Boa Mistura, el arte de tatuar la ciudad
La agrupación española de artistas callejeros se consagra a nivel mundial con intervenciones en Europa y América
Entre las vías periféricas de la Alameda de Osuna (Madrid), las favelas de Río de Janeiro o las calles con postes de luz deshilachados de Brooklyn, a la vista, bien presentes, colgando de los puentes, los muros y las paredes, puede existir algo en común: un grafiti, un mural, una intervención de Boa Mistura.
Sus cinco miembros se conocieron sorteando carriles y espiándose cuando asaltaban las aceras de su barrio, cercano al aeropuerto de Barajas. En el centro y las afueras de Madrid bullían los grafiteros de espray en mano como si portaran una espada láser. Una muchachada que crecía entre la leyenda del antifaz marca Banksy, mucha vitalidad modo protesta y rabia artística con conciencia de obra efímera.
Si los cinco miembros de Boa Mistura intervienen en los espacios es para dignificarlos. Hoy más que nunca. Pero ellos creen que su trabajo podría resumirse en una metáfora: "Tatuamos las ciudades", dicen. Y no extraña que esa necesidad se haya ido amamantando con vitola alternativa en un país de bloques de cemento uniformes y especulación inmobiliaria, más pendiente del pelotazo que del mínimo rubor estético.
Mientras algunos preferían jugar al fútbol, nosotros pintábamos en la calle”, asegura Pablo Purón
Así fue como Javier Serrano, Rubén Martín —hoy voluntariamente retirado del grupo—, Pablo Purón, Juan Jaume y Pablo Ferreiro fueron labrando lo que son hoy: un colectivo de artistas comprometidos con los espacios públicos. Cinco soldados que asaltan la cabeza y los sentidos de cualquier viandante mediante pintadas en paredes huérfanas de atención o versos en los pasos de cebra. No solo en España, también en Europa y en países de toda América, donde son requeridos para constantes intervenciones.
Recién llegados de Chile, acaban de inaugurar en PHotoEspaña su muestra Mi raíz es (galería Ponce + Robles hasta el 16 de julio). Les espera un verano y un resto de año agitado entre Brasil, Colombia, Estados Unidos… Conservan una pureza de concentrado trabajo en equipo. Cuando andan por Madrid, aprovechan para diseñar nuevas acciones —clandestinas y a cara descubierta— en su local de Conde Duque.
Coincidieron en el instituto y algunos en la guardería. Frisan los 33 y 34 años. “Mientras algunos preferían jugar al fútbol, nosotros pintábamos en la calle”, recuerda Pablo Purón. En la universidad se dividieron, pero los fines de semana, seguían coincidiendo por el barrio. Sin embargo, eligieron carreras complementarias, básicas para su triunfo como equipo: Rubén se hizo ingeniero de caminos, Purón, publicitario; Ferreiro entró en Bellas Artes, Serrano se decidió por la arquitectura y Jaume eligió la fotografía con alguna noción de económicas y empresariales.
Hoy son un colectivo constituido como sociedad donde todos esos elementos se mezclan. “Salimos de la universidad. Más tarde, hacia 2010, nos vimos obligados a tomar decisiones y nos lanzamos a dedicarnos a lo que más nos gustaba: el arte”, afirma Javier Serrano.
Resultó natural. Lo que ha volado como un meteorito ha sido su reciente crecimiento global. “Acudimos a comunidades muy humildes y las transformamos en color, con mensajes claros”, insiste Serrano. Han incorporado la palabra no hace mucho a su estética formando un conglomerado de imponente grafiti poético. “Cuando comenzamos a escribir poemas en la aceras no teníamos permiso, fue un acto clandestino”.
Deseaban dotar de significado espacios inocuos: Te comería a versos. Me sentí astronauta perdido en tus lunares. Tú, la longitud de mi debilidad. Te haré el humor hasta llegar al orgasmo… Se tragaron aquellas palabras las pisadas de los viandantes, las escobas y mangueras de los barrenderos. “Se han borrado, forma parte de la vida, nuestro cometido es efímero”, sostiene Purón.
Y, a veces, arriesgado frente a las autoridades. Ahora intentan culminar las cúpulas del mercado de La Cebada. Van arrancando permisos aquí o allá. Pero cuando no los tienen, se lanzan cueste la multa que les cueste. “Si decidimos que un espacio necesita una mejora estética, lo abordamos”, comenta Serrano. “Si viene la policía no salimos corriendo, esperamos a la patrulla”, añade Pablo Ferreiro. A veces, los municipales se quedan mirando, se convencen de que queda mucho mejor así y les dejan terminar.
Cambiar, transformar, nunca ensuciar el espacio, es una de sus máximas. “Las ciudades son organismos vivos, mutan en cortos periodos de tiempo, nos consideramos parte activa de esa dinámica y seleccionamos cuidadosamente lo que hacemos para evolucionar. Que sea legal o ilegal, para nosotros no resulta determinante”, agrega Serrano.
Boa Mistura significa buena mezcla en portugués. Y a ello se atienen. Lo mismo en espacios públicos que en muestras fotográficas o diseños de discos. De su organización y su traducción a la realidad de las burocracias se encarga Juan Jaume. “Vivir de tu sueño implica una porción de realidad”, asegura el más experto en números y encargado del vídeo arte. Aunque a la hora de hacer los contratos figura en el tiempo de trabajo una cláusula marca de la casa: de lunes a jueves, entre 10.00 y 19.00. Los viernes, a partir de las 10 hasta la hora del aperitivo. Este, incluido. “Eso sí, cuando estamos fuera, trabajamos de sol a sol”.
De Madrid al cielo latinoamericano
De Latinoamérica cargan la luz. No han dejado de proliferar en Colombia, Panamá, Cuba, México. Han llevado a las favelas brasileñas conceptos como verdad, belleza, firmeza, orgullo… Adornado Nueva Delhi con tigres bengalíes e iluminado la Bienal de Venecia o las calles de París, Milán o Barcelona con marcas de la casa. Son el colectivo artístico callejero español que se ha consagrado con más velocidad entre el urbanismo asfixiado de las grandes ciudades y los acontecimientos artísticos internacionales. La bocanada colorista, poética e irreverente que destilan ha contagiado barriadas y plazas.
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