Kusturica decepciona con un cuento de amor y guerra
El cineasta cierra el concurso con ‘On the milky road’, su primer largo en nueve años
En un tiempo no muy lejano, Emir Kusturica fue uno de los jefes de filas del cine de autor europeo. Eran los días de El tiempo de los gitanos, Underground y Gato negro, gato blanco, cuando se convirtió en miembro de ese exclusivo club de cineastas que cuentan con dos Palmas de Oro en su haber, junto a Francis Ford Coppola, Michael Haneke, Ken Loach o los hermanos Dardenne. Ese glorioso ciclo parece haber quedado atrás, a juzgar por su nueva película, On the milky road, que ayer cerró la competición en la Mostra de Venecia.
La película es su primer largometraje en nueve años —el anterior, Prométeme, se estrenó en 2007—, durante los que solo ha rodado un documental sobre Maradona y un capítulo del filme colectivo Words with Gods, en el que se inspira este nuevo proyecto. “Si Jonathan Franzen pasó nueve años escribiendo su última novela, ¿por qué no puedo yo pasar tres trabajando en mi película hasta conseguir la mejor versión posible?”, se excusó ayer Kusturica, personaje tan estrepitoso como su propio cine. Ambientada durante la Guerra de los Balcanes, On the milky road describe la historia de amor entre un repartidor que distribuye leche por los pueblos de la Serbia rural bajo los disparos del bando enemigo, interpretado por el mismo Kusturica, y una inmigrante italiana a la que encarna Monica Bellucci, comprometida con otro hombre en un matrimonio de conveniencia que se celebrará cuando termine la guerra.
En medio de ese paisaje devastado y enloquecido, Kusturica erige una historia algo raquítica, que habla de la necesidad de amar mientras caen las bombas, pero envuelta en una coreografía de ruido y de furia, marcada por un movimiento continuo y por efectos visuales de bajo coste.
Tras un arranque prometedor, un sugestivo sueño premonitorio en que los animales se dominan los unos a otros, como si formaran parte de ejércitos enemigos, la película no tarda en perder fuelle, limitándose a alternar el habitual folclorismo balcánico con el imaginario clásico del surrealismo. “Siempre utilizo elementos surrealistas porque sirven para subrayar la realidad”, se explicó el director.
Bellucci, agradecida
Lo mejor de esta película gratuitamente atronadora acaba siendo Bellucci, auténtico centro de gravedad de la historia, pese a tener que batirse con un papel estereotipado de simple objeto del deseo.
Pese a todo, la actriz se lo agradeció al director. “Es uno de los más maduros que haya interpretado”, dijo. Para Bellucci, la película da “un mensaje de esperanza bellísimo”. Y aseguró: “En este momento histórico, necesitamos seguir creyendo en el amor”.
Babelia
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