Muerte y lucha del pueblo armenio
Una de las penas más paradójicas que puede sufrir un director es que parezca condenado a componer siempre la misma película
UNA HISTORIA DE LOCOS
Dirección: Robert Guédiguian.
Intérpretes: Ariane Ascaride, Syrus Shahidi, Grégoire Leprince-Ringuet, Simon Abkarian.
Género: histórico. Francia, 2015.
Duración: 134 minutos.
Una de las penas más paradójicas que puede sufrir un director es que parezca condenado a componer siempre la misma película. Muy bien hecha, pero la misma. Cuando resuenan sus señas de identidad, pese a la reiteración, a la insistencia, todo huele a familiar, a territorio conocido aunque bien asentado, a bendita nostalgia, a sabiduría demostrada. Y aunque una parte de la crítica los acabe acusando de estancamiento, de autoindulgencia, cuando aquellos deciden salirse de su especialidad para abrazar estilos, géneros y tiempos novedosos, la película muestra sus carencias.
El caso de Robert Guédiguian quizá sea uno de los más paradigmáticos. Creador de un reconocible universo social, palpable y cercano, emocionante y crítico, el director de Marius y Jeanette, de La ciudad está tranquila, de Mary-Jo y sus dos amores, de tantas historias alrededor de la clase trabajadora de su Marsella natal, mestiza y apasionante, feliz y dolorida, pocas veces abandona su línea. Pero, cuando lo ha hecho, normalmente hacia el cine de reivindicación históricopolítica, el pulso se ha mostrado tembloroso, innecesariamente árido o convencionalmente añejo, maniqueo en exceso: en Presidente Mitterrand, en El ejército del crimen. También en Una historia de locos, oda al pueblo armenio, origen paterno de Guédiguian, centrada en el genocidio por parte del imperio turco en los alrededores de la I Guerra Mundial, y enlazada con las creaciones de corte terrorista de los años 70 y 80, encabezadas por el Ejército Armenio Secreto para la Liberación de Armenia (ESALA).
Dividida en dos partes bien diferenciadas, Una historia de locos se inicia con el relato históricojurídico del asesinato del dirigente otomano Talat Pashá, arquitecto del holocausto armenio, ejecutado por el héroe Soghomon Tehlirian. Muy didáctica, aunque demasiado plana en lo narrativo y aún más en lo formal, a esta primera parte sucede un folletín familiar y político, romántico y redentor, centrado en un atentado con penosos daños colaterales, libremente inspirado en la experiencia del periodista español José Antonio Gurriarán, herido por un atentado del ESALA en 1980.
Sin embargo, a Guédiguian se le nota desubicado en las secuencias de acción; irónicamente, pese a narrar hechos reales, poco verosímil y complaciente en las acciones y reacciones del inocente herido; y finalmente manido en las consecuencias y arcos dramáticos de los personajes.
Babelia
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