El baile en una noche primaveral
Tame Impala y LCD Soundsystem cerraron los escenarios principales poniendo en danza a una multitud
El colofón de la jornada inaugural del Primavera Sound tuvo lugar en la gran explanada que ubica los dos mayores escenarios, construcciones del tamaño de un festival de verano hiperventilado. En aquel enorme campo de fútbol tamaño orco, la multitud recuerda también a una descomunal pelota de pimpón que se desplaza entre uno y otro, que situados frente a frente delimitan el espacio por el que la pelota se mueve. Allí, a partir de casi medianoche reclamaron el protagonismo Tame Impala y LCD Soundsystem, dos formulaciones diferentes de la música festiva que hoy triunfa.
Los primeros en catar aquellas medidas que los dejaban reducidos en escena al tamaño de un pigmeo bajito fueron Tame Impala con su música para ser feliz. Es cierto que la felicidad que facturan los australianos reblandece las facciones de quien se expone a ella, pues pese a los toques psicodélicos sus melodías parecen haber nacido directamente bajo el chorro de la ducha. Hay además algo que ayuda a consumirlos, y es que muchas de sus composiciones, interpretaron catorce, recuerdan a sintonías televisivas de series, programas de entretenimiento o incluso publicidad. De la buena, por supuesto, no se trata de ofender a nadie que apueste por hacer feliz al respetable. Su puesta en escena, un poco hippie, resultó colorista pero poco imaginativa, teniendo el principal vector en el lanzamiento de confetis, algo más bien naif si es el único argumento que se sale de los colorines en las luces.
Pero para que no todo fuese tan bonito, Tame Impala hubieron de pasar por el peor trago de un músico en escena, quedarse sin sonido. Interpretaban Eventually y de repente el sonido se fue de vacaciones, dejando a aquellos pigmeos mudos aunque aún gesticulantes. Tardaron algo en darse cuenta de que sus canciones solo estaban siendo escuchadas por sus juanetes y por las dos primeras filas de público, momentos que por fortuna no se estiraron en el tiempo. Coitus interruptus, maldiciones entre los técnicos y al rato todo solucionado. La banda pudo enfocar el tramo final de la actuación, con bastantes elementos en común con Flaming Lips pero sin ni la mitad de gracia en escena, y cerraron con Apocalypse Dreams, Feels Like We Only Go Backwards y New Person, Same Old Mistakes.
La pelota de público se dirigió entonces hacia el otro escenario, donde un par de centenares de espectadores ya estaban emplazados desde hacía rato, de espaldas al escenario donde Tame Impala actuaban, solo atentos a cómo unos “pipas” ultimaban los detalles del show de James Murphy. También permanecían sin moverse las féminas que hacían cola en los lavabos, cuya longitud permitía conjeturar que es mejor ponerse a hacer cola antes de que lleguen las ganas de miccionar si no se desea estallar esperando el momento liberador. Por el suelo ya había dispersa una pequeña cantidad de personas rendidas y abandonadas al sueño, que apenas repararon en que el concierto de LCD Soundsystem comenzó con algo de retraso. Desde luego les importó un bledo.
La banda norteamericana sí cuidó el espectáculo más que Tame Impala, y su sonido resultó mucho más denso y corpóreo, propio de una propuesta que fundamente su pegada en la cuadratura del ritmo. Poco más o menos hicieron el repertorio de Coachella, arrancando con Us vs them, Daft Punk Is Playing In My House y I Can Change. La pista bailaba, en especial ellas, determinando una tipología de comportamientos cuyo tercer eje lo representaban quienes ya estaban literalmente volando. Bailar, dormir, volar, bien podría ser un epítome del concierto de LCD y de cualquier festival una vez pasado el Rubicón de la una de la madrugada.
A todo esto Murphy y su banda iban a lo suyo, a ofrecer una versión más dura, correosa y menos elástica de Talking Heads, en especial en temas como el Home que abrió el tramo final de la actuación. Mientras sonaba este tema una larga hilera de señoritas extranjeras paseaban por la zona enarbolando pulseritas rojas como para no perderse, o es que quizás era una despedida de solteras, sin duda uno de los peores azotes de la humanidad junto con las de solteros. Podían pasear igual escuchando las Variaciones Goldberg porque la fiesta iba por dentro, ajena casi por completo todo lo demás. El sonido pareció algo menos potente que en otras actuaciones, y era preciso situarse relativamente cerca para dejarse secuestrar por la propuesta, que en sí misma tiene algo de físico que se diluye en la distancia. Eso sí, los ojos tenían trabajo a destajo, ya que la pantalla que tenía el grupo por detrás ofrecía imágenes multicolores y las pantallas de la realización del festival ofrecían algunos planos muy cuidados, basándose en asimetrías que ofrecían el torso de Murphy en un ángulo, dejando el resto del plano casi vacío.
Con el público ya marchando por la salida de emergencia que se abre por la noche, situada en un lateral del escenario donde actuaba LCD, la banda concluyó con All My Friends dejando bastante exhausto al personal. Eran casi las tres de la madrugada y los actos centrales del primer día tocaban a su fin. Hoy seguirá la fiesta. El Primavera solo acaba de comenzar.
Babelia
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