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El cómico que saca de quicio a Trump

Alec Baldwin desmonta al presidente electo a golpe de carcajada. Es su némesis perfecta, el papel de su vida

Andrea Aguilar
Costhanzo

Una de sus frases memorables es aquella de “la buena noticia es que estáis despedidos”. La pronunció un joven Alec Baldwin en la película Éxito a cualquier precio, la adaptación de la obra de David Mamet de principios de los noventa en la que interpretaba a un agresivo y chulesco agente inmobiliario, que azuza a un grupo de derrotados comerciales y presume de su Rolex de oro. Varias décadas después, casi el mismo grito (“¡despedido!”) convirtió al magnate con querencia por el oropel, Donald Trump, en estrella de la telerrealidad con el concurso El Aprendiz, un insólito pero exitoso primer paso en su inminente desembarco en la Casa Blanca.

Ironía o delirante coincidencia, lo cierto es que el destino del actor desde octubre está indisolublemente unido al de Trump. Es su némesis perfecta, el papel de su vida. La brillante caricatura del millonario presidente electo en Saturday Night Live (SNL) ha devuelto al hermano mayor de la saga de actores Baldwin al primer plano. Y el programa cómico más antiguo de Estados Unidos —lleva en antena desde 1975, un año antes de que se celebrara el primer debate presidencial televisado— se ha marcado un desternillante tanto.

El temperamental Alec, a los 58 años y con una carrera a sus espaldas que incluye una docena de éxitos en la gran pantalla, espectaculares salidas de tono con la prensa —y consiguientes caídas en desgracia—, y una notable carrera en televisión, está dispuesto a desmontar al futuro inquilino de la Casa Blanca a golpe de carcajada.

Entre los innumerables retos que planteaba Trump como candidato —y ahora como presidente electo— no hay que subestimar el actoral, en un país que ha hecho de la sátira política un potente arma de destrucción de candidatos presidenciales. La parodia de Al Gore minó en gran medida su carrera, Tina Fey clavó a la resuelta Sarah Palin, y más recientemente Larry David volvió cómico a Bernie Sanders, el candidato con menos humor que se recuerda. Pero con Trump, ¿cómo parodiar a alguien cuya apariencia y discurso, a menudo inconexo, le convierten en una caricatura en sí mismo? Sus constantes excesos dejaban poco margen a los cómicos. La risa ni siquiera era helada. Dos actores lo intentaron en SNL, pero ha sido Baldwin quien lo ha logrado.

Formado en su juventud en el Instituto de Teatro Lee Strasberg, en la última década su papel en la serie de comedia 30 Rock, como el egomaniaco, cínico, machista, cara, millonario, productor televisivo Jack Donaghy ha sido claramente un buen entrenamiento para parodiar a Trump, y le ha valido el aplauso unánime de la crítica y una docena de premios. Baldwin además es el actor que más veces ha conducido SNL. Uno de sus sketch más famosos lo hizo con Kim Bassinger como amorosa/odiosa pareja de recién casados.

Ahora su caricatura del nuevo presidente es hilarante y pluscuamperfecta: después de verla, el verdadero Trump parece una copia descafeinada de sí mismo. Perfectamente caracterizado, con tono cutáneo naranja y flequillo escultural al viento, Baldwin frunce el morro, exagera la pronunciación —“bad hooombre”—, clava los gestos y declama incongruentes opiniones e insultos muy similares a los que el presidente electo pronunció en campaña.

Quizá la mejor parodia implica un grado de conexión. Puede que estuvieran predestinados. Como Trump, Alec Baldwin nació en el estado de Nueva York. La suya era una familia numerosa, católica y de clase media, cuyos antepasados paternos se remontaban a los peregrinos que desembarcaron del Mayflower. Ingresó en la Universidad George Washington con la ambición de llegar a ser presidente, y la política nunca ha estado lejos de las preocupaciones de este cómico. Abiertamente demócrata, llegó a contemplar presentarse como candidato a la alcaldía de Nueva York. La prensa estadounidense, para disgusto del actor, no ha tardado en sentenciar que Baldwin podría ser el Trump de los demócratas, provocador, y bocazas, con un punto agresivo y excesivo propio de Manhattan.

La veta liberal de Baldwin no ha impedido que se haya metido en más de una polémica políticamente incorrecta. A su encontronazo con un paparazzi cuando su primera esposa, Kim Bassinger, salía del hospital con su hija recién nacida, se sumaron, hace apenas tres años, los gritos e improperios a otro fotógrafo que acosaba a su segunda esposa, la mallorquina instructora de yoga, Hilaria Thomas. Aquello le costó el despido de MSNBC. Unos años antes también ocupó la primera plana de los tabloides cuando se filtró el mensaje que el furioso actor dejó en el buzón de voz de su primogénita. Tras varios plantones telefónicos la gritaba que era “una grosera, desconsiderada pequeña cerda”. Antes hubo una larga batalla legal con Bassinger por la custodia; después un libro sobre el asunto.

En 2014 tras el último exabrupto, Baldwin, acusado de homófobo e iracundo, publicó un largo artículo en la revista New York anunciando que se retiraba de la vida pública. Allí cargaba contra Breitbart News —que le llamaba Fidel Baldwin— y contra Fox, y hacía sonar las alarmas: "Creo que América está más jodida que nunca. La gente está enfadada porque en el juego de las sillas, que es la economía de EE UU, cada vez hay menos sillas cuando se detiene la música. Y con cada recesión se para la canción".

Tras aquella despedida, en la más pura tradición de la resurrección de las estrellas, llega el penúltimo acto, y Baldwin vuelve con demoledora y satírica fuerza. No se arredra, y azuza la hoguera de Twitter, en un delirante enfrentamiento-juego de espejos con el magnate. En la pequeña pantalla parodia la obsesión de Trump con la red social, su personaje interrumpe las reuniones con los asesores de seguridad para retuitear a ciudadanos anónimos —“¡volví a hacerlo!”, exclama ufano haciendo morritos—. A Trump, el verdadero, le queman las yemas de los dedos y responde vía tuit. “Acabo de intentar ver SNL, ¡imposible! Totalmente parcial, no es gracioso y la interpretación de Baldwin no puede ser peor. Triste”, escibió el sábado 3 de diciembre. Poco después el actor le daba la réplica: “Haz públicas tus declaraciones de la renta y paro. Ja”. Unas semanas antes ya le había advertido al presidente electo: “Si quieres más consejos llámame. Estaré en SNL”.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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