“Espero que el Gobierno no se lave las manos tras darnos un estatuto”
La directora de la Biblioteca Nacional, Ana Santos Aramburo, habla sobre el nuevo estatus que le otorgará a la institución libertad de maniobra, más patrocinios y recursos propios
En su despacho con luz natural y lámparas led —“para ahorrar”, asegura—, Ana Santos Aramburo (Zaragoza, 1957), directora de la Biblioteca Nacional, tiene un retrato de don Marcelino Menéndez Pelayo. El polígrafo, barba poblada, gesto adusto, entre desconfiado y poco saciado de libros, anda colgado en el centro de la pared. “Cuando voy a tomar una decisión delicada, le consulto. Me inquieta mucho porque allá donde me mueva, se me queda mirando…”. Parece que don Marcelino y Juan Eugenio de Hartzenbusch, a su lado, otro predecesor en el cargo, se han tomado a bien la nueva ley y estatuto de autonomía para un ente que ha visto reducido su presupuesto público en un 47,4% desde 2009. La institución cultural más antigua del reino —creada en 1716 por Felipe V— equipara su estatus al que ya gozan el Museo del Prado, el Reina Sofía o el Teatro Real. Le otorgará libertad de maniobra, más patrocinios y recursos propios, aparte de dirigentes ajenos al dedo político de turno… La Biblioteca Nacional renace así para el siglo XXI.
Pregunta. Qué bien han acabado ustedes el año. Nuevo estatus. ¿Por qué les ha costado más tiempo que a otros?
Respuesta. La ley que daba pie a que se desarrollara el nuevo estatuto fue aprobada en marzo de 2015 y por consenso, muy importante. Necesitábamos el estatuto que diera forma a lo que dictamina la ley, pero no podía aprobarlo un Gobierno en funciones.
P. Extraña, en algo relacionado con la cultura, tanta urgencia tras la constitución del Gobierno. Puede ser hasta una buena noticia.
R. Estaba ya todo tramitado. El informe favorable del Consejo de Estado fue el último paso. Se ha notado que querían dar prioridad a este objetivo.
No soy partidaria de una externalización para una institución así. Apostamos por el empleo público"
P. ¿Hay diferencias sustanciales con respecto a los que se han otorgado a otras instituciones culturales públicas?
R. Existe una diferencia importante: en el régimen de personal seguiremos con empleo funcionario. Pero son más las similitudes. El estatuto nos abre la puerta a participar con entes y fundaciones cuyos fines coincidan con los nuestros, la gestión de ingresos propios y patrocinios, aparte de pie para una gran acción digital…
P. Se han tenido que retrasar los planes por el contexto político, pero, seguramente, ya habrán preparado todo para empezar la aplicación del estatuto cuanto antes. ¿Tienen los deberes hechos?
R. Algunos: un plan estratégico hasta 2020 con dos áreas que han tenido su reflejo sobre el papel. Una es la de procesos y servicios digitales. Otra la de actividad cultural. La primera necesita una puesta a punto respecto a la situación de las nuevas tecnologías. En ese sentido vivimos cambios muy rápidos y debemos ponernos al día. Para eso debemos adaptar también la estructura laboral. Hemos firmado un acuerdo con Red.es que nos garantiza el proceso de digitalización de nuestras colecciones. Dos de ellas se han convertido en referencias dentro del hispanismo a nivel global: la hemeroteca digital y la biblioteca hispánica, que tienen millones y millones de descargas al año. Todo eso, además, debemos hacerlo por ley. Tenemos ahora más de 150 tegabytes de información disponible. No sé cuánto es exactamente, pero creo que se trata de una barbaridad. Y lo hemos hecho en coordinación con las comunidades autónomas. Más ahorro y más eficiencia.
P. Habla usted de unos términos que nos deben hacer pensar. El perfil de un bibliotecario del siglo XXI, ¿tiene algo que ver con el de finales del siglo XX?
R. Nada que ver. Los bibliotecarios deben convivir con los informáticos para desarrollar proyectos tecnológicos y aplicaciones muy punteros. Pero el objetivo debe ser el servicio público y la investigación. También genera recursos y herramientas para muchas cosas. Asuntos y contenidos libres de derechos, además, que sirven lo mismo para videojuegos, música, cocina, moda o turismo cultural que para investigación y docencia. Es nuestra ventaja.
P. ¿Se trataría, metafóricamente, de despertar todo lo que aquí duerme y echarlo a andar por la calle?
R. Nuestro valor debe revertir en la sociedad, pero no en nuestras salas, si no en los dispositivos que se encuentran por cualquier parte: en los colegios, universidades o en sus casas. En toda la sociedad española. Así debe ser, sencillamente como se planteó por Felipe V en inicio. Esta es la institución cultural más antigua de España y aquel rey, lo que hizo fue poner a disposición de un pueblo que veía iletrado toda la colección de la biblioteca real. Cualquier país con una biblioteca así la cuida al máximo. O se la inventa. O quiere comprarla y no puede. Esto crea y fomenta la identidad cultural de los pueblos.
P. Si así es, ¿cómo justificar que el Gobierno haya recortado la mitad de su presupuesto?
R. Los recursos públicos han bajado un 47,44% desde 2009 a 2016 y, en inversiones, el 78,44%.
P. ¿En dinero?
R. De 53 millones de euros a 27,5.
P. ¿Cómo se ha sobrevivido?
R. Lo primero fue conocer el coste de los procesos y servicios. Redujimos al máximo la contratación y perdimos 87 puestos de trabajo, en la actualidad somos 401. Incrementamos el ahorro hasta la locura y suprimimos los gastos no esenciales. No soy partidaria de una externalización para una institución así. Apostamos por el empleo público y no caímos en los caprichos. Buscamos patrocinios externos dentro de lo que nos permitía la ley, que era poco.
P. Muchas veces el Estado otorga estas leyes de autonomía para lavarse las manos y no aportar presupuesto público. Búsquense la vida, viene a ser su coartada. ¿Debería servir este nuevo estatus para que, además de lo que en justicia debe aportar el Gobierno, crezcan ustedes todavía más por otras vías? ¿Sumar, no restar?
R. Absolutamente de acuerdo. El Estado debe asegurar que la institución funcione. Todo depende de la medida de su ambición. La Biblioteca con el nuevo estatuto debe mejorar. Espero que, por habérnoslo otorgado, el Gobierno ahora no se lave las manos. Con este presupuesto hemos llegado al mínimo de supervivencia. Lo reseñable es que con ese dinero sigamos funcionando a este nivel de gestión.
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