Centauros en el desierto yihadista
El filme se adentra en la búsqueda, la de un padre con los modos y maneras del Ethan Edwards de 'Centauros del desierto'
Hay que ser muy osado para acercarse al mito de Centauros del desierto. No para componer un remake ni mucho menos un plagio, sino una relectura: una película auténticamente nueva que, mirando de frente la premisa argumental de la obra maestra de John Ford y alcanzando buena parte de sus subtextos, ofrezca absoluta contemporaneidad con una de las claves de nuestro tiempo, el yihadismo. El atrevido es un director novel, pero no un cualquiera: el francés Thomas Bidegain, guionista de las películas de Jacques Audiard Un profeta, De óxido y hueso y Deephan, y de la magnífica Perder la razón, de Joachim Lafosse. Y la apuesta es apasionante en el fondo y bellísima en la forma.
MI HIJA, MI HERMANA
Dirección: Thomas Bidegain.
Intérpretes: François Damiens, Finnegan Oldfield, Agathe Dronne, Ellora Torchia.
Género: western. Francia, 2015.
Duración: 106 minutos.
La niña blanca raptada por los indios es esta vez una francesa huida de su casa junto a un musulmán radicalizado. Lo estamos viendo cada día. Desde Londres o desde Melilla. Chicas que huyen de sus hogares occidentales para hacer la yihad. La fina línea que a veces separa, además en relativo poco tiempo, a una adolescente encerrada en su cuarto oscuro de casa, puerta a cal y canto, secretos en el armario de su mente, donde internet y la mensajería moderna son un misterio cotidiano, de una escapada esquiva y absolutamente sorprendente para sus tolerantes y despistados padres. Bidegain, con buen criterio, comienza su odisea (el mito griego ya estaba en Ford) sin mostrar a la joven. Y se adentra en la búsqueda, la de un padre con los modos y maneras del Ethan Edwards del clásico: lleno de prejuicios y de ira, contradictorio, razonablemente humano.
De excelentes fotografía y diseño sonoro, Mi hija, mi hermana (Les cowboys, en el original francés) destaca también por el tratamiento de las elipsis. Cuando, tras un hermoso fundido a negro, se oye "eres el francés que estuvo en Yemen el año pasado", y aún pensabas que habían pasado un par de días desde la desaparición, sabes que detrás del recurso elíptico hay un narrador con mayúsculas. Bidegain, simbología del western a cuestas, se adentra en los hostiles ambientes del yihadismo. En Siria o Irak, pero también en Ámsterdam, Amberes o Bruselas. Y articula una gran película de silencios y de rostros, de amargura y de dolor contemporáneos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.