Cuando el afán de lucro se extinga
La forma estorba el discurso sobre el ejercicio del poder que Antonio Gala pone en boca del mentor de Nerón
SÉNECA
Una meditación lúcida sobre el ejercicio del poder. Antonio Gala utiliza el Imperio Romano para hablar del mundo contemporáneo: este drama suyo, estrenado en 1987, parece escrito ahora. Su discurso sobre la ambición de los gobernantes, la laxitud moral de sus asesores, la privatización de los bienes comunes, sigue sonando franco y alto. Emilio Hernández ha podado el texto y lo ha trufado de poemas del propio autor, musicados con el afán de acercarlo al público popular del Festival de Mérida.
A partir de una obra de ideas, su adaptador y director ha querido o se ha visto en la obligación de hacer un gran espectáculo: entre el humo de las termas, la grada que recuerda las escaleras de la revista española y lo ligero de la música grabada, esta puesta en escena de Séneca serviría mejor para Jesucristo Superstar. Afortunadamente, no ahoga el discurso de Gala, que se va imponiendo poco a poco al envoltorio.
La función se deja ver también gracias a la lograda actuación de Antonio Valero, que hace del filósofo elocuente, dialéctico y contradictorio un raisonneur pirandelliano. La canción flamenca interpretada por Carmen Linares y la que Carolina Yuste entona a cappella entran en el drama mucho mejor que el resto, de corte pop: visto el juego que da esta joven actriz, resulta certero que Hernández le haya añadido a su papel una escena.
Diego Garrido (Nerón) y Esther Ortega (Agripina) tienen empaque, sobre todo en sus agones respectivos, pero en vez de madre e hijo parecen hermanos, y coetáneos de Popea, soberanamente intepretada por Eva Rufo. Los pelucones que portan ambas actrices valdrán para Mérida, donde el público está lejos: aquí actúan en su contra. ¿Por qué no cantan con acompañamiento pianístico? Sobre música enlatada (más la mala acústica del Teatro Valle-Inclán y una sonorización manifiestamente mejorable), parece que el canto también estuviera grabado.
Babelia
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