Jude Law: “No entiendo a los actores que hablan de estilo. ¡Haz caso al director!”
El intérprete encarna, en 'El editor de libros', a Thomas Wolfe, mítico escritor estadounidense contemporáneo de Scott Fitzgerald y Hemingway
Jude Law entra en la habitación del hotel de Berlín, y pregunta: “¿Habéis visto la película?”. Ante la respuesta afirmativa, se relaja, se expande en la silla y se echa a reír. El británico, a sus 43 años, conserva el rostro con encanto que tan bien usó en El talento de Mr. Ripley, Gattaca o Closer. Con la edad ha ido derivando a una carrera en que entremezcla personajes secundarios (como John Watson en la saga Sherlock Holmes) con algún protagonista como el que presentó en el concurso de la Berlinale. En El editor de libros, que se estrena este miércoles en España, comparte minutos codo con codo con Colin Firth, que encarna a Max Perkins, un editor fundamental en la literatura estadounidense: fue quien publicó por primera vez a Francis Scott Fitzgerald y a Ernest Hemingway, y, por supuesto, descubrió a Tom Wolfe, autor de El ángel que nos mira y Del tiempo y el río. Metió en vereda la proverbial verborrea de Wolfe, convertida en miles de folios en su plasmación literaria.
"Jamás puedes decir que no a un 'shakespeare'. Es un regalo para los actores, porque tiene personajes para cada generación"
Exacerbado, exagerado, torrencial, Wolfe, el regalo que le ha tocado a Jude Law para la pantalla, arrolló en su vida artística y personal a todo el que se cruzó antes de fallecer en 1938 a los 37 años. Perkins disfrutó de su anhelo de vida… y solo él supo conducir con fortuna su obsesión por la escritura. “No creo que fuera egoísta, si lo entiendes como una personalidad dominante. Ahora, si le libera de las connotaciones negativas… Estaba abierto a lo que el mundo le ofrecía, aunque es cierto que avasallaba”.
A Jude Law le atrajo esa personalidad “complicada, extrema, que hoy se entiende mejor que en su época”, cree. Porque su defensa de la integridad artística “no tuvo parangón”. Y entra en comparaciones entre actores y escritores. “Hago mucho teatro [así conoció, en un Hamlet, al realizador de la película, Michael Grandage, reputado director escénico que debuta en el cine], y allí eres masa manipulada por el director con algo de libertad”. En inglés, la misma palabra, editor, sirve para el montador de cine y el editor literario, y por eso Law habla de la influencia de esa profesión. “En el cine existe ese intermediario posterior, el montador, del que en realidad dependes un montón. Solo le queda confiar en los otros. Por eso no entiendo los actores que, dicen, quieren mantener su estilo. ‘Voy a hacerlo así’. Por favor, ¿qué estilo personal? ¡Haz caso al director! Wolfe, Fitzgerald o Hemingway podían, debían luchar por lo suyo. Yo soy fan de Iris Murdoch, de Jonathan Franzen o de Richard Holloway, y un intérprete jamás podrá compararse con artistas así”. Para el británico, que se declara obsesivo solo en los pequeños detalles que puedan empeorar su trabajo, no hay que darle muchas vueltas a su profesión: “Como actor no busco ni personajes circunspectos, de esos de poner miradas, ni extremos como Wolfe, de gesticulación desatada. Busco retos, posibilidades de encarar distintas facetas. En Wolfe está, por ejemplo, sus reacciones casi infantiles, su facilidad por alterar las emociones a su alrededor. Y si logro mostrarlo, me siento recompensando. Cuando ensayas, hay una energía brutal si el grupo está investigando en la misma dirección: ahí se encaran los retos”.
¿Y eso pasa incluso en un escenario haciendo Hamlet? “Jamás puedes decir que no a un shakespeare. Porque sus obras nunca son retos aterradores, sino placeres. Yo recuerdo con cariño cuando en el colegio analizábamos su literatura. Si te fijas, es un regalo para los actores, porque tiene personajes para cada generación. Tú vas envejeciendo y de un mismo drama encarnas distintos papeles. Así, ¿cómo vas a dejarle de lado?”.
"Javier Cámara cantaba todos los días en el rodaje de 'El joven Papa', y así despejaba el mal rollo. Ya lo podéis cuidar”
El año ha sido productivo para Law porque ha protagonizado también la serie El joven Papa, de Paolo Sorrentino, en la que encara a un ficticio Pío XIII, un pontífice de origen italoamericano ultraconservador. “Es único, no he podido apoyarme en ningún precedente. Este Papa es una creación de Sorrentino más que otra cosa. Hemos rodado siete meses en Roma y por lo menos he absorbido algo de la atmósfera. Hemos tenido cuidado con no parecernos a Francisco I. Hablar de la Iglesia católica es entrar en terrenos controvertidos, y fascinantes, porque sus movimientos siempre están bajo el foco”. Law gesticula con sus interjecciones inglesas, representa una secuencia de la serie para que se entienda cómo “este pontífice vadea los problemas”. Entre su círculo personal, el cardenal Gutiérrez, al que da vida Javier Cámara. “Es maravilloso. Javier cantaba todos los días en el plató, y así despejaba cualquier atisbo de mal rollo. Ya lo podéis cuidar”.
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