Los muebles que saltaron el telón de acero para llegar a las tiendas Ikea
Una exposición muestra en Madrid el moderno y exitoso diseño industrial soviético que siguió a la muerte de Stalin
Si alguien, atravesando el telón de acero, se hubiese asomado al salón de una casa cualquiera de Polonia o Checoslovaquia en la segunda mitad de los cincuenta, habría constatado dos cosas: que todos eran iguales, y que algo estaba cambiando. Tras la muerte de Stalin en 1953, los muebles de la URSS se convirtieron en un síntoma de lo que se respiraba en la calle: el deshielo, es decir, una tímida apertura política y cultural protagonizada por el nuevo líder Nikita Jruschov. Las esperanzas de libertad, que hallaron expresión en acontecimientos como el 5º Festival de la Juventud y los Estudiantes de Varsovia, en 1956, también tuvieron su reflejo en las sillas, los floreros o los platos decorativos, que llenaron las casas de formas coloristas, atrevidas, redondeadas y funcionales. El llamado estilo orgánico se impuso, al menos durante una década, al sobrio realismo socialista oficial, como dan muestra las docenas de piezas de diseño industrial de la época expuestas desde este jueves en el Istituto Europeo di Design (IED) de Madrid.
“Todo comenzó con una silla que encontré hace unos siete años en el sótano de la casa de mi abuela”, cuenta el coleccionista e historiador del arte polaco Filip Spek, comisario de la exposición Bruselas en Praga, Picasso en Varsovia. Diseño en Europa Central 1956-1968, que permanecerá hasta el 26 de mayo. El coleccionista descubrió así que “el diseño polaco de entonces era realmente bueno”, y se lanzó a comprar por Internet otros objetos que ahora constituyen la mitad de la muestra; la otra mitad, correspondiente a los diseños checoslovacos, corre a cargo del filólogo checo Jan Jeništa.
El llamado estilo orgánico quedó marcado en cada país por dos acontecimientos distintos. Durante la visita a Breslavia y Varsovia de Pablo Picasso en 1948, el artista dejó como regalo unos platos de cerámica pintados por él que a los pocos años ya estaban en todas las salas de estar. “A pesar de que él nunca hizo arte abstracto ni diseño industrial, ese estilo pasaría a llamarse picassiano en Polonia. Se hicieron tan populares que las fábricas no daban abasto”, cuenta Spek. En el país vecino el desarrollo del nuevo diseño no llegó hasta 1958, cuando su pabellón en la Exposición Universal de Bruselas, Un día en Checoslovaquia, salió como sorprendente ganador. “Se quiso mostrar un país moderno, pero todo lo que se exhibió allí en realidad no existía, se fabricó expresamente para la exposición”. El llamado estilo de Bruselas tuvo tanto éxito que las fábricas estatales comenzaron a imitar esos llamativos modelos de muebles, vidrios y cerámicas, llevando de verdad a las viviendas la imagen manipulada que el país había querido vender.
Los nuevos diseñadores, la mayoría jóvenes recién salidos de la universidad que miraban el futuro con optimismo, tuvieron que adaptarse a las limitaciones político-económicas del bloque soviético. Así, mientras en Checoslovaquia arrasaba una silla de laminado de poliéster y fibra de vidrio del checo Miroslav Navrátil –llegó a utilizarse en ambulatorios y tranvías públicos-, en Polonia recurrieron a un popular asiento de contrachapado de Maria Chomentowska ante la ausencia de materiales plásticos. “Esta industria en el bloque comunista fue controlada por la Unión Soviética, y Polonia no consiguió ninguna cuota importante de estos materiales”, explica Spek. Pese a ello, el éxito de los muebles polacos en los años sesenta atravesó el telón de acero para llegar a los mercados occidentales: desde 1961, las fábricas del país suministraron diseños a la red de tiendas suecas IKEA.
Los nuevos muebles dejaron de comprarse en conjunto para adquirirse por separado según las necesidades de los consumidores, que entonces comenzaban a tener los sábados libres -en 1958, la semana laboral se redujo de 48 a 41 horas en toda la URSS- y deseaban tener cosas porque les hacían la vida más fácil, les permitían practicar aficiones o simplemente porque estaban de moda.
“Me he sentido como en casa”, ha asegurado la embajadora de Polonia en España, Marzenna Adamczyk, que ha bromeado para explicarse: “Si uno llegaba entonces con unas copas de más y en vez de meterse en el 5º se metía en el 3º también se sentía como en casa, porque todas eran iguales”. “Estábamos todos tan hartos de esos muebles que no sabíamos apreciar que eran grandes diseños”, ha proseguido para defender que el aislamiento por lo menos les ahorró la importación de “cosas de dudoso gusto, como el ratón Mickey o el Papa Noel de Coca-Cola”. Y es que el amago de aperturismo de la URSS se truncó a partir de 1964, con la llegada de Leonid Brézhnev al poder. Quedó aplastado con la entrada de los tanques soviéticos en la Primavera de Praga de 1968. Y los salones de las casas volvieron a los pesados y grises muebles de antaño.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.