Las mujeres reinan en el festival de jazz de Tánger
La XVIIª edición del Tanjazz pone el foco en la igualdad de género
A veces llega alguien a una ciudad y se empeña en darle forma a una idea inverosímil. Esos locos son los que salvan el mundo, como diría Borges. O al menos, lo vuelven más habitable. Hace 17 años, cuando el publicista francés Philippe Lorin pensó en montar un festival de jazz en Tánger le decían que eso no tenía ningún futuro. “Entonces no había supermercados, la mayoría de las calles estaban sin luz eléctrica”, recuerda. Ahora, Lorin tiene 77 años, camina con bastón y se da el lujo de organizar del 22 al 25 de septiembre la XVIIª edición del Tanjazz, consagrada a las mujeres. En una ciudad donde cuesta ver a una sola mujer sentada en las terrazas de los cafés, Lorin ha puesto el foco no solo en las cantantes, sino en las solistas, las baterías, bajistas, guitarristas…
“Nunca se organizó un festival completamente dedicado a las mujeres”, explica Lorin. “Siempre se habla de cantantes como Billie Holiday o Ella Fitzgerald. Pero casi nunca de las pianistas, de las que tocan el contrabajo, la batería… Es más difícil para ellas abrirse camino. Todos esperan más de las mujeres, sus compañeros y el público. Esperan que sean mejores que el resto de hombres”.
Y ese homenaje tan merecido sucede en Tánger. “Que tendrá mucho nombre mítico detrás”, asume Lorin, “pero en realidad todo es eso: mito. Porque es cierto que el escritor Paule Bowles vivió aquí muchos años, pero el resto de los famosos que siempre se nombran, como Truman Capote o Matisse, apenas pasaron por aquí una semana. Tánger ha sido siempre una ciudad de contrabandistas, como todas las ciudades de frontera”. Ahora Tánger es mucho más, a pesar de que vayan cayendo las viejas leyendas que le dieron nombre.
Este viernes se quedaba malherido uno de sus grandes mitos, el hotel de cinco estrellas Minzah, por donde tantos famosos pasaron. El Minzah perdió dos de sus cinco estrellas y se quedó en uno de tres estrellas, uno más. Una comisión de control del Ministerio de Turismo detectó el jueves “graves deficiencias”, sobre todo en la cocina, donde constató “una falta severa de higiene y de seguridad alimentarias”. Mientras el mito se desploma la ciudad sigue reinventándose, por empeño personal del rey Mohamed VI, a la espera del tren de alta velocidad que la unirá en 2018 a Casablanca, la capital económica.
En medio de ese pulso que vive Tánger entre lo milenario y lo rabiosamente moderno, el Tanjazz homenajeaba a las mujeres. Ahí estaba la gran promesa del jazz internacional, la cantante, trompetista y saxofonista de Barcelona Andrea Motis, de 21 años, que se metió al público en el bolsillo. Estaban también la baterista y compositora norteamericana Terri Lyne Carrington, ganadora del Grammy en 2012; la pianista brasileña Bianca Gismonti, la flautista franco-siria Naissam Jalal, la italiana Laura Klain y la cantante marroquí de 24 años Salma Charif El Khalifi, finalista del concurso de jóvenes talentos de Tanjazz.
Charif El Khalifi, que canta en inglés, reconoce que es difícil encontrar mujeres en el mundo del jazz marroquí. “Me gustaría que hubiese más mujeres en el jazz. En mi banda soy la única, después hay tres hombres. Pero es difícil en Marruecos para una joven ir por la noche a tocar a los locales donde se escucha jazz”.
También estaba prevista para el domingo por la noche la actuación del cuarteto español de jazz cabaré De la purísima, cuya cantante y actriz, Julia de Castro, acostumbra a desnudarse durante sus actuaciones. En Tánger, sin embargo, no pretendía hacerlo. “Llevo tres días en la ciudad y claramente se percibe que los códigos de comportamiento de las mujeres son distintos de los que hay en España. El 95% llevan velo y no se ven mujeres en las cafeterías. Por tanto, tengo que ir con mucho respeto ante una cultura que desconozco. Las letras de mis canciones no las puedo cambiar. Pero si me desnudo aquí el mensaje que envío puede ser muy distinto del que doy cuando me desnudo en España”.
No obstante, el público que acudió al menos en la madrugada del sábado a los conciertos de pago no parecía tan ajeno a ciertas transgresiones, empezando por la de beber alcohol. Los 100 euros que cuesta el abono para las cuatro noches no están al alcance de la mayor parte de los tangerinos. Había gente de Rabat y Casablanca pero también muchos franceses y españoles. Y casi ningún velo. Para quienes no pueden permitirse la entrada, hay un concierto diario gratuito en un escenario habilitado cerca del puerto.
La sede del festival, donde se celebran los conciertos de pago, es de una belleza deslumbrante: el Palacio de las Instituciones Italianas o Palacio del Sultán Mulay Hafid, construido entre 1912 y 1914 por el sultán de Tánger, cerrado durante muchos años, medio en ruinas, hasta que hace 11 años alguien fue a hablar con el consulado italiano y consiguió abrirlo. Se llamaba Philippe Lorin, el padre de la criatura.
Babelia
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