El invisible cortometraje español
La ley obligaba a proyectar cortos en el cine antes de la película, pero fueron sustituidos por publicidad y promociones 'Timecode', de Juanjo Giménez, opta a un Oscar
Llegaron a los Oscar de la mano. El largo y el corto. Mar Adentro y 7:35 de la mañana. El triunfo, eso sí, fue a medias: Amenábar se llevó la estatuilla a la mejor película de habla no inglesa mientras que Vigalondo acabó derrotado. Pero juntos, allá por 2005, le regalaron al cine español una gala de protagonismo. Han pasado 12 años y ningún largo nacional ha vuelto a optar a un Oscar al mejor filme. El corto, en cambio, se ha convertido en un habitual de la ceremonia: nominación doble en 2007 (Binta y la gran idea y Éramos pocos) y candidaturas para La dama y la muerte en 2010 y Aquel no era yo en 2014. Y, este año, Timecode, de Juanjo Giménez, que ya ganó la Palma de Oro en Cannes y el Goya. Pero, mientras estos filmes reciben aplausos por el mundo, ¿son profetas en su patria? ¿Dónde se pueden ver en España?
“El corto tiene poca visibilidad. Gracias a su calidad y trascendencia es más demandado, pero está desaprovechado. Falla la ignorancia del público genérico: muchas veces desconoce incluso que existe a nivel profesional”, asevera Belén Herrera de la Osa, cineasta y miembro de la Junta Directiva de la Plataforma Nuevos Realizadores (PNR). “La mayor ventana que tiene son los festivales”, agrega. Uno de los principales, CortoEspaña, acaba de presentar su séptima edición, con 28 obras seleccionadas y proyecciones en decenas de Ayuntamientos por todo el país. Las esperanzas se centran en superar los 25.000 espectadores de 2016. “Queremos unificar varios factores: que esta industria no esté sola, que cualquier municipio con interés pueda proyectar las obras y así lleguen al público”, defiende Diego Ruiz, director del certamen.
Ruiz añade que este género es “el gran desconocido” y que verlo es “muy complicado”. “El corto español tiene insuficientes espacios de exhibición y los necesita", apunta Juan Antonio Moreno, autor del libro Miradas en corto (Editorial Tal Vez). En realidad, la ley establecía hace décadas la obligatoriedad de la proyección de cortos antes de los largos en las salas. Desde que el texto original fue derogado en 1986, sin embargo, ese espacio ha sido colonizado por tráileres y anuncios. Herrera y Ruiz coinciden en que rescatar la normativa ayudaría, pero tampoco creen que sea la clave. Es más: al salir del circuito comercial, el corto disparó su creatividad y asumió más riesgos.
La creadora de la PNR coincide en que el género carece del reconocimiento que merece, aunque considera que no es tan difícil verlo en la pantalla grande. Recuerda las proyecciones mensuales en la Filmoteca y la Cineteca de Madrid o los muchos festivales esparcidos por España. Por ejemplo, el JamesonNoTodoFilmFest o los certámenes de Medina del Campo o Alcalá de Henares. “Pero no todas las personas pueden acceder a estos eventos culturales”, incide Moreno.
Casi todos, sin embargo, ya están conectados a Internet, donde la oferta de cortos es amplia. Moreno cita páginas como Filmin, Filmotech, Márgenes o Plat Tv, a la vez que Herrera añade la web de su plataforma, donde se recuperan también “cortos españoles que hayan marcado un hito”. Las ofertas van desde la suscripción hasta el pago por el alquiler de un solo filme, mientras que otros se pueden ver gratis. “Las televisiones también emiten cortos pero deberían darles más cobertura. Solo TVE, Movistar + y Telemadrid apoyan a este formato”, asegura Moreno.
La falta de ayuda pública es otra queja del sector. Los cortos recibieron en torno a un millón de euros de subvenciones el año pasado, “ni el 2% de los fondos para el cine”, lamenta Herrera. Lo que se refleja en que el presupuesto medio en España se coloque en torno a 30.000 euros, con muchos proyectos que se hacen “por amor al arte”, coinciden los entrevistados. En Francia, por ejemplo, la base económica parte de 100.000 euros. Por eso, CortoEspaña y otros festivales optan por la cuota de selección, algo que otros certámenes no comparten: en lugar de que los pocos ganadores se lleven toda la tarta, cada participante recibe dinero ya solo por estar en el certamen. CortoEspaña, por ejemplo, paga a todas las obras seleccionadas 150 euros, y 15 por cada minuto de metraje.
“Lo que conseguimos con el poco apoyo que tenemos es fascinante”, asevera Herrera. “Cuando se produce un reconocimiento de cierta relevancia los amantes de este género buscan afanosamente ver estos cortos laureados”, apunta Moreno. Tanto que a veces David le gana a Goliath. Tras los Goya, Tarde para la ira y Un monstruo viene a verme solo fueron lo segundo y tercero más visto en Filmin. En lo más alto del podio se colocó (y desde entonces sigue) un corto: Timecode.
Babelia
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