El legado de un estadounidense

En La noche del licenciado, una de las más famosas películas españolas para la televisión de los años setenta, Antonio Mercero elucubraba con la amarga posibilidad para unos burgueses padres de la época de que su prometedor hijo, con la universidad y una vida de aprendizaje de altura por delante, rechazara todo ese futuro para convertirse en payaso. Parábola sobre la libertad de actuación de los jóvenes en una sociedad que demanda, sobre todo, fachada, la película independiente estadounidense arranca casi del mismo modo que el telefilme de Mercero, aunque con una particularidad: el chico, tras licenciarse, lo que quiere ser es vendedor de coches usados, como su padre, eslabón débil de un matrimonio roto desde hace tiempo por la aureola de perdedor del progenitor y las (aparentes) ínfulas de divinidad de la madre.

Small time es pura conciencia estadounidense en una sociedad que inocula a las nuevas generaciones el esfuerzo, la competitividad y la mejora. Sin embargo, las evidentes posibilidades de la película se van diluyendo por culpa de, paradójicamente, el espíritu de serena sencillez que se promueve en su trama. Los diálogos, las situaciones y los subtextos están expuestos con cierta simpatía, pero el conjunto tiene poco recorrido y apenas trascendencia, sobre todo porque el aspecto formal es de una planicie que acogota.

Mucho más cerca de la puesta en escena de un modesto telefilme de los años noventa que de una producción independiente verdaderamente arriesgada, la película es el debut en el cine del veterano guionista de televisión Joel Surnow, que tras pasar por la escritura de capítulos para series como Corrupción en Miami y Falcon Crest, triunfó en la primera línea como creador de 24. Surnow se ha dado el gustazo de escribir y dirigir, con 62 años, una primera película personal y de espíritu modesto. Pero su larga experiencia no logra enmascarar sus carencias en el aspecto visual.