De la edad de oro de la televisión a ¿la sobredosis?
Se producen más series que nunca, con temáticas más variadas y para diferentes plataformas. El modelo televisivo ha cambiado
¿Tiene la sensación de que hay demasiadas series? ¿No da abasto para ver todos los títulos que le recomiendan, todas las series que salen en las conversaciones de su círculo de amigos y todas las que los blogs, medios y redes sociales señalan como imprescindibles? No está solo en esa sensación. Hace casi un año, el presidente del canal estadounidense FX, John Landgraf, ya avisó de que "simplemente hay demasiada televisión". Lo hizo en un encuentro de la Asociación de Críticos de Televisión, donde también acuñó el término que se utiliza desde entonces para describir la nueva era de la pequeña pantalla: Peak TV, traducible como el pico de la televisión. El debate quedaba abierto: ¿hay demasiadas series? ¿Hemos llegado a la cima en cuanto a producción de ficción por capítulos? ¿O es simplemente un cambio de paradigma?
En 2015 se produjeron 409 series solo en Estados Unidos, una cifra récord que prácticamente dobla las que había en 2009 (211). En 2016 parece que el número será mayor, espoleado por el aumento del contenido original producido por plataformas online. Netflix ha anunciado más de 600 horas de contenido original para 2016, el doble que hace dos años, y una inversión en compra de series de 5.000 millones de dólares. Algunos expertos auguran que en 2017 la tendencia empezará a revertirse y que esta supuesta burbuja de series está a punto de explotar. Otros lo explican simplemente como un cambio en el ecosistema televisivo: donde antes había unas cadenas con una parrilla limitada, ahora hay múltiples opciones y plataformas para distribuir un contenido que no encuentra límites.
Mientras, al otro lado hay una audiencia tan variada y fragmentada que permite que prácticamente haya una serie perfecta para cada espectador. "Hemos pasado de valorar la audiencia como grupos de espectadores a valorarla casi como individuos", explica Adriana Izquierdo, analista de guiones y bloguera en Vaya tele. "Hasta la cadena más pequeña tiene público para una serie original y hasta el proyecto más de nicho tiene su hueco y su audiencia", continúa.
La crítica de televisión del New Yorker y reciente ganadora del premio Pulitzer Emily Nussbaum definió esta era televisiva como "la época caramelo", con series perfectas para consumir en forma de maratón, "sugestivamente diversas" y que permiten la "celebración por igual de comedia, melodrama y géneros diversos". Series, en definitiva, menos preocupadas por el prestigio y más centradas en ser apetecibles para un determinado tipo de público. "La tercera edad de oro entra en una nueva fase, se adapta a los nuevos medios y se reinventa para subsistir", explica Jorge Carrión, autor de Teleshapeskeare (Errata Naturae),
Frente a la reciente edad de oro de la televisión, con series como Los Soprano, Breaking Bad, Mad Men o The Wire, que dieron protagonismo al antihéroe y contaban historias ambiciosas presididas por la ambigüedad moral, la Peak TV se caracteriza por una mayor diversidad en sus personajes y temáticas, la hibridación de géneros y la multiplicación de plataformas para su difusión y producción, lo que da a los creadores, guionistas, directores y actores más oportunidades.
Más series pero también, más cortas. De los 23-24 capítulos por temporada en los canales en abierto estadounidenses o los 12-13 de las cadenas de cable ahora es frecuente encontrar temporadas de 6, 8, 10 o 16 episodios, una brevedad que ha facilitado la incorporación de estrellas del cine a la pequeña pantalla al no verse atados a un mismo proyecto durante largos periodos de tiempo. Para el guionista y productor Carlton Cuse, "una vez que Woody Harrelson y Matthew McConaughey hicieron True Detective, se abrieron completamente las puertas a que cualquier actor pueda hacer televisión", decía recientemente en Vulture. Es posible que la comedia que Woody Allen prepara para Amazon sea la cumbre de ese trasvase de talento de la pantalla grande a la pequeña. Susan Sarandon, Amy Adams, Drew Barrymore, Naomi Watts, Ewan McGregor o Daniel Craig son solo algunos de los actores que están embarcados en diferentes proyectos televisivos.
La situación en España
En 2015, la ficción fue el género con más presencia, ocupando una media del 31,6% de la parrilla de las cadenas nacionales, según datos de Kantar Media. La cifra creció respecto a 2014 (30,8%) y 2013 (30,3%).
Series como El Ministerio del Tiempo o Vis a vis exploran temáticas más arriesgadas y se producen con una factura cinematográfica.
Movistar + ha apostado por la producción propia de series, con proyectos que tienen detrás nombres provenientes del cine como los de Alberto Rodríguez, Cesc Gay, David Trueba o Juan Cavestany.
Netflix prepara la primera serie española, producida por Bambú (Velvet, Gran Hotel).
Y todo esto en un panorama en el que se multiplican las plataformas que deciden apostar por la producción de contenido propio. Netflix, Amazon, Hulu, CBS All Access, YouTube Red o incluso PlayStation se han embarcado en la producción propia animados por los nuevos hábitos de consumo televisivo, en los que los espectadores eligen cuándo, dónde y cómo ver sus programas favoritos. La consecuencia ha sido una caída pronunciada de la audiencia en directo de las series en las cadenas en abierto estadounidenses. "La Peak TV ha obligado a redefinir el concepto de éxito de los programas, y empezar a poner en valor esa otra audiencia que ve los programas a demanda sin las imposiciones de la parrilla y a explorar otro tipo de publicidad online", explica Elena Neira, autora de los libros La otra pantalla y El espectador social. Para Neira, "programas como Scream Queens, Empire o Quantico son ejemplos de esta tendencia. La intensidad de la actividad en segunda pantalla durante las emisiones en directo ha contribuido a relajar las exigencias de los datos de audiencia porque permite identificar núcleos de audiencia muy fidelizada que actúa como evangelizadora del contenido", añade.
Esta situación de sobrepoblación seriéfila hace que sea más complicado que una novedad destaque y que haya más posibilidades de que el espectador se pierda pequeñas joyas ocultas en la marea. Cuando Landgraf se refirió a la Peak TV mencionó el caso de The Americans, una de esas series que quizá en otro momento habrían recibido mayor atención. Pero el nuevo paradigma también hace posible que se mantengan en pie títulos que no sobrevivirían o no habrían existido de otra forma. American Crime, The Leftovers o Transparent (las dos primeras con datos de audiencia muy bajos y la tercera, producida por Amazon) no estarían preparando sus terceras temporadas si no fuera por este nuevo ecosistema televisivo.
En definitiva, más y mejores producciones televisivas, más variadas y que llegan a través de diferentes plataformas. Las series se expanden y multiplican.
El espectador en la nueva era
Tan complicado es para una serie destacar entre la marea de ficción televisiva que inunda el mercado hoy en día como que el espectador consiga dar con los títulos que de verdad merecen la pena. La era del pico de la televisión tiene ventajas y desventajas para los seriéfilos. "La idea inicial es pensar en lo beneficioso que resulta para el seguidor de series el disponer de tantísimas y tan variadas opciones", dice Adriana Izquierdo. "Es cierto que hay tanto ruido que quizá es más complicado rebuscar. Sin embargo, las redes sociales y la conversación global facilita mucho la tarea", continúa Izquierdo, que destaca que ahora cualquiera se puede convertir en prescriptor.
Si el espectador ha tenido que aprender a ser más selectivo, también ha tenido que cambiar la forma en la que habla de las series. "Hemos cambiado la conversación simultánea de las series propia de una programación basada en la cita por una en la que se habla de las series en general", añade la bloguera. Como recuerda Izquierdo, se ha multiplicado el número de productos interesantes pero el tiempo del que dispone el espectador es el mismo, lo que en ocasiones genera una sensación de estrés inevitable.
Las cadenas y las plataformas online también sacan provecho de los nuevos hábitos de consumo ofreciendo títulos que las nuevas generaciones no vieron en su momento o temporadas pasadas que facilitan el reenganche a las nuevas entregas. "La cola de espectadores de un programa se retroalimenta gracias a una nueva cultura de consumo audiovisual basada en el streaming y los maratones de series. La estrategia de hacer disponibles las últimas temporadas en servicios de vídeo bajo demanda se ha convertido en clave para el estreno de las nuevas entregas", explica Elena Neira.
Babelia
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