“No puedo relacionarme con el mundo de hoy”
El cineasta polaco está trabajando en la adaptación de Limónov junto a Emmanuel Carrère
Así es como un Oscar te cambia la vida: Pawel Pawlikowski está sentado en una sala de cine construida en medio de la nada en la costa de Jalisco, en el Pacífico mexicano. Su llegada a Arte Careyes, un peculiar festival, hubiera sido difícil si la Academia de Estados Unidos no le hubiera otorgado la estatuilla a Ida en 2015 por mejor película extranjera. “No me gustan los festivales obvios, prefiero los que eligen sus cintas a mano, adonde van muchos cinéfilos alejados del comercio y negocio de la industria”, dice tras sorber un fresco mojito de un popote de colores en un vaso de vidrio artesanal.
El cineasta polaco (Varsovia, 1957) admite que tuvo que llamar a Alfonso Cuarón y a Alejandro González Iñárritu tras recibir la invitación a Careyes, uno de los destinos turísticos más exclusivos de México y donde se lleva a cabo una elitista muestra de cine y arte. “’Ve, será divertido’, me dijeron”. Pawlikowski no suda con su chaqueta negra bajo el rabioso sol de la Costa alegre, donde impartió a un grupo de actores y cineastas un taller intensivo. “Admiro lo poco cínicos que son los jóvenes. No están pensando en hacer mucho dinero o irse a Hollywood. Les emociona hacer cine aquí y ahora”, dice el director, aunque reconoce que su visión puede estar viciada por la ingenuidad del turista.
En el cuerpo de Pawlikowski, graduado en Filosofía y Literatura alemana en Oxford, viven dos cineastas. Del primero, un reputado documentalista que trabajó para la televisión británica, queda un recuerdo desdibujado. Comenzó a retratar la Europa del este en 1988 y fue testigo de la caída del comunismo. “Era un momento muy vibrante y me tocó capturar cosas históricas sin proponérmelo”, afirma.
Aquellos años, que define como de “aventura permanente”, han estirado la mano al Pawlikowski de hoy, el contador de estilizadas ficciones que satisfacen a un pequeño nicho. En 1992, el cineasta dirigió el documental Serbian epics, un retrato de la guerra bosnia. Su fascinación por los personajes lo llevó a toparse con un excéntrico ruso llamado Eduard Limónov. En 2011, ese nombre estaría en boca de todos gracias a la pluma del francés Emmanuel Carrère, que lo convirtió en protagonista de un libro mimado por la crítica.
El cineasta polaco admite que está trabajando junto a Carrère en una adaptación cinematográfica de Limónov. “Es un personaje increíble, que estaba adelantado a su tiempo”. El protagonista comenzó como obrero metalúrgico en una provincia rusa, se transformó en poeta del submundo moscovita y vividor decadente en Nueva York para, finalmente, convertirse en una celebridad que coqueteaba con el fascismo a su vuelta a Rusia. “Su historia dice mucho de hoy, de la confusión y la atracción que tenemos por las ideas de la derecha, lo que es terrorífico”, dice Pawlikowski.
El proyecto busca financiamiento, pero el director asegura que ya la desarrolla con la compañía italiana que tiene los derechos del libro. “La quiero hacer en ruso con un actor ruso, el que sea adecuado, pero no quiero que sea una estrella”, confiesa.
Antes de que las aventuras del ruso lleguen a las pantallas, Pawlikowski debe ajustar cuentas con Polonia. El director prepara para este otoño el rodaje de una historia que abarca doce años ambientada en la década de los cincuenta. “Voy para atrás en el tiempo”, dice en referencia a Ida, situada en los sesenta. “No puedo relacionarme con el mundo de hoy, donde la humanidad es demasiado mediática, idiota e influenciada por las imágenes e Internet. Esa humanidad era más expresiva.” Los espectadores pueden esperar una nueva obra en blanco y negro, como hizo con su historia sobre una novicia que visita a su tía para descubrir que es de origen judío.
"Los polacos no somos idiotas"
Pawlikowski rodó Ida al volver a Varsovia tras varias décadas en Londres. Por su mente pasó nuevamente la idea de emigrar de Polonia después del triunfo del ultraconservador partido Ley y Justicia en las elecciones de octubre. "Pensé, ¿por qué? Si la gente como yo se va es un despropósito porque dejamos el terreno a estos peligrosos imbéciles populistas". El cineasta se quedó y la tensión creció.
El mes pasado la televisión pública, en manos de los conservadores, transmitió su oscarizada película no sin antes calificarla de antipolaca y de ser un insulto al pueblo al presentar una interpretación falsa de la colaboración polaca con los nazis. “El plan es apoderarse de los medios del Gobierno y lavar el cerebro a la población y tomar el [tribunal] Constitucional para aprobar todas las leyes que quieran. Tengo fe en que la gente despertará y reaccionará. No somos idiotas”, señaló el director, antes de subrayar que el polémico Gobierno ultraconservador llegó al poder con el 37% de los votos.
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