La poscultura
Los antiguos conceptos culturales ya no sirven
Un aire de engreídos cultos nos aboca cada vez más a la agnosia. Decimos por ejemplo: ahora ya no se hace buen cine en Hollywood, todo son persecuciones de coches y sacudidas acústicas que impiden reflexionar.
O bien sentenciamos, ante el éxito de ventas, de un libro que ese libro es de baja calidad literaria o no. Pero resulta que el libro ya no es literatura y carece de pertinencia la observación. Declaramos que esta película premiada es buena y la otra miserable sin caer en la cuenta, como demuestra Netflix, y las producciones espectáculo que nuestro punto de vista se fija en el "bien" y el "mal" del viejo oficio cinematográfico sin aceptar que la tradicional cinematografía ha muerto ya.
Calificamos, con frecuencia el arte actual de bueno o de falso, de verdad o de camelo, de serio o falaz pero precisamente lo que hace Jeff Koons (o Damien Hirst, etc.), el más cotizado de los artistas vivos, no es arte sino otra manifestación para la que aún no hemos encontrado la nominación.
Seguimos reverencialmente los paradigmas heredados pero la cultura va emancipándose para crear otro cosmos de lo bueno lo malo y lo regular. Ni el diseño del coche autónomo, el tiburón de Damien Hirst o la música de los abarrotados conciertos se prestan a ser ponderados con los modelos del diseño, escultura y música tradicionales. Ni el auto/autónomo es un coche/coche, ni la muñeca de los corazones de Koons es una escultura/escultura ni la demanda principal del gran concierto es la música. En todos los casos la norma conocida no vale. Otros factores afectan la naturaleza del producto cuya entidad no sabemos todavía designar.
¿Es Trump un buen o un mal presidente? La respuesta correcta es que Trump no es un presidente. Así abrimos una avenida al nuevo conocimiento y no caemos en la cuneta mortal.
Lo mismo podría decirse de las agrupaciones como "Podemos", las "mareas", los "comunes" o los "junts". ¿Son buenos o malos partidos? La cuestión es que ya no son partidos.
La privacidad parecía hasta hace poco un bien incuestionable pero ¿qué decir del valor de la transparencia? En suma, su oposición carece de futuro y en el futuro ¿qué sentido tendrá?
La cultura, su totalidad, ha chocado con una fuerte barrera tras la cual se abre un espacio desconocido y un ancho paradigma por transitar. Vamos a tanta velocidad que traspasamos el Mach 1 sin apreciar que ya hemos dejado atrás la barrera del sonido (conceptual).
Todo lo dicho puede parecer sólo una hipótesis, ¿pero quién no prefiere aceptar una hipotenusa que caer de bruces entre los catetos? Es decir engreídos cultos de una cultura que va dejando gradualmente de imperar.
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