Escribir novelas, pintar cuadros y cotizar cada mes
Los sectores de la Cultura se aúnan para proponer un cambio legislativo que afectaría a alrededor de un millón de personas
La legislación española no ha definido qué es un creador; la tortícolis no es causa de baja para un violinista ni la afonía para un cantante o actor; un levantador de piedras vasco es un artista porque actúa frente a un público, pero si ese pedrusco lo ha modelado un escultor, ese no es artista, sino profesional liberal. Por primera vez, una subcomisión en el Congreso trata desde hace apenas un mes de poner orden en este despropósito y sacar a la luz una antigua reivindicación del mundo de la cultura, el Estatuto del Creador, que los cuatro partidos mayoritarios (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos) llevaban en sus programas electorales. El problema de los creadores es el mismo de los autónomos y otros trabajadores con ingresos discontinuos, sobre los que también están discutiendo los diputados.
¿A qué se deben las condiciones laborales y fiscales que denuncian? El mal de los creadores deviene, en parte, de la naturaleza intrínseca de su trabajo, y en otra gran parte de una legislación obsoleta que no contempla que lo normal sea vender un libro, un guion, un cuadro o firmar una gira y luego pasar meses o años en el dique seco. Lo mismo que les ocurre a los trabajadores por cuenta propia con ingresos discontinuos que, a falta de un beneficio regular, no pueden darse de alta en la Seguridad Social de forma estable; sin cotizar, adiós a la jubilación. Eric Jiménez, el batería de Los Planetas, a punto de cumplir 50 años asegura que tiene cotizados menos de 15.
No cumplir con la Seguridad Social también impide cobrar las bajas sanitarias. Algunas artistas embarazadas han forzado la fecha del parto para que coincidiera con su alta laboral porque si les cae en un periodo sin actividad no pueden cobrar la baja por maternidad. Además de tener cortísimas carreras por la exigencia física, si los bailarines se lesionan en los ensayos, como no están dados de alta antes del estreno, se quedan sin trabajo y sin baja médica. “Lo más básico que ha de incluir el Estatuto del Creador es que no resulte insostenible estar de alta todo el año”, dice Patacho Recio, músico y uno de los encargados del informe que Seguir Creando entregará en abril a los diputados. Esta plataforma agrupa a entidades de gestión, sindicatos y representantes del mundo de la cultura.
Pastorear un rebaño de gatos
Tomás Rosón, asesor legal del sindicato de guionistas, acudió a esa cita —"pastorear gatos"— con que un presidente de los guionistas del Hollywood clásico definió su esfuerzo por poner a todos de acuerdo para ir a la huelga. Manuel Rico y Patacho Recio comentan jocosamente que esa situación se ha dado también aquí: "¡Huelga de la cultura! Perfecto, pero ¿cuándo? Cuando yo no tenga bolos, que necesito la pasta". O, "¿quién va a notar si yo escribo o no en mi casa?". "Son profesiones muy individualistas", señalan ambos. Y Rico añade que hasta hace demasiado poco no se ha cobrado noción real de colectivo ni se tiene idea alguna de cómo dialogar con el poder. Daniel Canogar coincide: "Se nos va la fuerza por la boca y falta cultura de participación política. Un estadounidense entiende que debe estar en contacto con sus representantes públicos y escribe a sus senadores y congresistas. Aquí tenemos una visión muy primitiva de lo que significan las estrategias de lobby".
La legislación española considera artista solo al agente o ejecutante que actúa ante un público. Los fotógrafos, ilustradores, escenógrafos, escritores, guionistas, compositores, diseñadores gráficos, gestores culturales o periodistas freelance, por ejemplo, no están bajo ese epígrafe. A ojos de la ley todos han de ser o bien ceramistas, o bien traductores o licenciados en Filosofía y Letras. “Es urgente que reclamemos la creación de epígrafes nuevos y hagamos entender a los políticos que esta regulación debe servir además para los oficios conexos: para el músico, pero también para su técnico de sonido; para el actor, pero también para el maquillador, porque la discontinuidad de su empleo es la misma”, explica Recio. Él calcula que, de salir adelante, el Estatuto del Creador afectaría a alrededor de un millón de personas, de las cuales 200.000 son autores y, por tanto, necesariamente autónomos. El propio nombre de la norma supone el primer conflicto, porque dependiendo de cómo se denomine podrían estar incluidas unas u otras profesiones, como galeristas o editores que no sufren igual la discontinuidad.
“Alguien que tiene una mercancía que vender sabe que si lo hace será rentable; en cambio un escritor o un compositor, además de que no pueden deducirse gastos de sus herramientas (una guitarra, un libro, la factura de Internet), pueden trabajar sin llegar a publicar o sin vender sus creaciones. Es uno de los pocos sectores donde proyectos que ocupan cinco años no son descabellados”, indica Manuel Rico, poeta, narrador y presidente del Colegio de Escritores. Salvo estas particularidades, su pelea es la misma que la de los autónomos, con cuyos representantes (ATA, la Federación Nacional de Trabajadores Autónomos) trabajan codo con codo en el Congreso.
Una de las propuestas en la que todo el sector está de acuerdo es similar a la que rige en Francia: si al año no se alcanza un ingreso equivalente al salario mínimo interprofesional (15.167 euros en 2016) y se demuestra que desarrolla una labor en un sector creativo, la cuota de autónomo ha de ser gratuita —en Francia el importe mínimo son 44 euros mensuales—. “Pero hay que ser solidarios a las duras y a las maduras”, dice Recio. “Si no pago cuando gano por debajo del baremo es lógico que se me grave cuando lo supere, porque los demás pagan regularmente”.
El primer estudio estadístico sobre los artistas plásticos, elaborado por Marta Pérez Ibáñez, profesora de la Universidad Antonio Nebrija de Madrid, y por el artista y profesor de la Universidad de Granada Isidro López-Aparicio concluye que casi la mitad (47%) ingresa unos 8.000 euros al año, incluyendo lo que ganan con sus oficios secundarios. Todo ello a pesar de que más de la mitad tenga tratos regulares con galerías o ferias de arte, siendo oficialmente un 30% de ellos autónomos y un 28% desempleados, y habiendo cotizado en su mayoría solamente un tercio de los años que llevan trabajando, según el mismo estudio. No es mejor el panorama de actores y bailarines, según un informe de la sociedad de gestión de derechos de intérpretes, AISGE, que dicta que más de la mitad no ganó con sus interpretaciones los 3.000 euros anuales y que un 29% apenas llegó a los 600.
La segunda propuesta, también a la francesa, es tener la opción de hacer la declaración de la renta no cada año sino cada tres (o cuatro, hay discordancias). Quieren pagar impuestos de una forma que contemple su realidad laboral, en la que no todos los años un actor tiene papeles en series o películas, se lanza un libro etcétera. En ello ponen el énfasis Iñaki Guevara, presidente del Sindicato de Actores y Actrices, y Curro Royo, del sindicato de guionistas ALMA.
Daniel Canogar, un artista de talla mundial, lleva 30 años siendo autónomo. “Trabajar por cuenta propia se ha convertido en lo natural, el mercado laboral ha cambiado, y la legislación tiene una forma retrógrada de tratarnos. Es punitiva y su miopía no se ajusta al panorama de hoy”, dice. Con él coincide Carlos Muñoz-Viada, asesor legal de escritores e ilustradores.
“Desde que Europa comenzó a incluir a las industrias culturales en sus estadísticas económicas la percepción ha cambiado un poco, aunque no como debiera: suponen el 4% del PIB en España, mueven más dinero que el sector del automóvil y generan más empleos que la industria farmacéutica”, indica Muñoz-Viada, y explica que los escritores al menos tienen la opción de tributar los premios literarios como anticipos a cuenta de los derechos de autor, para no pagar de golpe. A pesar de la normalidad —y legalidad— de la medida, a él le cuesta "60 o 70 visitas a Hacienda al año", confiesa molesto.
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