La vida después de un linchamiento en un documental
‘Tribus de la inquisición’, de Mabel Lozano, retrata cómo la justicia por mano propia se ejecuta en un municipio de Bolivia
Roberto Ángel Antezana fue acusado, junto a otros cinco hombres –sus tres hermanos, su sobrino y su yerno–, de supuestamente haber robado un camión el 1 de junio de 2013. Una agitada multitud en la plaza principal del municipio de Ivirgarzama –en Cochabamba, Bolivia– los mantuvo atados, mientras les propinaban una golpiza antes de bañarlos con gasolina y prenderles fuego. El entonces fiscal de esa pequeña ciudad, Marcos Vidal, presenció el hecho sin poder hacer nada ante el tumulto. Antezana murió al día siguiente en un hospital con el 90% de su cuerpo quemado. “Quería ser lluvia, agua, para apagar ese fuego, pero no pude porque me lo impidieron los presentes”, recuerda Vidal en una escena de Tribus de la inquisición, el documental de la directora Mabel Lozano que se proyectó la semana pasada durante el Festival de Cine de Guadalajara.
El nuevo trabajo de la realizadora española, basado en la crónica periodística del periodista boliviano Roberto Navia –ganadora del Premio Rey de España a Mejor Reportaje en 2015–, se mete de lleno en el municipio de Ivirgarzama, uno de los territorios donde aún persiste la práctica del linchamiento, para tratar de desentrañar las causas, la impotencia de las familias afectadas y la inoperancia de las autoridades judiciales y de los efectivos del orden contra la aplicación de la justicia por mano propia.
De acuerdo con información proporcionada por el documental, Bolivia es el segundo país con mayor cantidad de linchamientos en el continente después de Guatemala. En 2015 se registraron 32 casos, de los cuales el 90% no sanciona a los agresores. El principal problema al cual se refiere Vidal en el filme, es que no hay credibilidad en el sistema judicial. "El no confiar en la justicia hace que la gente se tome justicia por mano propia, ocasionando la vulneración más grande que existe sobre los derechos humanos", agrega Lozano.
Lozano, cuyo documental anterior Chicas nuevas 24 horas fue nominado a los Goya, admite que adentrarse en la situación de los linchamientos fue algo que la tomó por sorpresa por la dureza del tema. "No había oído que en el siglo XXI existieran esas tribus de la inquisición, que en el siglo XXI las personas fueran enterradas o quemadas en una plaza popular, con el beneplácito de cientos de personas que gritan y aplauden. Me parecía algo que no podía ser, que era imposible", afirma Lozano.
Un trabajo duro y contundente
La realizadora aplaude el trabajo periodístico que realizó Navia, junto con el cual coprodujo y coescribió el guion de este documental. Sin embargo, aclara que el filme va mucho más allá de lo que plasmó el periodista. Lozano dice que quería cerrar todo el círculo: saber qué opinan los cuerpos de seguridad del Estado, el fiscal territorial y cuál era la raíz de origen de este problema. Así como también habló con los padres de Roberto Antezana, uno de los victimados, y con los otros sobrevivientes que se salvaron del fuego ese día, también buscó la voz de un verdugo. "Ese testimonio no lo encontré, nadie quiso dármelo y lamentablemente nos falta la visión de un verdugo, porque es un verdugo, alguien con sangre fría que es capaz de tomar la justicia por mano propia", precisa.
Así como en el trabajo de Navia, Lozano da voz a los supervivientes, sus familiares y autoridades enviadas a solucionar esta situación. El inconveniente que ambos se encontraron lo explica el periodista, nacido en Santa Cruz, al cual se refiere como "la ley del silencio". "La gente no habla de los linchamientos y es un acuerdo implícito que no está escrito en ninguna norma, pero que sí lo tienen de manera verbal", explicó Navia en una entrevista al suplemento cultural La Ramona.
Tribus de la inquisición es un trabajo duro y contundente, que caló –e incluso afectó– muy profundamente en la directora. El trabajo más difícil para Lozano fue sentarse frente a la madre de Antezana y ver su dolor, su impotencia y su desesperación. "No sabes el dolor que sentían esos padres, el dolor profundo de haber visto cómo queman vivos a tus hijos y que no puedes hacer nada. Me afectó mucho estando ahí y durante el montaje", explica Lozano.
El documental también ha pasado por los festivales de cine de Mar de Plata, el Artículo 31 Film Fest y por otros eventos cinematográficos en España (Valladolid, Albacete y Ciudad Real) y, posteriormente, llegará a la XIII versión de la cita cinéfila de derechos humanos PukaÑawi, a realizarse en Bolivia en agosto de este año.
Después de que termine su recorrido por festivales, Lozano y Navia tienen la intención de que el documental sea de libre acceso en Internet, para dar poder dar a conocer la problemática a más personas. También barajan la opción de cobrar un precio mínimo por el acceso a la producción, para así recaudar dinero que se destine a ayudar con una operación a unas de las personas que sobrevivió y que sufre de complicaciones a causa de las quemaduras. "Creo que el tema no se ha solucionado para nada. No podemos decir que esto es cosa del pasado. Yo espero que no vuelva a ocurrir un solo linchamiento más en el país y no solo en el trópico de Cochabamba", afirma Navia en la entrevista al mismo medio citado.
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