El movimiento y el algoritmo
Las profundas debilidades de la película se manifiestan cuando los personajes bailan, en movimientos que poco evocan la grácil ingravidez de la danza
BALLERINA
Dirección: Eric Summer y Éric Warin.
Animación.
Género: musical. Francia, 2016.
Duración: 89 minutos.
Afirmaba Norman McLaren que el cine de animación no era el arte de los dibujos en movimiento, sino el arte del movimiento que está dibujado. Si bien algunos de los trabajos más experimentales de McLaren podrían esgrimirse como ilustración precisa de ese matiz, la idea sirve para entender la esencia misma de ese lenguaje expresivo, desde sus manifestaciones más abstractas hasta las apoyadas en estéticas figurativas sostenidas sobre la caracterización de personajes a través del gesto (dibujado). Sería, por tanto, una osadía ponerle el título de Ballerina a una película de animación sin haberse aprendido la lección de McLaren –o, por lo menos, sin tenerle el suficiente respeto- y, sin embargo, eso es lo que ha sucedido.
Firmada por Eric Summer y Éric Warin –solo este último proviene del campo de la animación-, Ballerina es una película de lujosas texturas y ampulosos movimientos de cámara virtual, diseñados para resaltar la grandiosidad de sus escenarios. La trama aporta algunos detalles inesperados que pasan por cierta amoralidad en las acciones de su heroína, capaz de suplantar una identidad ajena para lograr unos objetivos que le parecen negados por pura cuestión de clase. Las profundas debilidades de la película se manifiestan cuando los personajes se mueven y, en especial, cuando bailan, sujetos a movimientos que poco evocan la grácil ingravidez de los cuerpos en la danza clásica y que, en cambio, evidencian las limitaciones de cierta animación digital cuando esta ata a las cadenas del algoritmo la libertad de trazo del artista artesano.
Babelia
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