El día en que la niña lloró
La directora Carla Simón cuenta en 'Verano 1993', que se estrena en Berlín, la llegada de la muerte a su infancia, cuando sus padres fallecieron por el sida
¿Cómo se le explica a un niño la muerte? ¿Cómo entender lo que está sucediendo a su alrededor, los silencios, los gestos? A Carla Simón (Barcelona, 1986) el sida le arrebató a sus padres cuando era una cría, y se fue a vivir con sus tíos y con una prima un poco más pequeña. En aquel momento, el virus del VIH parecía un enemigo imbatible, y el desconocimiento que esparcía hizo aún más complicada la vida de aquella niña a la que rehuían en algunos ambientes. "Por desgracia para mis padres, los retrovirales efectivos llegaron después, un año tarde para haberles salvado". Y mientras masticaba su dolor, la ausencia de su madre, intentaba asimilar el concepto de "gestionar emociones", Carla Simón no lloró.
Trucos con el tiempo
El otro español de la jornada era Manuel Muñoz Rivas, director de El mar nos mira de lejos, que participa en la sección Forum. "Hay películas sensoriales, no argumentales, sostenidas en progresiones pequeñas de sensaciones y algunas ideas que articulan el filme, y que de vez en cuando usan pequeñas fugas". Como la suya, que juega con la idea de que las dunas de Doñana podrían esconder una civilización olvidada. "Cuidé mucho el sonido para que transmitiera esa idea de tiempo dilatado. Quería que la pantalla mostrara las sensaciones que yo vivía allí, donde la arena blanda dificulta los movimientos y ralentiza el tiempo". Muñoz Rivas insiste en que no ha inventado nada. "Si acaso, uso esos elementos para mostrar mis propias metáforas, a jugar con las capas, que la arena cubre una civilización, una voz en off que es otra sombra... La imagen de la duna que cubre todo al moverse y que años después en ese desplazamiento deja al aire restos me pareció una gran imagen. Fabulas con ello". A su lado, la ciudad actual parece un cementerio, "las ruinas del futuro".
Es el primer largo de Muñoz Rivas, que rodó un año, yendo y viniendo, y montó en un otro año las 115 horas filmadas. Anteriormente había sido coguionista y montador de Dead Slow Ahead,de Mauro Herce, de Arraianos, de Eloy Enciso, o de Slimane, de José Ángel Alayón. "Coincidimos en la Escuela de Cine de San Antonio de Baños, y desde entonces confiamos unos en otros, y nos vamos ayudando y enlazando proyectos".
Todo eso está en su primer largo, Verano 1993, autobiografía de aquel devastador momento, película que ha arrebatado en Berlín, donde se proyecta en la sección Generation Kplus antes de participar en unas semanas en la sección Oficial del Festival de Málaga. Simón, por el bien de la obra cinematográfica, no alberga secretos y muestra cómo era de niña, con sus momentos felices y con algunas barbaridades que hizo para poder encontrar su hueco en su nueva familia, que también era la vieja: de repente sus tíos se convirtieron en sus padres (y así los llama ahora), su prima en su hermana (y actúa en la película), y después nació otro hermano (el compositor del filme). "No tengo pudor con ello porque después de haberlo contado tantas veces mi historia suena a cuento. De hecho, durante el proceso de creación de la película, pasé momentos desconectada del hecho de que fuera mi vida. Sobre todo, en el rodaje". Simón se graduó en Comunicación Audiovisual en la Universidad Autònoma de Barcelona, y después estudió cine en Londres. Allí dirigió el corto Born Positive.
Simón quería dar testimonio no de los hechos, sino de las sensaciones. "Creía que debía de hablar de ello porque he visto muchas películas de niños enfrentados a la muerte, y yo tengo mi propia visión. Hay que mostrar esas cosas que entiendes pero que a la vez son irracionales. Que el espectador sienta que como niño estás en una montaña rusa con momentos buenos y malos". Hoy aquello ha quedado atrás. "Sí, la película no es una terapia psicológica cara. Sin embargo, al escribir te planteas qué sintió con mi llegada la gente que me rodeaba. O darme cuenta de que ya no recuerdo a mi madre; y construí su presencia a través de la ausencia. Siento que esta reconexión con mi pasado me ha hecho mejor persona".
En Verano 1993 aparecen también diferentes generaciones familiares y por tanto choques entre religiosos y escépticos, entre urbanistas y gente de campo. "Así es mi familia". Y volvió a filmar a La Garrotxa, a escenarios de su infancia, para sacar adelante un rodaje basado mucho en juegos para que las dos niñas protagonistas (Laia Artigas y Paula Robles) entraran "del tirón en la historia, sin que leyeran el guion", con la complicidad de actores profesionales como Bruna Cusí o David Verdaguer. "Era muy raro buscar imágenes cinematográficas en sitios que conoces tan bien, y que de repente ya no son tan especiales. Como cambié cosas por el bien del guion, he comprimido el arco temporal, tengo un cacao entre lo real y lo ficticio tremendo". Sí recuerda que no supo que sus padres habían muerto por el sida hasta los 12 años. "Pero tenía que estar en la película, porque acabó con ellos y con muchos de su generación, y porque formaba parte de un miedo que me rodeaba".
"No quiero que me entiendan a mí, sino al niño que sufre una muerte y que habitualmente es tratado como si fuese tonto"
La directora se confiesa fría. "No quiero que me entiendan a mí, sino al niño que sufre una muerte y que habitualmente es tratado como si fuese tonto. Al revés, suelen adaptarse antes, pero otra es gestionar las emociones. Y se hace como se puede. No puedes juzgar a los personajes en el cine, aunque hice un esfuerzo por ser íntima y próxima con la cámara". Y sí, al final, Carla lloró.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.