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Grietas en la memoria del Holocausto

Más de dos tercios de las estelas del monumento presentan fisuras de diversos tamaños

Una turista pasea el pasado febrero por el Memorial del Holocausto, en Berlín.
Una turista pasea el pasado febrero por el Memorial del Holocausto, en Berlín.WOLFGANG KUMM

El Memorial del Holocausto, el más famoso de todos los monumentos que se levantan en el corazón de Berlín para recordar el sufrimiento de las víctimas de la dictadura nazi, está formado por 2.771 estelas de hormigón que miden entre 0,50 centímetros y 4,5 metros de altura. Sus bases están enterradas en un área del tamaño de dos canchas de fÚtbol y ofrecen al visitante una sensación de recogimiento y desorientación.

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Pero el grandioso monumento, que recuerda el asesinato de 6 millones de judíos y que fue inaugurado en mayo de 2005, tiene un problema que hasta la fecha nadie sabe cómo resolver. Más de dos tercios de las estelas presentan grietas de diversos tamaños, a través de las cuales fluye un líquido blanco, que amenazan con convertir el memorial en un campo de ruinas.

Por culpa de un error de cálculo, el material utilizado para construir las estelas permitió que la lluvia se filtrara en los bloques de hormigón. El intenso frío del invierno convirtió el agua en hielo que actuó como una poderosa dinamita interior. Desde que aparecieron las grietas la prensa no ha dejado de formularse interrogantes sobre la parálisis de las autoridades, que todavía no han logrado tomar una iniciativa para impedir que las estelas sucumban al rigor del invierno berlinés.

“Todo el monumento parece estar sufriendo”, señaló el periódico Süddeutsche Zeitung al insinuar que el líquido blanco que fluye de las grietas eran “lágrimas simbólicas”, pero también para criticar con ironía la parálisis oficial. Las primeras grietas aparecieron a fines de 2005 y once años después el memorial presenta la imagen de un campo herido casi de muerte.

Hace unas semanas un pequeño rayo de luz de esperanza cayó sobre el memorial cuando un grupo de expertos aisló 15 estelas para someterlas a un riguroso examen médico destinado a buscar las causas definitivas de las grietas y también a experimentar nuevos métodos para poder cerrar las heridas que ha causado la naturaleza.

Los expertos instalaron sensores para medir los cambios de temperatura en el interior de las estelas en diferentes épocas del año y así poder diseñar una solución definitiva para evitar nuevas grietas en el futuro. En forma paralela, los expertos inyectaron una pasta de color amarillo en las grietas de las 15 estelas para intentar cerrar las heridas. Nadie sabe si la pasta química dará resultado.

Los trabajos que se realizaron en el mes de mayo hizo creer a la prensa local que las autoridades habían decidido acabar con la indiferencia y que estaban decididas a someter el monumento a una renovación completa, pero la fundación, algo más realista, confesó a EL PAÍS que la incertidumbre aún perdura sobre el futuro del memorial.

“Los trabajos de inspección duraron cinco semanas, pero ahora no sabemos que pasará”, admitió una portavoz de la Fundación que administra el monumento. “Aun hay un juicio pendiente que debe determinar quién es el responsable de los daños”.

El juicio se inició en 2010 y nadie sabe cuanto tiempo más puede durar. Y mientras no haya una sentencia, nadie desea asumir las responsabilidades para iniciar los trabajos y tampoco existen los fondos necesarios para financiar el trabajo de reparación de las estelas.

Las grietas no representan aún un peligro para los cientos de miles de visitantes que acuden al memorial y deambulan por los estrechos pasillos ondulantes que separan las estelas, pero ya han ensombrecido la solemnidad de un monumento que nunca ha estado libre de la polémica. La idea de rendir homenaje a las víctimas del Holocausto nació en 1988, pero los planes fueron pospuestos a causa de las barreras burocráticas, desacuerdos sobre el diseño y a una furiosa oposición de muchos alemanes y también representantes de la comunidad judía que denunciaron que el memorial ponía énfasis en el sufrimiento de los judíos y corría el peligro de simplificar el recuerdo.

Helmut Kohl temía, por su parte, que el memorial era demasiado grande y que el monumento podría convertir al país en cautivo de su propia historia. El último error oficial fue no hacerle caso a Peter Eisenmann, el arquitecto que diseñó el Memorial y que propuso utilizar piedras naturales y no hormigón para construir las estelas. “El hormigón se rompe”, advirtió; sin embargo, el elevado coste de los materiales nobles pudo más que su advertencia.

El fantasma de la ideología también jugó un rol crucial a la hora de decidir los materiales. La arquitectura nazi había utilizado la piedra para levantar edificios y monumentos, una realidad que convenció a las autoridades a decidirse por el hormigón.

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