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EL CORREO DEL ZAR
Columna
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El soldado azul que estaba muy verde

Se publica la novela de T. V. Olsen que dio origen al western de culto de Ralph Nelson

Un fotograma de 'Soldado azul'.
Un fotograma de 'Soldado azul'.
Jacinto Antón

Hay que ver cómo nos impresionó Soldado azul (Soldier Blue, 1970), ese insólito western de Ralph Nelson, cuando llegó a nuestras pantallas a principios de los setentas. No fue solo lo impactante de las escenas de violencia, especialmente la matanza final en el poblado cheyene –y eso que aquí nos llegó más mutilada por la censura que las pobres indias a manos de los Cuchillos Largos-, sino la perturbadora historia de amor entre Honus Gant (Peter Strauss), un soldado azul que estaba muy verde, y Cresta Marybelle Lee (una Candice Bergen memorable en cualquier sentido), la joven que lo sabía todo de la vida, no en balde había perdido su inocencia y sus modales con los indios, y ganado todo lo demás.

Durante mucho tiempo, tras ver la película varias veces, traté de hallar una chica así, pero en la Barcelona de los setenta no encontrabas a ninguna que hubiera perdido la inocencia con los cheyenes, por no hablar de que se quitara con tanta facilidad las enaguas, maldijera de aquella deliciosa manera y conociera mixturas salvajes para curar las heridas, ni siquiera las del corazón. Así que Soldado azul, con su inolvidable póster y el precioso tema musical, Soldier Blue, cantado por Buffy Sainte-Marie y convertido en un hit en 1971 (“Oooh Soldier Blue, Soldier Blue / Can’t you see that there’s another way to love her)” significó en realidad un modelo pernicioso para el desarrollo normal de mi adolescencia, como tantas otras cosas, incluido Tony Ronald.

Cartel de la película 'Soldado azul', 1970.
Cartel de la película 'Soldado azul', 1970.

Comprenderán el enorme interés con el que me he zambullido ahora en la novela en la que se basó la película y que acaba de publicar Valdemar en su colección Frontera, que dirige el sheriff Alfredo Lara, con una estupenda ilustración del viejo Frederick Remington en la ciubierta. La novela, de 1969, se titulaba originalmente Arrow in the sun pero el éxito de la película hizo que cambiara su nombre y así es como se edita ahora en España: Soldado azul. El autor es T. V. (Theodore Victor) Olsen (1932-1993), un renovador de los relatos del oeste del que basta con apuntar que otra de sus historias, que se incluye en el mismo sensacional volumen con Soldado azul, es nada menos que La luna del cazador, que dio pie a otro western distinto e inolvidable (en realidad una historia de asesino psicópata), no por azar dirigido por el gran Robert Mulligan, Stalking Moon, llamado aquí La noche de los gigantes, en el que Gregory Peck se enfrentaba al terrible apache Salvaje que quería recuperar a su mujer blanca y a su hijo mestizo.

Es apasionante leer la novela Soldado azul con la película de Ralph Nelson en la mente. Observar los desvíos argumentales y las fidelidades a la historia de Olsen. El arranque es exactamente el mismo: el pagador militar y su escolta con los que viaja Cresta, huida de la banda de Lobo Moteado, que la hizo su squaw, y en trayecto a Fort Reunión para encontrarse con su novio militar; el morbo de los soldados ante esa blanca que ha dormido con el enemigo en toda la amplitud de la palabra, el ataque cheyene y la matanza de la que solo se salvan la chica y el cándido soldado Honus, que deben unir esfuerzos para regresar a casa; el contraste entre la ingenuidad de él y la experiencia de ella, que el soldado encuentra indecente, pero tan seductora… Incluso la improvisada plegaria de Honus ante sus camaradas mutilados es la misma que en la película: los versos de Tennyson para la caballería ligera. También salen en la novela el brutal traficante de rifles y la escena –tan perturbadora en el cine: vimos el trasero de Candice Bergen- del soldado tratando de cortar con los dientes las ligaduras de la chica. Algunas cosas son distintas: Cresta es bajita en la novela –aunque “voluptuosa” y “turgente”- y castaña, Honus es feote, desgarbado y lleva el pelo rojizo rapado. Y lo más importante: la escena de la masacre del poblado indio no existe. Eso fue cosa de Nelson para denunciar la matanza contemporánea de My Lai, en Vietnam, con la que la del poblado cheyene de Sand Creek (que en la novela ya ha sucedido antes de que empiece la acción) guarda paralelismos. Olsen lo que nos ofrece es una batalla campal al viejo estilo entre pieles rojas y soldados.

En fin, que bonito reencontrase con ese relato iniciático y esa gran aventura, y con aquellos jovencitos que fuimos: los que vimos la película boquiabiertos y dedicamos tantos años a rastrear infructuosamente la huella de los mocasines de Cresta Marybelle Lee.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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