De la industria a la ingeniería cultural
Informadores, gestores, creadores debaten en Santander el amplio abanico que engloba las más modernas tendencias entre las nuevas formas de expresión artística
No habíamos descifrado aun la fuerza de las industrias culturales cuando de golpe nos encontramos ya más allá, en un estadio superior: el de las ingenierías apunto para estructurar el futuro de la creación. Un gran tsunami de autogestión, alejado de los grandes conglomerados y apoyado por las nuevas tecnologías como feroz herramienta de ventajas insospechadas. Un inmenso espacio sin fronteras donde el arte, la música, el cine, la poesía, nadan en busca de complicidades a lo ancho de sus márgenes, como se ha podido corroborar entre el jueves y el viernes de esta semana en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
La Fundación Santillana, con la colaboración de Santander Creativa y la Fundación Botín, entre otros agentes, han reunido entorno a mesas, diálogos y debates a unas cuantas decenas de creadores, gestores e informadores en el II Congreso de Periodismo Cultural, celebrado en Santander. “Propuestas de una viva periferia ascendente que ya empieza a ser dominante en muchos aspectos”, asegura Basilio Baltasar, impulsor del congreso y director de la Fundación Santillana.
Un vasto espacio de creatividad torrencial, donde se dan la mano booktubers de 21 años y arquitectos septuagenarios, músicos que han brotado en la cuenca minera asturiana para exprimir tesoros barrocos y exploradores dotados de brújula con la que desentrañar el maremágnum del big data. “En el primer congreso analizamos la realidad y contradicciones del trabajo periodístico, en esta segunda edición hemos decidido salir al encuentro de las tendencias que más desconocemos para acercarnos a ellas con toda la curiosidad que requieren”, añade Baltasar.
Por el Paraninfo de la península de la Magdalena desfilaron tras la inauguración, en la que participaron Ignacio Polanco, presidente de la Fundación Santillana, César Nombela, rector de la UIMP, Íñigo Sáenz de Miera, director de la Fundación Botín e Íñigo de la Serna, alcalde de Santander, sabios de una moderna aproximación a la ciudad, como el arquitecto Carlos García Delgado o Josep Ramoneda, impulsor del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona o ex ministros como Miguel Ángel Moratinos, hoy responsable de la Fundación ONUART.
“En el primer congreso analizamos la realidad y contradicciones del trabajo periodístico, en esta segunda edición hemos decidido salir al encuentro de las tendencias que más desconocemos", asegura Basilio Baltasar
Su experiencia dialogaba con la frescura que aportaron Martitara, booktuber estudiante de periodismo, “nada que ver con la crítica”, avisaba, pero prescriptora de libros con cifras nada desdeñables en España y toda América, donde cuenta con una audiencia cuantificada de 25.000 seguidores. O la videoartista Regina de Miguel, residente en Berlín, que con su obra Cibersin indagó en el futurismo de Salvador Allende. O Tania Safura Adam y Sarah Ardite, almas de Radio África Magazine, un compendio de arte, diálogo entre culturas y música que limpia de tópicos al continente.
Notas fueron también las que puso Aaron Zapico, una de las tres patas junto a sus hermanos, Pablo y Daniel, de Universo Zapico, milagro de la cuenca minera de Langreo, que acabaron con pico y pala pero no en busca de mineral, sino entre partituras olvidadas de músicos coetáneos de Bach o Haendel. Fueron bandas sonoras que precedieron a la explicación de arte casual reivindicada por el filólogo, escritor y ornitólogo Francisco Lerín: “No surge como algo propio de la voluntad artística, proviene del azar como fuente de creación”, aseguraba ante el auditorio.
Tiene también que ver con ese juego volante que marca el ritmo de la contemporaneidad junto a los signos del big data, esos billones de partículas plagadas de información que no somos capaces de descifrar sin la ayuda de gurús como José Zapata, de Teknedata o Alex Gasulla, de Domestic Data Streamers, ambos en Barcelona. El último llegó cargado de una apabullante profecía: “En 2020 contaremos con más datos sueltos que estrellas en el universo”. Daban ganas de preguntar: ¿Y de qué nos servirán si no somos capaces de interpretarlos? Ahí entra el periodismo… Con su equiparable bagaje de incertidumbres.
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