África merece un cine más potente
Amma Asante es sumamente correcta narrando este problemático amor pero no existe nada en su película que te sorprenda o alborote tus fibras sensibles
UN REINO UNIDO
Dirección: Amma Asante.
Intérpretes: David Oyelowo, Rosemund Pike, Jack Davenport, terry Pheto, Tom Felton.
Género: biopic. Reino Unido, 2016.
Duración: 105 minutos.
Últimamente tengo la sensación de que veo demasiadas películas que te informan en los títulos de crédito de que están basadas en hechos y personajes reales. Es encomiable tanta vocación realista pero casi preferiría que todo perteneciera a la imaginación de los autores. Aunque solo sirviera para no establecer comparaciones entre lo que nos cuentan y lo que verdaderamente ocurrió. Mi concepto del cine está más asociado a la ensoñación inteligente que a la reproducción de la siempre confusa realidad. Tengo prevenciones hacia el exultante género del biopic y la premisa que se resume en “les vamos a contar exactamente lo que ocurrió”.
Un reino unido habla del África negra y está basada en una historia con protagonistas reales. El país es el actual Botsuana y retrata algo insólito que ocurrió hace 60 años. Fue el enamoramiento entre el futuro rey y una ciudadana inglesa y blanca, la determinación de ambos para casarse sabiendo que esa boda será rechazada por la familia de ambos, por el indignado pueblo del monarca y por el sibilino Gobierno de su graciosa majestad, que intentará con sus poderosos medios condenarles al permanente exilio. No solo por razones raciales sino también geopolíticas (el apartheid está apunto de instalarse en la vecina Sudáfrica) y también económicas, como siempre, ya que en ese Botsuana ancestralmente pobre han descubierto que se pueden extraer golosos diamantes. La directora Amma Asante es sumamente correcta narrando este problemático amor y sus derivaciones pero no existe nada en su película que te sorprenda o alborote tus fibras sensibles. El tono es moderadamente convencional y una música melosa y abusivamente utilizada pretende en vano que sueltes lagrimitas ante la dura supervivencia de este matrimonio ejemplar. No es una película molesta ni irritante pero tampoco conmovedora. En mi caso, aclaro. Hago memoria sobre el cine rodado en el África negra, retratando las innumerables barbaries que sus moradores han padecido y siguen sufriendo, y descubro apesadumbrado que el arte cinematográfico no ha estado a la altura de esas tragedias históricas. Bueno, en algunos casos tragedias con final feliz, en el escenario de Sudáfrica. No me gusta la facilona y almibarada Invictus, adaptación indigna del excelente libro de John Carlin, perpetrada por un Clint Eastwood que comenzaba su imparable decadencia. Ni tampoco la muy celebrada Grita libertad que plasmaba la matanza de Soweto. Si me inspiraba terror, repulsión y piedad Hotel Rwanda, dirigida por el actor Don Cheadle, en la que los hutus degollaron en macabro tiempo récord al 75% de la población tutsi de Ruanda. También la notable y muy dura El jardinero fiel, sobre los experimentos de las farmacéuticas utilizando como cobayas a los más indefensos en el África negra.
Las películas rodadas en esos escenarios que recuerdo con más gozo no hablan de los problemas de su gente. Las dirigieron cuatro directores grandiosos del cine norteamericano (o del cine a secas) y describen las aventuras de occidentales en el continente negro. Se llamaban Howard Hawks, John Ford, John Huston y Sidney Pollack. Hatari es una explosión de vitalidad, riesgo, alegría. Nunca entenderé como el macho alfa Clark Gable podía dudar en Mogambo entre quedarse con la sosa Grace Kelly o con esa hembra impresionante llamada Ava Gardner. Era muy gracioso el idilio entre el borracho y la puritana en La reina de África. Y es difícil que no se te humedezcan los ojos recordando la dolorida, elegiaca y melancólica voz de Meryl Streep susurrando monotemáticamente: “Yo tenía una granja en África...”. Ocurría en esa obra maestra titulada Memorias de África.
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