suave, por como lo canta”. Y comparte lo que dijo en su día el actor Gerard Depardieu (con quien Binoche salvó hace años ciertas y notables diferencias): “Barbara nos consuela porque sabe explicar tanto a través de la melodía como a través de las palabras”.
Los difíciles inicios de la cantautora francesa son los que cautivaron a Binoche, que sabía de la existencia de la artista por razones familiares. “Barbara estuvo años cantando a George Brassens, a Jacques Brel y a tantos otros en un café casi desconocido de París. Allí mi padre la fue a ver al menos más de 20 veces… Pero esos años de penurias, en los que ella escribe que estuvo a punto de caer en la prostitución, son los que la hicieron más humana y la llevaron a cantar temas que otros, directamente, esquivaban”. Fue Jacques Brel el que la animó a componer sus propias canciones.
A pesar de haber caído un poco en el olvido desde su muerte, en 1997, es importante que a Barbara la sigan escuchando los jóvenes: “No creo que ella cante ideas n i que lance mensajes, ella cantaba lo que vivía en bruto, sin miedo a las emociones, siempre pensando en los demás, hablando de drogas, de prisiones, de lo que hiciese falta. Todo eso le da una preciosa imperfección femenina”.
En el recital, que ha estrenado en Avignon el pasado días 23, Binoche recita textos, a la melodía del piano de Tharaud, y también canta, sin osar imitar a la artista, huyendo siempre del egocentrismo: “He necesitado a un profesor de canto”, admite. “Hasta ahora, cuando cantaba en el coche, por ejemplo, mis hijos me suplicaban que callase”. Las clases fueron bien: “El profesor dice que me ve haciendo teatro musical en Broadway…”.
Coixet, Pattinson y Delon
Lo cierto es que esta artista todoterreno siempre se declara tentada de cometer locuras para tirar adelante. “Probar algo nuevo siempre te abre a la locura”, dice. “Hay que tener ese punto de locura que te saca de la rutina y te pone al frente del precipicio, donde ya dejas de tener miedo y salir de tu rutina”. Como Barbara, claro.
Este punto de excitación, sin embargo, no la aleja del cine. También allí, de hecho, experimenta esa pasión: “Mi trabajo me encanta, es una manera de vivir, de ser y de servir”. Es algo que ha visto en la directora catalana Isabel Coixet, a cuyas órdenes protagonizó, en 2015, Nadie quiere la noche: “Isabel busca entender quién es, cosa que yo admiro, porque no es fácil no esconder nada bajo la alfombra o tras una máscara en este mundo”. Así que de musicales (al menos de momento) nada de nada. La gran pantalla copa prácticamente todos los próximos proyectos de Juliette Binoche. Así, entre otros compromisos cinematográficos, experimentará con el cine de ciencia-ficción junto con Robert Pattinson, irá a Japón e incluso rodará con Alain Delon (“¡No es mi amante!”, procalma, en tono de broma) en la que, dice, será la última película del inmortal actor francés.
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