¿Una sombrilla para la Arena de Verona?
Un estudio alemán gana el concurso para cubrir el anfiteatro con un abánico móvil. El proyecto divide a los expertos
Empezó como cualquier otro anfiteatro romano: arena que empapaba la sangre de gladiadores y animales exóticos; más adelante, en época medieval allí iban a parar los desgraciados que no tenían dónde caer muertos; fue sede de un concurrido prostíbulo, acogió carnicerías y fábricas de vidrio; hospedó hasta el siglo XIX pequeños talleres artesanales. Sirvió, además, para ajusticiar a criminales y ladrones; de noche, en cambio, se celebraban fiestas y espectáculos.
En 1913 acogió la primera representación de Aida, de Giuseppe Verdi, inaugurando oficialmente el templo veraniego de la lírica italiana e internacional. En los ochenta, las bandas de rock le cogieron gusto a los conciertos en la Arena de Verona. Y también el público. Pero los chaparrones no perdonan ni el verano y han obligado a cancelar varios espectáculos en los últimos años. El Ayuntamiento de la ciudad se planteó cubrir el coliseo, de 2000 años de edad, y convocó un concurso internacional de ideas "para proteger el monumento y garantizar los espectáculos en caso de mal tiempo”, explica desde su despacho con vistas a la Arena, Marco Mastroianni, presidente de la comisión organizadora y director general del municipio.
La comisión, formada por arquitectos, ingenieros y arqueólogos recibió 84 propuestas anónimas. El primer premio fue para SBP Schlaich Bergermann, de Stuttgart, y GMP Architekten, de Berlín, este último encargado de remodelar el estadio Santiago Bernabéu, en Madrid. La propuesta convenció a los examinadores porque constituye "la opción más inteligente y menos invasiva", dice Mastroianni. En síntesis, la solución escogida consiste en un anillo perimetral que descansa sobre el borde superior del coliseo y permite recoger las telas de la cobertura, dispuestas en una sola orden de cables, lo que facilita una fácil apertura y cierre.
Según la recreación del proyecto, el impacto visual en el edificio es mínimo: sus creadores pensaron en una especie de abanico móvil que se cierra cuando llueve o pega duro el sol. “Es una opción inteligente porque puede desaparecer sin dejar rastro”, escriben en su página web los alemanes, con experiencia en estructuras móviles como la de la plaza de toros de Zaragoza y la Arena de Nimes, en Francia.
Una sombrilla para el anfiteatro veronés no hace falta, sostiene la arqueóloga Brunella Bruno, de la Superintendencia del Patrimonio Cultural y Arqueológico de Verona. “La Arena no se está cayendo por culpa de la lluvia, sino porque el sistema de drenaje con el que se construyó, una verdadera obra de ingeniería, desapreció con las restauraciones hechas en el tiempo", lamenta. "Eso se puede resolver con mantenimiento constante. Pero no se está cayendo, es un monumento al aire libre, como el Partenón o Pompeya”, comenta en su oficina.
Se queja de que el municipio "no ha tenido en cuenta el criterio de los expertos". Ahora, el Ministerio de Bienes Culturales debe dar el visto bueno. Y la última palabra la tiene el departamento de Bruno; según ella no hay ningún prejuicio establecido, pero sí aclara que debe existir mucha transparencia sobre su verdadera función. “Para algunos la lluvia puede comprometer el espectáculo, tal vez este sea el verdadero motivo por el cual se ha inventado la idea de la cubierta. No sería viable apoyar nada sobre el último borde de la Arena. Por el momento son solo ideas”, zanja Bruno.
La Arena es el tercer anfiteatro romano más grande, después del Coliseo romano y la Arena de Capua y por su escenario han pasado Plácido Domingo, Sting, Adele y un largo etcétera de cantantes líricos, de rock y música pop.
Babelia
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