Guy Cassiers, el mago teatral de las tecnologías, disecciona Europa
El director flamenco, uno de los popes de la escena mundial, conversa con EL PAÍS con motivo del estreno de su obra ‘Orlando’ en Madrid
Bajo el escenario del bello teatro Bourla de Amberes hay un asombroso laberinto de maderas y cuerdas. Es el único coliseo europeo que mantiene intacta su maquinaria original, inaugurada en 1834. Una joya histórica, considerada patrimonio artístico, pero inservible para la creación contemporánea. Paradójicamente, ahí es donde nacen los montajes de uno de los directores más innovadores de la escena mundial, Guy Cassiers, de 56 años, maestro en el uso de las nuevas tecnologías. Cassiers se encoge de hombros: “No es fácil trabajar en un teatro que a la vez es un museo. Estamos haciendo un plan de reforma para modernizar el equipamiento sin destruir las estructuras originales”. Al menos, tenemos segura una cosa: si un montaje se puede estrenar aquí, no habrá un lugar en el mundo donde no pueda representarse”, bromea.
El Bourla es la sede oficial de la compañía Toneelhuis, sostenida por la ciudad de Amberes y el Gobierno regional de Flandes, que dirige Cassiers desde 2006. Su labor al frente de esta institución le impedirá asistir este jueves al estreno de su obra Orlando en el Festival de Otoño a Primavera de la Comunidad de Madrid. Pero sí encontró un hueco la semana pasada para recibir a EL PAÍS en su moderna oficina frente al vetusto teatro. El director se excusa por su ausencia. “Estoy preparando dos montajes, con textos de Elfriede Jelinek y Philippe Claudel, alrededor de uno de los asuntos que más deben preocuparnos ahora mismo a los europeos: nuestra incapacidad para acoger a los refugiados que llegan a nuestras fronteras”, dice.
Un director revolucionario
Cuando Guy Cassiers se puso al frente del Toneelhuis en 2006 puso patas arriba la institución. Hasta entonces el funcionamiento de esta compañía sostenida enteramente con fondos públicos era clásico: un director artístico que pone en escena sus obras y programa otras que le parecen interesantes. Pero al director flamenco no le convenció este modelo: decidió compartir sus recursos con otros creadores escénicos para que cada uno desarrollara sus proyectos por un periodo de cuatro años. “De esta forma aquí hay un continuo intercambio de ideas. En realidad, este sistema no lo he inventado yo: Amberes es así. Es lo que ha hecho que nuestra escena sea tan reconocida en el mundo”, explica Cassiers.
Los montajes de Cassiers, de hecho, se programan a menudo en los principales festivales internacionales y se mantienen durante años en cartel. Por ejemplo, su obra Rojo reposado lleva representándose desde 2004. Orlando, que llega ahora a Madrid, se estrenó en 2013 y se pudo ver ese mismo año en el festival Temporada Alta de Girona.
Europa es, de hecho, uno de los temas que aparecen de manera reiterada en la trayectoria artística de Cassiers. Lo era en el montaje que presentó el pasado noviembre en el festival Temporada Alta de Girona, Las benévolas, basado en la novela de Jonathan Littell que cuenta la historia de un oficial nazi. Y lo es igualmente en Orlando, inspirada también en una novela, en este caso de la autora británica Virginia Woolf. “Una es oscura. La otra es luminosa. Cada una refleja una cara opuesta de Europa”, explica el director flamenco.
En Orlando, protagonizada por un ser andrógino que vive cuatro siglos, primero como hombre y después como mujer, Cassiers vuelca su idea total de Europa. Se condensa en una escena cumbre: cuatro cámaras cenitales graban desde distintos ángulos un parlamento de la actriz protagonista mientras en el suelo se proyectan de forma desordenada documentos, fragmentos de periódicos, cartas y otros escritos sobre acontecimientos históricos. Las imágenes se emiten en tiempo real en una pantalla al fondo del escenario. “Europa es resultado de un caos. Lo que intento en esa escena es encontrar un sentido a ese caos entre el exceso de información que nos llega cada día, alejando o acercando las cámaras a lo que me interesa destacar”, comenta.
El teatro de Cassiers, que estudió artes plásticas antes de dedicarse al teatro, sobresale por su refinadísima utilización del lenguaje audiovisual. Su secreto: “No busco imágenes para ilustrar lo que ocurre en el escenario, sino para generar nuevas imágenes y emociones en el público. Pensemos, por ejemplo, en la película Tiburón: su gran fuerza es que el tiburón casi no aparece en pantalla, lo deja a la imaginación del espectador”, señala el director.
Otra de las grandes características del director flamenco es su habilidad para adaptar grandes novelas para la escena. Además de Orlando y Las benévolas ha adaptado El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y El hombre sin atributos, de Robert Musil. ¿No le gusta la dramaturgia contemporánea? “Por supuesto que sí, hay obras fantásticas”, aclara Cassiers, “pero a mí me gusta trabajar con más libertad. Detrás de un autor de teatro normalmente hay un director de teatro que visualiza su obra sobre el escenario. Impone acotaciones y limitaciones que hoy día ya no tienen sentido. Por ejemplo, la estructura clásica en tres actos se extendió para que pudieran cambiar los decorados en los entreactos. Hoy la tecnología hace innecesario ese corsé, podemos ser más libres”.
En busca de esa libertad ha preferido también usar textos no teatrales de la Nobel austriaca Elfriede Jelinek y una novela del francés Philippe Claudel, La nieta del señor Linh, para abordar el problema de los refugiados en Europa. Es un tema que le aflige especialmente. “En esta época la política se ha divorciado de la cultura. Se ve claramente en Amberes: esta ciudad, que ha sido siempre uno de los puertos más importantes de Europa, es un ejemplo de convivencia entre distintas nacionalidades y culturas. Sin embargo, políticamente avanza la ultraderecha. Debemos trabajar para reconciliar ambos mundos”, concluye el director.
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