Sr. Chinarro: “Prácticamente vivo en un tonel”
El músico hispalense cuestiona los fundamentos de la sociedad de consumo en 'El progreso', uno de sus mejores trabajos
Antonio Luque (Sevilla, 1970), máximo responsable de Sr. Chinarro, no tiene reparo en admitir que durante los últimos años le ha ido solo regular. Que hizo dos álbumes de temática incómoda –¡Menos samba! en 2012 y Enhorabuena a los cuatro en 2013– un poco “a la ligera”. Que la incursión autogestionaria de Perspectiva caballera –trabajo que publicó con su propio sello en 2014– no tuvo buenos resultados porque el disco “era bastante rarito”. Que llamó a su amigo Jota Rodríguez, líder de Los Planetas, para que asumiera el rol de productor artístico y le ayudara a encarrilar El progreso, su nuevo álbum, que presentará hoy en la jornada de apertura del festival Primavera Sound de Barcelona. “[Jota] Siempre da buenos consejos”, explica. “Tiene un estudio en su casa que suena muy bien, se rodea de buenos profesionales, en este caso los chicos de Pájaro Jack. Dijo que podía grabarlo con ellos, que eran buenos músicos. Y lo son. Sus consejos, su visión… Jota es un melómano de primer nivel, como todo el mundo sabe”.
No es la primera vez que el reputado músico nazarí –“el hermano mayor”, según Luque– acude al rescate. Lo hizo allá por 2005, a la altura de El fuego amigo, obra inolvidable que redefinió a Sr. Chinarro y le puso en el camino de la profesionalización. Vuelta a Granada para trabajar, por tanto, aunque nuestro interlocutor sigue viviendo en Málaga, ciudad que tampoco es que le haga demasiado tilín. “De Málaga al final lo único que aprecio es el mar”, confiesa. “El mar como puente a… Lo que fue Málaga siempre, un puerto, un sitio para llegar e irse, no para quedarse. No es lo que hubiera querido para mí pero, bueno, tengo un hijo allí. El clima es excelente, no vamos a decir lo contrario. Y hay más cosas positivas. Las sardinas, por ejemplo”.
El progreso sorprende, entre otras cosas, por su dinamismo. Contiene estándares chinarros como La ciudad provisional, composición de aire sureño con la que el autor reivindica su oficio. También encontramos en él piezas de tono psicodélico en las que se nota la mano del productor, como el tema titular, en el que colabora Soleá Morente. Y son dos canciones –La fiebre del oro y Walden– las que parecen definir el estado de ánimo en que se gestó.
La primera, de atmósfera fronteriza, nos hace pensar en La Mina, uno de los primeros relatos publicados por Luque allá por 2009. “Sí, es más de lo mismo”, reconoce. “Somos tanta gente preocupada con el dinero. Yo mismo a veces me digo ‘¿cuánto tiempo de este día he estado pensando en dinero?’… Y luego igual te has gastado 10 euros ese día, pero lo has vivido bien y sin embargo estás preocupado… Estamos muy preocupados con el dinero como para pensar en ideologías políticas. Creo que todos quisiéramos que nos tocara una lotería como las de [el expresidente de la Diputación de Castellón, condenado por corrupción, Carlos] Fabra. Hoy sale en libertad. Ha estado [encarcelado] un año y medio”.
Walden, la canción que cierra el álbum a modo de conclusión, se inspira en la obra del mismo título escrita por H.D. Thoureau a mediados del siglo XIX y cuestiona, como aquella, la idea de progreso abogando por una vida sencilla y de retiro en contacto con la naturaleza. “Yo, como Diógenes [de Sínope, padre de la escuela filosófica cínica], tengo bastante con que no me quiten el sol. Para mí es un modelo de comportamiento, prácticamente vivo en un tonel. Solo tengo los pocos libros que no he conseguido leerme, los demás ya los he regalado”.
Babelia
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