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ATLAS DE PARAÍSOS FISCALES | Sark

El último bastión del feudalismo europeo

Los vecinos de esta isla en el Canal de la Mancha se desplazan en bicicleta y coche de caballos para preservar la excepcionalidad del territorio, con un arca del tesoro de casi un billón de euros

Eva Vázquez

El feudalismo ha resistido en Europa Occidental hasta 2008. Y no hablamos de la teocracia vaticana, donde sigue vigente, sino de una isla británica que flota como un anacronismo en el canal de la Mancha y que atiende al topónimo de Sark tanto como atiende a las necesidades de ilustres evasores. Es un paraíso fiscal y era un paraíso feudal hasta que sus vecinos aceptaron ciertas reformas democráticas. Ninguna tan revolucionaria como la constitución de una cámara de representantes, aunque impresiona el valor simbólico y semántico de las señorías provistas de más atribuciones. Que son el senescalco, el preboste, el tesorero y el condestable.

Este mismo contexto o espíritu arcaico quizá explica que se hayan prohibido en Sark los vehículos motorizados. No ya por escrúpulo medioambiental o por las peculiaridades orográficas, sino como reacción al progreso mismo, de forma que los vecinos de la isla -600 habitantes- y los turistas -un millar en verano- tienen que desplazarse en bicicleta y coche de caballos. Es la manera de preservar la excepcionalidad del territorio. Por su reputación de paraíso fiscal incontaminado. Porque el equipo de fútbol es el peor del mundo. Y porque sus habitantes han desarrollado un dialecto del dialecto normando -el sercquiais- cuyo hermetismo garantiza la endogamia cultural y fomenta el recelo a los extranjeros.

Cuestión de historia y de jurisprudencia, hasta el extremo de que la naturaleza feudal de Sark proviene de la carta patente, un documento fundacional firmado por la reina Isabel I de Inglaterra que los habitantes insulares consiguieron dilatar hasta hace ocho años, cuando se hicieron obligatorias e inevitables las primeras elecciones democráticas.

La novedad careció de relevancia porque los votantes se adhirieron masivamente (93%) al partido del jefe del estado vitalicio. John Michael Beaumont se llamaba y permaneció en la primera magistratura hasta el pasado mes de julio, cuando se produjo su fallecimiento (88 años) y cuando heredó el cargo su propio hijo en una fervorosa reivindicación de la tradición dinástica que reconciliaba la isla con el feudalismo encubierto. O no tan encubierto, pues algunos terratenientes de Sark han denunciado el autoritarismo con que el linaje Beaumont contraviene la Convención de los Derechos Humanos. Sobre todo porque no existe separación de poderes y porque la figura del Seigneur -así se conoce a la máxima autoridad- permanece al margen del escrutinio electoral. Y hereda o abdica en su propia descendencia biológica, a imagen y semejanza de un monarca.

No han prosperado las iniciativas legales pese a la corpulencia de los hermanos Barclay. Corpulencia física y corpulencia económica, pues ocurre que David y Frederick son dueños de un imperio mediático e industrial -el grupo Telegraph- al que han incorporado el capricho de la isla de Brecqhou. Tiene sentido mencionarla porque forma parte del territorio administrativo de Sark. Y porque se ha convertido en el portaviones desde el que los Barclay han organizado el sabotaje al linaje Beaumont. Y no solo recurriendo al arbitraje de los tribunales británicos y europeos. También organizando un plan de evacuación del único médico que residía en la isla. Le pusieron a disposición un helicóptero y le ofrecieron una cuantiosa compensación económica, aunque estas maniobras de intimidación tanto han adquirido un valor contraproducente como evocan los tiempos más remotos de la piratería en las aguas del canal de la Mancha.

La propia isla de Sark fue una fortaleza en la que se refugió Eustaquio el Monje (1170-1217). Un personaje legendario del medievo europeo entre cuyos pormenores biográficos llaman la atención los años que transcurrió en Toledo estudiando magia negra -y ejerciéndola con prodigios extraordinarios- y su periodo de expiación como monje benedictino. Renunció a los hábitos para vengar la muerte de su padre y se convirtió en un adinerado mercenario. Tanto servía a la corona británica como se ofrecía a la francesa, revistiendo sus proezas y sus fechorías de una factura libresca que ha sobrevivido hasta nuestros días.

Lo demuestra su papel protagonista en el manga japonés One Piece, toda vez que el personaje de Eustass The Kidd, creado por Eichido Oda, con un aspecto feroz y un brazo de hierro, es un homenaje híbrido de Eustaquio el Monje y el pirata escocés William Kidd (1645-1701). No fueron contemporáneos, pero compartieron oficio. Y contribuyeron ambos a empollar el embrión de las leyendas de las islas del tesoro. Sark es una de ellas, no porque haya dinero debajo de una palmera, que palmeras no hay, sino porque su estatus de subparaíso fiscal y la excepción feudal del autogobierno han engendrado una anomalía financiera.

Bien la conocían los ejecutivos de las grandes compañías de la City. Para justificar su vinculación a la isla, organizaban en Sark sus consejos de administración. O simulaban hacerlo, porque las reuniones no eran sino un señuelo a las autoridades y un pretexto para organizar sesiones de hedonismo con alcohol a precio de baratillo. Se llaman guaridas extraterritoriales. Y de acuerdo con algunos cálculos conservadores, el archipiélago de Su Majestad la Reina podría albergar un billón de dólares en activos de potenciales evasores. Lo explica con cinismo un aforismo que gusta mucho en la City: los paraísos fiscales son los pilares del capitalismo, incluso cuando ocupan los 5 kilómetros cuadrados de Sark.

¿Cuántas excepciones medievales hay en Europa?

Sark tiene un valor más cualitativo que cuantitativo respecto a su idiosincrasia de anacronismo feudal, pero técnicamente hablando todavía hay ejemplos de régimen medieval en Europa.

El más evidente es la Ciudad del Vaticano, un miniestado cuyo jefe aglutina en su persona los poderes legislativos, judicial y ejecutivo, aunque el verdadero poder no proviene del prosaísmo temporal, sino de su dimensión espiritual como líder de los católicos.

Dividida territorialmente en parroquias, Andorra es otra anomalía conceptual, un feudo acunado por el Condado de Foix en Francia y por el Obispado de Urgel en España que solo ha conocido muy recientemente la separación de poderes y cuya Constitución data de 1993.

Forma parte de los microestados europeos. Que están dotados de privilegios tributarios y a los que también pertenece Liechtenstein, una monarquía constitucional con remedos de la Casa Habsburgo.

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