Arte para reclamar la Antártida
La 14 edición de Zona Maco, la feria mexicana de arte contemporáneo más influyente de Latinoamérica, redobla su apuesta por los artistas emergentes
Overol de mecánico y pasamontañas blanco por el que asoma un bigotillo, Javier Barrios pide firmas para apoyar a su organización: Base Clandestina Antártica Mexicana. Colocada encima de una tribuna de cuatro pisos, su bandera, como la de México, son tres franjas verticales –añil, negro y rojo – y en el centro, en vez del águila y la serpiente, hay dibujado lo que sería el perímetro de la República recortado con unas tijeras y anexionado a la Antártida. La obra-performance-reflexión-juego simbólico es parte de la sección de nuevos artistas de Zona Maco, la feria de arte contemporáneo más influyente de México y de Latinoamérica. En la espalda del overol, Barrios ha bordado una frase en letras blancas: el territorio es una práctica política.
La identidad, las cartografías, los espacios son el eje de la zona dedicada a artistas emergentes. Detrás de la tribuna de la célula unionista de Barrios hay más esculturas, instalaciones y vídeos. A Humberto Moro, el curador de la sección, le gusta la idea de ir navegando por la muestra, recogiendo el cuerpo para no chocar con arte. “Está muy poblada por obras y todo es muy frágil. Me interesa activar en el espectador esta consciencia del cuerpo cuando se navega por la exposición”. Se titula Sample: Tropezando con montañas. Es la primera vez en 14 ediciones que Maco dedica un espacio curado abierto, independiente de los puestos de la galerías, dedicado a los artistas emergentes. Una especie de minimuseo de noveles dentro de la megaferia comercial mexicana.
Por primera vez, Maco dedica una especie de minimuseo de noveles dentro de la megaferia comercial
Pegada a una pared de Sample, hay una mesa con nueve piedras colocadas simétricamente. Colgado encima, un cuadro de un muro levantado sobre el mar. El mexicano Diego Pérez (Ciudad de México, 1975) fue recogiendo los pedazos de ladrillo que encontraba por las playas de Jalisco. “Los seres humanos percibimos los espacios que habitamos con retículas cuadradas o rectangulares y estas formas son distintas de las formas de la naturaleza”, explica el curador. Los restos de ladrillo de la mesa están erosionados, agujereados y redondeadas por el efecto del agua: “El mar nos los ha devuelto en una forma más natural”. Juan Carlos Coppel (1986) colocó un stand blanco como los de la feria en medio del rancho de su familia en Sonora -norte de México- y lo grabó durante horas. “El artista quería explicar a sus amigos, a la gente del campo con la que creció en que consistía su trabajo –explica Moro– y a la vez nos interroga sobre la desconexión que existe entre el arte contemporáneo y la población de las zonas rurales”.
El espacio para los artistas emergentes se completa con la sección, ya veterana en la feria, Nuevas propuestas. 22 galerías, la mitad mexicanas y el resto internacionales –EE UU, Alemania, Argentina, Bélgica– que han tenido como limitación exponer solo creadores nacidos después de 1980 y que además no fueran parte formal de su catálogo. “Hemos buscado estimular el mercado para abrir oportunidades a los artistas que no son parte de lo programas de las galerías. Para la gente que empieza es muy difícil muchas veces entrar en el círculo de los galeristas”, apunta Moro.
Cada vez que alguien se decide a poner su nombre a favor de la anexión de la Antártida a México, el artista del pasamontañas y el bigote peleón, le regala un cuartilla amarilla doblada a la mitad. Como esos fanzines antiguos de antes de la era Internet. En la cubierta, debajo del eslogan Que se vayan todos hay un fotografía en blanco y negro de unos expedicionarios en esquís cargando un trineo. En la parte de atrás, una estrella roja de seis puntas: una por cada continente y otra más por la Antártida.
Babelia
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