Los tapices iluminan el renacentista Patriarca de Valencia
La restauración de los valiosos tejidos por la Real Fábrica devuelve el fulgor al edificio construido por Juan de Ribera y repleto de raras joyas
Medio milenio después de ser fabricados en Flandes los tapices vuelven a iluminar la capilla del Monumento del Colegio del Patriarca de Valencia, un imponente edificio renacentista que esconde una selecta colección de obras de arte. Después de ser sometidos a una minuciosa restauración en la Real Fábrica de Tapices, los personajes parecen surgir de las obras. Un efecto óptico buscado por sus creadores que la suciedad y el humo de los cirios a los que han estado expuestos durante siglos habían ocultado.
Los monumentales tapices, de seis metros de alto por cuatro de ancho, forman una de las colecciones más valiosas de España, asegura Alejandro Klecker, administrador general de la Real Fábrica. Cuatro de ellos fueron devueltos al colegio en diciembre –la rehabilitación de los otros dos que integran la serie concluirá a lo largo de 2017- y desde entonces han sido visitados por más de 8.000 personas.
La recuperación, pagada por la Fundación Iberdrola, ha implicado la retirada de restauraciones anteriores, la microaspiración del tejido y el lavado en una piscina de acero de 12 por seis metros con agua desionizada y desmineralizada. “Cada uno ha requerido cerca de 6.000 horas de trabajo. Es una de las actuaciones más importantes que hemos realizado”, afirma Klecker.
Moriscos y meninas
Juan de Ribera (Sevilla 1532, Valencia 1611) quiso ser catedrático de universidad –estudió dos años en Salamanca-, pero su familia y la Casa Real decidieron que al menos debía ser obispo. En la diócesis de Valencia mantuvo cierto aperturismo teológico, difuminado por su papel de ideólogo en la expulsión de los moriscos. Construyó el edificio del Patriarca como un colegio mayor para seminaristas, y lo dotó de un régimen autónomo –no depende de la jerarquía eclesiástica- que ha perdurado. En la Guerra Civil, el inmueble alojó las Meninas de Velázquez y otras grandes obras del Museo del Prado que el Gobierno republicano trasladó a Valencia para protegerlas de los bombardeos.
“La restauración ha devuelto a los tapices el relieve y permite ver de nuevo la expresión de los rostros, que estaban ennegrecidos. Ahora se aprecia el asombro, el enfado, la serenidad de las figuras. Son una maravilla. En la época, los tapices se valoraban más que los cuadros”, explica frente a ellos Daniel Benito Goerlich, catedrático de Historia del Arte y director del Museo del Real Colegio del Corpus Christi de Valencia, más conocido como Colegio del Patriarca por uno de los muchos títulos –el de Patriarca de Antoquía- que recibió su fundador, Juan de Ribera. Figura poliédrica y polémica de la España de los siglos XVI y XVII, Ribera fue proclamado santo por el papa Juan XXIII en 1960.
Los tapices, creados entre 1510 y 1530, la época de esplendor de los fabricantes flamencos, desarrollan alegorías religiosas medievales, como el enfrentamiento entre los vicios y las virtudes y la parábola de la viña, combinadas con personajes auténticos, como Carlomagno y Ciro El Grande. “Mezclan la historia sagrada con la historia profana. La biblia y Herodoto”, afirma Benito Goerlich.
Aunque llevan colgados en la capilla más pequeña del colegio desde principios del siglo XVII, los tapices continúan llenos de secretos y mensajes encriptados que el director espera que la rehabilitación ayude a los especialistas a descifrar. También contienen imágenes sorprendentes. Como la de Jesús prensado mientras de su cuerpo brota vino, que los obispos recogen en cálices y toneles.
Los tapices fueron un regalo al Patriarca de su padre, Perafán de Ribera, primer duque de Alcalá de los Gazules, segundo marqués de Tarifa, adelantado mayor de Andalucía y virrey de Nápoles y Cataluña. La familia del santo no solo era rica, también estaba emparentada por una doble vía con la monarquía española de los Austrias. San Juan de Ribera legó los tapices al colegio junto a una exquisita lista de joyas artísticas, que incluye cuadros de El Greco, Jan Mabuse, Ribalta y el taller de Caravaggio, así como otras rarezas de valor incalculable. Todas ellas pueden visitarse en el pequeño pero deslumbrante museo del colegio.
Las piezas expuestas incluyen el único y detallado mapamundi -secretos militares incluidos- que se conserva de una serie que Felipe II encargó a Petrus Plancio -el monarca ordenó destruir el resto por las inclinaciones protestantes del cartógrafo-. Y un relicario con el original de la última obra de Tomás Moro, Tristia Christi. El autor de Utopía lo escribió en la Torre de Londres, donde aguardaba a ser decapitado por enfrentarse a Enrique VIII. Las hojas del manuscrito fueron saliendo de la celda escondidas bajo las faldas de su hija cuando iba a visitarle, asegura Benito Goerlich. “Algún historiador inglés ha llegado y se ha arrodillado ante el libro”, añade.
Babelia
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