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Crónica
Texto informativo con interpretación

Vida en escena, teatro en la platea

Los Reyes presiden la apertura con ‘Otello’, de Verdi, de la nueva temporada de ópera del Teatro Real

El rey Felipe VI y la reina Letizia. BALLESTEROS EFEFoto: atlas
Luz Sánchez-Mellado

El amor es el amor, y quien lo sintió lo sabe. Y el éxtasis del sexo. Y el escozor de la duda. Y el sinvivir de los celos. Y el martirio de la inseguridad. Y las puñaladas traperas de los amigos. Y la agonía del abandono y la pena. Y las máscaras, todas las máscaras que nos ponemos del alba al ocaso para sobrevivir ahí fuera. Por eso, todas y cada una de las almas que abarrotaban el Real, del palco al gallinero, de los Reyes de España al último abonado de trapillo, se sentirían personalmente aludidos en lo más hondo y estarían de acuerdo en que la verdad y la chicha estaban sobre el escenario.

Ahí había alma, corazón y vida. Para teatro, ya estaban los actores de la platea, desde los protagonistas a los figurantes, con lo más florido de cierta sociedad madrileña felicísima de lucir su aún brillante moreno de yate y de reencontrarse con sus pares tras este largo y cálido verano, que se extinguía extramuros al tiempo que Otello y Desdémona expiraban en escena.

El Cumpleaños feliz, interpretado primorosamente por la orquesta y coreado con regular fortuna por tan escogido público al principio del segundo acto, certificó otro hecho incontrovertible. El 15 de septiembre, noche grande de la apertura de la temporada de ópera del Real de este año, es el cumpleaños de la reina Letizia, la otra gran estrella de la noche, que agradeció el gesto relajando un par de centímetros su espalda derecha como una vela puesta espectacularmente de relieve con un vestidito de cóctel negro. Su marido, su majestad Felipe VI, y los ministros Méndez de Vigo, Margallo y Catalá —Cultura, Exteriores y Justicia— no podían estar, o al menos parecer, más encantadísimos de estar a su real vera.

De los Reyes para abajo —salvo insondables ausencias: Preysler, Vargas Llosa, Cifuentes, Carmena— sentaban sus reales en sus butacas, invitados o apoquinando no menos de 300 euros, la nómina casi completa de la revista Hola y de los suplementos culturales y de negocios de los periódicos. Así, Esperanza Aguirre, de profesión Esperanza Aguirre, cotorreaba con Villar Mir, expresidente de OHL, mientras que la ex alcaldesa de Madrid Ana Botella presumía de su apuesto hijo Alonso ante sus amigas de toda la vida y la exmodelo Nuria González y la modelo en activo Eugenia Silva quedaban en llamarse y comer y ponerse al día sin falta antes de que se les eche encima el invierno.

Todos vestidos como para ir a la ópera, obviamente, pero en una variada gama de interpretaciones de tal código, desde los vestidos de media tarde y los trajes sin corbata, hasta el terno de tres piezas y pajarita y el modelazo de pedrería como para ir a recoger el Oscar o el Nobel de algunos a los que todo se les hace poco. Daba pena observar cómo, salvo algunos divinos libres de toda sospecha de arribismo, como Eugenia Martínez de Irujo, el tiempo de posado de las celebridades ante el reglamentario pelotón de fusilamiento gráfico de los fotógrafos era inversamente proporcional al prestigio del fusilado.

El abrazo y la muerte

 En fin, lo de siempre. Vanidad de vanidades, y lo demás es tontería. La vida, ya se ha dicho, estaba en el estrado. “Que venga la muerte y me lleve en el instante de este abrazo”, exhalaba el rubicundo Gregory Kunde, el tenor estadounidense que encarna al inmortal héroe de Shakespeare en la ópera de Verdi.

Otello, ese hombre que viene de la guerra, heridos sus ojos y sus vísceras por lo que han visto y sentido en la arena. Y había que ser de grafeno, sea lo que sea el grafeno, para no conmoverse hasta el hipotálamo, sea lo que sea el hipotálamo, escuchando a ese hombretón deshacerse en brazos de la lánguida Ermonela Jaho, la soprano albanesa que da cuerpo y voz a su idolatrada Desdémona. El amor es el amor es el amor. Lo que dicen que movía el mundo antes de que lo movieran el dinero y la política.

Por cierto, que la que llegó por los pelos, en volandas, al principio del segundo acto fue la presidenta del Congreso, Ana Pastor, que corrió al palco a ocupar su preeminente lugar de tercera autoridad del Estado a la vera de Sus Majestades. Tendría otras urgencias. No consta si hablaron de política. No es probable. Para eso ya se han visto, y lo que les queda, en las consultas de Zarzuela.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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