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Las surrealistas eclipsadas

Victoria Combalía reivindica el papel de mujeres como Valentine Hugo, Nancy Cunard y Kiki de Montparnasse en el movimiento artístico de inicios de la pasada centuria

José Ángel Montañés
Nancy Cunard fotografiada con sus brazaletes africanos en 1926 por Man Ray.
Nancy Cunard fotografiada con sus brazaletes africanos en 1926 por Man Ray. Man Ray

Hay periodos del arte en el que sus protagonistas desbordan intensidad. Uno de ellos es el Surrealismo, donde pintores, escritores y artistas parecen haber vivido la vida al límite, sin prejuicios y lejos de convencionalismos. Después de estudiar durante 10 años y publicar en 2013 un libro sobre Dora Maar, la fotógrafa y amante de Picasso, pero también una de las creadoras surrealistas más intensas e interesantes, parecía normal que la crítica de arte Victoria Combalía se fijara en sus hermanas pequeñas, un ramillete de mujeres que han quedado eclipsadas por sus compañeros y amigos, pero que desempeñaron un papel destacado en la creación de las primeras décadas del siglo XX. Valentine Hugo, Nancy Cunard, Peggy Guggenheim, Kiki de Montparnasse —la única de origen humilde de las seis—, Maria-Laure de Noailles y Joyce Mansour son las protagonistas de Musas, mecenas y amantes. Mujeres en torno al surrealismo (Elba), un bello libro en el que queda patente el amor por el arte de este grupo de fascinantes mujeres.

“En el entorno de los creadores surrealistas, siempre aparecen mujeres asistiendo a eventos, firmando manifiestos, como novias, amantes, cómplices y compañeras, pero solo de forma puntual se les nombra en los pies de fotos. Como Valentine Hugo, esposa de Jean Hugo, íntima amiga de Cocteau y localmente enamorada de Breton; Peggy Guggenheim como mujer de Marx Ernst, Nancy Cunard como la amante de Louis Aragon, por la que quiso suicidarse, o Kiki de Montparnasse, la más simpática y gamberra, que fue amante de Man Ray que la fotografió en múltiples ocasiones y acabó siendo el símbolo de la bohemia parisina. Me interesaba investigar sus vidas y comprobar que hicieron muchas cosas por ellas mismas”. Por eso, Combalía no ha incluido en su libro a personajes como Gala. “Cae muy antipática a casi todo el mundo. Era muy perversa, una persona que no deslumbraba por su bondad y solo era generosa con Salvador Dalí, su marido, del que fue su gerente, pero no hizo nada más. Es una musa clásica”, explica.

Kiki de Montparnasse, en una famosa imagen que Man Ray tomó en 1926.
Kiki de Montparnasse, en una famosa imagen que Man Ray tomó en 1926.Man Ray

Por el contrario, las protagonistas del libro son mujeres superactivas. Como Valentine Hugo, ilustradora de libros y escenógrafa con su marido que acabó llevándose todo el reconocimiento. “Kiki de Montparnasse era una reconocida cantante, una gran profesional y la única por la que sintió celos Édith Piaf”, apunta la autora. La mecenas más activa, aparte de Peggy Guggenheim, que decía que había que comprar un cuadro cada día, ayudó a muchos artistas a salir del yugo nazi, como a Breton al que pagó una mensualidad durante su exilio americano, descubrió a Pollock y reunió una gran colección de arte que puede verse en lo que fue su casa de Venecia (en cuyo jardín está enterrada junto a sus perros), fue, según la autora, Maria-Laure de Noailles. “Ella y su marido adelantaron el pago de una obra a Dalí que utilizó el dinero para comprar su barraca de Portlligat. También ayudó a Picasso y financió a Luis Buñuel La edad de oro con 260.000 francos tras ver en 1929 Un perro andaluz. Un apoyo que llevó a la pareja a ser expulsada de los círculos sociales de la alta burguesía parisina”. Pero la que más simpatía despierta a la autora es Nancy Cunard. “Era poeta y periodista y durante la Guerra Civil destacó por su militancia a favor de la República, escribiendo crónicas como las de Hemingway. Criticó los campos de refugiados y ayudo a los exiliados. Era una enamorada de la cultura africana y fue desheredada por su relación con el músico negro Henry Crowder”.

Maria-Laure de Noailles y Salvador Dalí, en 1930.
Maria-Laure de Noailles y Salvador Dalí, en 1930.

Libertad sexual

Las seis comparten aficiones: casi todas beben, fuman opio y todo tipo de drogas y son bastante libres sexualmente. “Es lo normal, ya que el ambiente artístico y la creación estaban muy unidos a las drogas. Peggy no bebía pero sus maridos eran unos borrachos y ella, según se da a entender en sus biografías, era casi ninfómana”.

Algunas fueron tachadas incluso de locas, como Kiki de Montparnasse y Nancy Cunard. “Eran mujeres muy independientes y tenían mucho carácter, con comportamientos contrarios a los que se consideraban normales dentro de la burguesía, la clase a la pertenecía la mayoría”, explica la autora que considera que no existen mujeres como ellas hoy en día. “Que cumplan todos sus requisitos, no. La sociedad de los años veinte y treinta no es la de ahora. Quizá Francesca Thyssen, la hija del barón. Me consta que hace mucho por los artistas, pero desconozco si su vida sentimental es tan intensa como la de ellas”, remacha.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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