La resurrección de Herbie Hancock
¿Por qué su concierto en el festival de San Sebastián generaba más expectación de lo habitual?
Qué ganas había de ver a Herbie Hancock ayer en el Heineken Jazzaldia. ¿Por qué en esta ocasión en concreto? El pianista y compositor, auténtica leyenda viva del jazz, no es precisamente un visitante poco habitual en nuestro país, por no hablar de que hace años que no está en su momento más inspirado ni en su mejor forma.
Entonces, ¿por qué su concierto de ayer generaba más expectación de lo habitual? Dos palabras: Terrace Martin, un saxofonista y productor extraordinario que ha sido elegido por Hancock para capitanear lo que promete ser un regreso discográfico por todo lo alto. El pianista parece haberse dado cuenta de que, a su edad, el movimiento lógico es ponerse en manos de los portentos de la música negra actual, y hay pocos tan completos como Martin.
Cuando escuchen la muy recurrente confusión que señala a Kamasi Washington como saxofonista principal del referencial To Pimp A Butterfly de Kendrick Lamar, no se lo crean: Washington solo toca en un tema del disco. El saxo más destacado que se escucha a lo largo de ese álbum —como en su continuación Untitled Unmastered— es el de Martin, que también ha ejercido como productor e ideólogo para el genial rapero; algo en lo que se fijó Hancock antes de llamarlo a filas, tal y como explicó ayer mismo al presentarlo en el Kursaal.
Martin se crió al abrigo del hip-hop en Los Ángeles, impresionado por las rimas de Eazy-E y las producciones del Dr. Dre, y poco a poco se empapó de jazz gracias Charlie Parker, Jackie McLean o Sonny Stitt, que hoy siguen estando entre sus principales referentes como saxofonista. Pero antes que instrumentista es productor: ahora mismo está dando forma al nuevo disco de Hancock, sobre el que ya sabemos que incluirá a Robert Glasper, Derrick Hodge y Kamasi Washington, y que en una reciente entrevista a la revista Rolling Stone Martin describió como “la onda de NWA, pero con positivismo; nada que ver con jazz de traje y corbata”.
Dicho y hecho: en San Sebastián se notó la mano maestra de Martin, y el pianista se mostró resucitado, impulsado por una amistoso choque que parecía decir “eh, tú serás una luminaria de la música negra del nuevo siglo pero, cuidado, yo soy el puñetero Herbie Hancock”. A pesar del poco espacio solista reservado para el saxofonista —que estuvo principalmente concentrado en los teclados y vocoder—, se percibió una excelente sintonía entre ambos. Incluso con músicos tan poco estimulantes como Lionel Loueke y Vinnie Colaiuta, el grupo tocó con nervio, haciendo música que fue desde sus Mwandishi hasta el mejor Hancock que hemos podido escuchar en años: el de hoy.
Volver a verlo tocar solos tan apabullantes como el que descerrajó sobre su Actual Proof, en trío con Colaiuta y el bajista James Genus, fue un auténtico placer, y en general los momentos flojos del concierto, que aparecieron aquí y allá como restos del pasado reciente de Hancock, no trascendieron. Al final, el grupo acabó siendo irrelevante: el pianista lo fue todo ayer, en un concierto que sonó a resurrección en toda regla.
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