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Tachenko: “Empezamos más Góngora, pero ahora estamos tirando a Quevedo”

La banda zaragozana se deshace de ropajes superfluos para encontrar los misterios de la canción ligera en su último disco

Sergio Vinadé (i) y Sebas Puente (d), miembros de la banda zaragozana Tachenko.
Sergio Vinadé (i) y Sebas Puente (d), miembros de la banda zaragozana Tachenko.Jaime Villanueva

Tachenko se ha lanzado, como hizo Pedro Salinas en su célebre poema, a vivir en los pronombres. Es decir, en busca de la sencillez. Fuera bajo. Fuera batería. Solo guitarra, voz y teclado para lanzarse desnudos a resolver los Misterios de la canción ligera (Limbo Starr, 2017), el último disco de la banda zaragozana. “Ahora queríamos ir al meollo del asunto, a la esencia de las canciones”, explica Sebas Puente sobre un álbum que supone un “ejercicio de estilo” que reduce a la mínima expresión algunas de las siempre cuidadas composiciones del grupo —El rey del balón, El tiempo en los Urales, Vámonos…— y presenta dos temas inéditos: Armagedón y Nuestra especialidad. “Las canciones se pueden hacer de diversas maneras, la cuestión es demostrar que así funcionan. Siempre hemos dicho que si un tema no funciona de primeras, luego no vas a arreglarlo metiendo capas de cualquier cosa”, añade el músico en una cafetería del centro de Madrid.

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La canción ligera de los años 70 y 80 y grupos como The Magnetic Fields son parte de las influencias de una banda que reivindica el pop como una música “popular, basada en la melodía y cantable de cualquier manera”, pese a la etiqueta a veces despectiva que ha adquirido este género. “Creo que debería haberse hecho hace años una diferenciación entre música mainstream, absolutamente respetable y hecha como un producto comercial, y música pop”, opina Sergio Vinadé —la otra mitad del dúo, que para este disco ha prescindido de Alfonso Luna (batería) y Eduardo Baos (bajo) —, quien se atreve en uno de los temas con un párrafo en italiano. “Es un homenaje a los cantantes italianos de los 70, a esa canción ligera que tanto nos gustaba. En este caso a Sandro Giacobbe y su Jardín Prohibido, pero era un guiño que igual podríamos haber hecho a la canción francesa o a los cantautores españoles”.

Echando mano de una comparación literaria, la evolución de Tachenko a lo largo de sus siete discos —desde el fundacional Nieves y rescates en 2004— ha sido un viaje del culteranismo al conceptismo: “Creo que empezamos más Góngora, pero ahora estamos tirando más a Quevedo”, bromea Puente, que lo aclara para los poco versados en el Siglo de Oro español: “Al principio pensábamos que todo tenía que ser más enrevesado, pero nos hemos dado cuenta de que la clave está en la sencillez”. También se fueron diluyendo con el tiempo los guiños al “romanticismo soviético”, una herencia de la formación de la que procedía Vinadé, El Niño Gusano, que acabó llevando a la banda zaragozana a llamarse como aquel mítico jugador soviético de baloncesto que medía 2,21. “La primera canción que canté en mi vida fue una del último disco del Niño Gusano que se llamaba Soy ruso, señor”, cuenta Vinadé, quien asegura que esa querencia por el universo de la URSS es también culpa de su afición a las películas de Nikita Mijalkov y “otras cosas un poco arty”.

El tándem lleva años en busca de la composición perfecta: una alquimia justa entre las letras —obra de Puente— y las melodías — cometido de Vinadé— para dar vida a “canciones que te sugieran cosas no solo por las palabras que escuchas sino por cómo están entonadas, por que sean más rápidas o más lentas, de notas más o menos melancólicas…”. Rechazan la etiqueta de estetas, pues eso significaría que “no hay contenido detrás de la torre de marfil”, defiende Puente. Y sí lo hay. A veces procede de bromas privadas que acaban convirtiéndose en canciones de amor, como Armagedón, que surgió del hastío compartido cada 1 de enero ante la reposición de la película de Bruce Willis. “En realidad habla de con quién querrías estar o qué canción querrías escuchar si viniese el fin del mundo”, aclara el músico, quien no por no hacer música para radiofórmulas renuncia a su vocación de masas. "Cuando haces lo que quieres, a la fuerza te da igual que sea ante 300 personas o ante 10.000". Y es que Tachenko, que lleva años transitando “las carreteras secundarias” de la escena musical española, todavía tiene un sueño: tocar en La Romareda.

Los inescrutables caminos de la modernidad

G.R.P.

Tachenko celebra que festivales como Sonorama o Primavera Sound estén confiando en cantantes clásicos como Raphael, Los Chichos o Julio Iglesias, quien recientemente anunció en este diario que está dispuesto a actuar en el certamen de Aranda del Duero. "Me parece algo divertido, chulo, rompedor", dice Vinadé, que pone el límite en llevar como cabeza de cartel a Los del Río, como hizo el pasado abril el SanSan Festival. "Eso ya me parece una tomadura de pelo". "Yo a José Luis Perales iba a verlo ahora mismo. Otras cosa ya es llegar a la frikada", añade Puente. Los inescrutables caminos de la modernidad lo mismo enaltecen a Raphael que desdeñan a The Beatles, ese icono de la música pop que una minoría de críticos y músicos ha rechazado en los últimos años. "Si te gusta la música es imposible que no te gusten los Beatles", sentencia el músico. Vinadé prefiere a The Kinks, pero concuerda: "Es como si dices: 'A mi lo que más me gusta del mundo es la música clásica, pero Mozart y Bach…los veo que flojean un poco".

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