Amenábar reconoce que le gustaría hacer comedia pero tiende a “la oscuridad”
El cineasta imparte una clase magistral en el Guggenheim de Bilbao y destaca su preferencia por 'Mar adentro' y 'Los otros' entre su filmografía y sus reparos a 'Abre los ojos'
Un Oscar, un Globo de Oro y nueve Goyas son reconocimiento suficiente para considerar a Alejandro Amenábar un cineasta consagrado, pero él sigue viéndose como un “chaval” que acude a los rodajes ilusionado y con la misma pasión que cuando debutó en la gran pantalla con Tesis, a la tierna edad de 24 años, y al que en ocasiones aún le tiemblan las piernas ante una toma. Justo dos décadas después, sigue buscando historias que contar, de las que se enamore, que toquen su fibra y le lleguen al alma, para plasmarlas en el celuloide. Tras su etapa de estudiante en la que se veía como un “mercenario” dispuesto a buscarse la vida “haciendo culebrones en Chile”, ahora el cine es su manera de expresarse, mostrarse, y compartir sus inquietudes.
El director y guionista de Los otros, Mar adentro y Ágora acudió el lunes 27 al Museo Guggenheim de Bilbao para ofrecer una master class como parte del festival internacional de cortometrajes Sundance Shorts donde compartió, ante un público integrado mayoritariamente por estudiantes, su búsqueda de ideas para sus obras.
La conexión emocional con la historia que se exige a sí mismo para llevar a cabo un proyecto explica lo poco prolífico de su carrera – apenas seis largometrajes en veinte años-, una identificación que solo ha encontrado hasta ahora en los guiones escritos por él mismo, a pesar de haber intentado en varias ocasiones trabajar sobre material ajeno.
El cineasta chileno-español se ve a sí mismo como un minero que va horadando vetas de las que a veces no consigue extraer material útil y en otras da con ideas fructíferas o abandona una galería cavada durante años para retornar tiempo después, como le ocurrió con Mar adentro, que junto con Los otros, considera sus mejores obras, situando a Abre los ojos en el extremo opuesto. En todo caso, el nexo común de su cinematografía es que todas sus creaciones cuentan algo del autor, aunque no oculta que para él hacer películas supone “viajar a otros sitios evadiéndote de tu realidad”.
Pero en su búsqueda incesante de historias, el cineasta también ha vivido, como todo creador, su particular “travesía del desierto”, donde, tras volcar Ágora todas sus obsesiones, no encontraba ningún proyecto que le cautivase y se levantaba cada mañana con la desazón de no saber qué hacer.
Echando la vista atrás a su evolución como cineasta, reconoce que aunque ha pasado de ser un obseso del control a un trabajador muy metódico – “es una derrota personal no cumplir con el plan de rodaje”, su mayor transformación se ha dado en el trato con los actores, a los que, en sus inicios, confiesa que veía como “muebles” y un “incordio”, mientras que ahora valora enormemente el “material humano” en sus películas. “Hay que estar un poco loco para ser actor y eso lo respeto mucho”.
De cara al futuro, Amenábar se encuentra ultimando un guion del que aún no puede ofrecer detalles, pero que define como “importante”, y que si todo va según lo previsto, se estrenaría en dos años. Y a pesar de que le encantaría hacer una comedia- “tengo un poco de chispa”-, siempre tiende a “cosas más oscuras”. Tampoco tiene pensado seguir los pasos de Woody Allen y su inminente serie televisiva Crisis en seis escenas, al no verse cómodo en un formato en gran parte desconocido para él, dado que la única obra que ha visto al completo es Breaking Bad, a la que ha alabado por su multitud de capítulos brillantes. “Soy consciente de que me tengo que poner las pilas”.
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