‘Afal’, una voz en el desierto
El Reina Sofía presenta una muestra de la rupturista publicación que en los cincuenta dio a conocer a los mejores fotógrafos españoles
En el páramo cultural de la España de los cincuenta, y más en concreto en la desértica Almería, dos locos jóvenes obraron un milagro: lanzar una revista, Afal, que rompía con la fotografía española academicista y atrajo a los fotógrafos españoles que, dispersos en la Península, marcaban el paso de una nueva forma de retratar, la que ponía el foco en el compromiso social, conectada al neorrealismo. De lo que supuso aquella publicación especializada en fotografía y cine, de cómo se gestó y su trastienda da cuenta una muestra en el Museo Reina Sofía, presentada ayer lunes y encuadrada en el certamen PHotoEspaña.
Uno de los dos impulsores de Afal fue el fotógrafo Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930) quien, junto al también almeriense José María Artero, fallecido en 1991, encabezaron la renovación desde la Agrupación Fotográfica Almeriense (de ahí el nombre de Afal) con un manifiesto por una fotografía libre y con la transformación del tradicional boletín de su agrupación en una revista bimestral que vivió solo siete años (1956-1963) porque, como dice Pérez Siquier con ironía: “Las revoluciones tienen que morir jóvenes”. En realidad fue la cuestión económica y la dedicación de los fotógrafos del grupo a sus trabajos ya como profesionales los motivos que apagaron la revista.
La comisaria de la muestra, Laura Terré —hija de Ricard Terré (1928-2009), otro gran fotógrafo que se vinculó a Afal—, explica que, junto al dúo de almerienses, hubo un “núcleo intelectual” formado por Oriol Maspons (1928-2013) y Gonzalo Juanes (1923-2014), y poco a poco se unieron al grupo Ramón Masats (1931), Xavier Miserachs (1937-1998), Gabriel Cualladó (1925-2003), Leopoldo Pomés (1931), Alberto Schommer (1928-2015)… De estos y otros autores se pueden ver unas 60 imágenes procedentes de los fondos del museo. Pérez Siquier es el artífice de la exposición, Humanismo y subjetividad en la fotografía española de los años 50 y 60. El caso Afal, gracias a las más de 40 cajas repletas de documentación que ha donado al museo tras medio siglo de custodia: ejemplares y maquetas de la revista, una veintena de fotografías, cartas y postales y cuantiosos papeles.
Pérez Siquier (premio Nacional de Fotografía en 2003) fue breve en la presentación: se acordó de su amigo Artero, “con quien tenía lazos más allá que si fueran de sangre”, y se definió como “un superviviente de aquella etapa junto a Masats”, que se acercó al Reina Sofía. El director del museo, Manuel Borja-Villel, destacó el papel “instrumental” de Pérez Siquier en el grupo Afal y anunció que la exposición, abierta hasta el 7 de noviembre, es el punto de partida para el estudio en el museo de esa fotografía española, con adquisiciones que renovarán una oferta expositiva que "será itinerante". Mientras que Terré destacó que aquel proyecto se gestó “sin dinero y con censura”, y recogió la cita de Maspons: “Afal fue un flechazo”. Sobre los problemas con los censores del franquismo, abundo Pérez Siquier: "Nosotros demostrábamos que había una España doliente", como la que él retrató en la barriada almeriense de La Chanca.
La revista Afal no solo imantó a los mejores de la fotografía española, también difundió en el extranjero esa nueva mirada, trabando relaciones con grupos similares como Les 30 x 40, de París; la Bussola, de Milán; o La Ventana, de México. Terré, que hizo su tesis de Bellas Artes sobre Afal, cita como hito la exposición en París, de 1959, sorprendentemente amparada por el embajador de Franco en Francia, que exhibió las piezas de los miembros del grupo y que luego viajó a Berlín, Milán y Moscú.
Los responsables de Afal se tomaron con humor el final de su aventura. El fuerte déficit arrastrado desde el costoso Anuario de la Fotografía Española de 1958 —2.500 ejemplares en huecograbado con más de 100 fotografías de 48 autores—, que no logró las ventas esperadas, les pasó factura. En una de las vitrinas se muestra la tarjeta que imprimieron para informar del deceso: una foto de una lápida en la que está grabada la palabra Afal. Como escribió Artero, meses antes de su muerte, ocurrida en 1991, con motivo de la primera ocasión en que se reunió todo el grupo en Almería: "Quedamos exhaustos económicamente y fuera de combate, pero Afal había afirmado su existencia y la fotografía española ya era otra”.
Babelia
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