“No como todas las uvas, no soy tan importante”
El humorista que saltó a la fama con Muchachada Nui confiesa el éxito es un "exceso de responsabilidad"
Cuando acaba la entrevista, Raúl Cimas Navarro -la Wikipedia añade Lequio a modo de troleo- (Albacete, 1976) pregunta si no se va a hablar de Muchachada Nui. Muchachada Nui, heredera de La Hora Chanante, fue el programa que terminó de colocar en órbita a Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes, Pablo Chiapella, Carlos Areces, Julián López y al propio Cimas. A Muchachada pertenece un personaje, Philip Max -autor teatral- interpretado por Cimas en estado de gracia: a un artista internacional en decadencia, el colegio de su infancia le rescata para hacer la obra de fin de curso y él se lo toma con una trascendencia hilarante; 'Quieto todo el mundo' se llama la obra, recrea el 23-F y termina echando a Borja, el niño que de hace de Tejero, porque está gordo ("¿Tú quieres ser actor?", "No, quiero ser dentista").
Cimas, actor (Extraterrestres, Los del túnel), humorista (Cine Low Cost, en Versión Española) y autor de cómics (Orgullo Brutal el último, en Blackie Books) está en Albacete. Con la familia de un lado a otro. "Mi madre prefiere a que esté en casa deprimido a que esté bien fuera, con mis amigos. Le gusta tenerme a la vista, aunque no levante cabeza". El hombre que una vez vio a la virgen y se hizo el longuis ("si me paro me rompe la tarde") se pone serio para hacer reír y reclama imaginación al periodista: "Yo te pediría que inventases las respuestas. Seguro que te has imaginado lo que te iba a decir, así que me gustaría que lo pusieses tú para no decepcionarte. Espera, ¿eso que escucho es tu hijo? Yo, si no es molestia, prefiero hablar con tu hijo, estaré más cómodo".
Cimas, admirador de Eugenio (nunca le vio reir ni hacer nada para caer en gracia) y de Faemino y Cansado, pasa la Navidad jugando al tenis y al Pro Evolution Soccer con su hermano, aunque la llamada de este periódico le pilla a las siete de la tarde en un restaurante; la hora del día más sospechosa para estar en un restaurante si uno no es mafioso. "En el Pro juego con el Albacete. Como los equipos no tienen nombre, hemos hecho uno así: Albacete. El queso mecánico. Y aprovecho este espacio para decir que nos robaron la UEFA. Nos pitaron un penalti a dos metros del area. A lo mejor del penalti no se acuerda nadie, pero sí de que un aficionado saltó al campo corriendo para pegarle al árbitro. A veces estas acciones tan mal vistas fijan la memoria de la gente, ayuda al pueblo a recordar las injusticias".
Cimas estudió Bellas Artes, no enseñaba sus dibujos por pudor y terminó subiéndose a un escenario a hilar historias. Siempre con ese punto tenebroso de un nuevo humor arriesgado e imprevisible -chanante es la etiqueta- que ha terminado educando a una generación. "Para muchos humoristas es una buena época por la situación política. A mí nunca me ha gustado hacer humor con eso, así que sigo encerrado en mi idea, que no sé cuál es. El humor es un lugar en el que podemos estar todos: la comedia está por encima. No me gusta ponerla al servicio de una idea porque creo que es abaratarla. Dicho lo cual, siempre ha existido la sátira politica y tengo amigos que se dedican a eso".
El éxito, dice, es un exceso de responsabilidad. "Lo que no puedes hacer es cobrar cada vez más y vivir igual y pasártelo igual de bien", dice. De ello resulta una de sus virtudes: fingir que no es así. La otra es la fundamental: es un creador de personajes. En pantalla, sobre el escenario y en el cómic; una querencia por lo deforme y lo surrealista que le acerca a otro gigante, Miguel Noguera. Por eso es difícil escrutar a Cimas en la vida y en el arte: juega siempre en el límite. Tiende a la nostalgia y a la tristeza, como un cómico antiguo. Esta noche comerá las uvas, "pero sin hacerme el importante". "Nunca he llegado a comerme las doce. No soy tan creído. De este modo nunca me ha ido del todo mal, pero tampoco del todo bien". Ese modo de conducirse recuerda a Camba cuando pedía de sus lectores que no le tomasen demasiado en serio ni demasiado en broma, lo cual en un monologuista es un éxito: ¿dejó a una novia por decir todo el rato "anyway" en Albacete y a él le dejó otra porque le acusaba de ser celoso tras salir juntos en la foto del DNI?
Babelia
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