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Dinero y poder en torno al 11-S

El exanalista de la NSA Bill Binney ataca a la agencia y sus fallos en un documental 'A good american' se proyecta hoy en DocumentaMadrid

Tommaso Koch
El exanalista de la NSA y matemático Bill Binney, ayer en Madrid.
El exanalista de la NSA y matemático Bill Binney, ayer en Madrid. Álvaro García

Cualquiera recuerda qué estaba haciendo el 11 de septiembre de 2001. Bill Binney, por ejemplo, aguardaba en una sala de espera. Mientras su suegro era atendido por el oftalmólogo, él vio en una televisión como dos aviones se estrellaban contra las Torres Gemelas. Lo que le distingue, sin embargo, del resto de la población mundial fueron los instantes siguientes. Mientras todo el planeta experimentaba una mezcla de terror y desamparo, el pensamiento de Binney fue otro: “Podríamos haberlo evitado”.

He aquí la tesis que este matemático y exanalista de la NSA (la Agencia de Seguridad Nacional de EE UU) defiende desde entonces. Y una de las primeras frases que pronuncia en el documental A good american, de Friedrich Moser, que se proyecta hoy en el festival DocumentaMadrid. Aunque el filme se abre con otras palabras impactantes: “Espero volver a ver tu rostro, cariño”. Es la grabación de la última llamada telefónica que una pasajera de uno de los aviones secuestrados hizo a su pareja.

Como buen analista, Binney (DuBois, 1943) basa su tajante afirmación en indicios concretos. En su carrera, ya descubrió días antes de que se produjeran la invasión de Checoslovaquia por parte de la URSS o la guerra del Kippur. Como la adivina Casandra, sin embargo, nadie hacía caso de sus profecías. Para evitar el 11-S su principal baza se llamaba ThinThread, un programa que él mismo creó, capaz de filtrar e interpretar millones de datos en busca de información útil para los servicios secretos. Tanto que halló “pistas clave” sobre los secuestradores, sus viajes, sus comunicaciones e incluso su encuentro en Kuala Lumpur en 2000, una de las reuniones donde se gestó el ataque. El software descubrió esto y más, pero lo hizo cinco meses después del 11-S. El retraso no dependió de ThinThread: fue solo entonces cuando por primera vez se decidió emplearlo para analizar el archivo de datos que la NSA ya poseía antes del atentado.

¿Por qué? “Dinero y poder”, asegura Binney. La respuesta implica al entonces director de la NSA, Michael Hayden. Fue él quien prefirió apostar por Trailblazer, otro software con un coste de unos mil millones de euros, en lugar de ThinThread, que apenas costaba 265 millones. ¿Qué diferencias había entre ambos? “Uno era un programa que ya estaba trabajando y había ordenado, hasta cierto punto, el proceso analítico. El otro a la sazón no era más que un diseño”, defiende Binney.

Años después agentes de la NSA tacharon Trailblazer de "fracaso inútil", en la revista Newsweek. Pero en ese momento respondía mejor al objetivo de la agencia, según Binney: no tanto descubrir amenazas, sino recibir más fondos del Congreso y evitar que ThinThread sustituyera parte del personal. “Nos mantienen con miedo. Así pueden pedir más dinero y más analistas, para reforzar lo que ya están haciendo y que sigue fracasando, lo que significa más muertes, de ahí que se cree más miedo”, explica el círculo vicioso el experto. O, como resumió en 2001 la mismísima número tres de la NSA, Maureen Baginski: “El 11-S es una bendición para la agencia”. Tanto ella, como Hayden, rechazaron aparecer en A good american.

El analista sostiene que ThinThread era el único remedio contra un flujo de datos que hoy en día sigue igual de inabarcable. De hecho, cree que nada ha cambiado y los servicios secretos cometen errores idénticos a los de hace 15 años. Y cita documentos internos de la NSA donde sus analistas lamentan estar "sobrecargados" por la cantidad de información que estudian. Ante la imposibilidad de interceptar todas las comunicaciones del planeta, Binney decidió fijarse en los metadatos: no importaba el contenido de llamadas, mails, etcétera, sino quiénes comunicaban, cuándo o dónde.

De paso, su programa eliminaba los datos superfluos e impedía así el control sobre los millones de ciudadanos que descubrieron gracias a otro soplón de la NSA, Edward Snowden, que estaban siendo espiados. De él, por cierto, Binney opina que debería "ir a juicio", pero que la ley es igual para todos y habría de respetarse en orden cronológico: "Antes tendrían que juzgar a Cheney, Hayden, Bush y todos los altos cargos de CIA, FBI y NSA durante su administración y la de Obama".

Paradójicamente, tras el 11-S la NSA decidió emplear precisamente ThinThread para su espionaje masivo, sin distinguir entre un civil cualquiera y un sospechoso. Era “un abuso” para Binney, que dejó la agencia en octubre de 2001, tras 36 años de carrera. Enseguida empezó a acusar a la NSA de fraude y corrupción, así como de usar el espionaje para fines como el chantaje a opositores políticos u operaciones comerciales: “Nixon sufrió un impeachment por obstrucción de la justicia, del Congreso y violación de la Constitución. Y eso que hizo solo una infinitésima parte de lo que se está haciendo ahora”.

Cuando sus críticas contra la NSA llegaron hasta el Congreso, Binney recibió en 2007 la visita del FBI en su casa y la amenaza de un juicio finalmente cancelado. Mientras, el experto y sus colaboradores lograron que el Departamento de Defensa investigara el asunto, aunque el informe publicado dos años después apareció “censurado para el público en un 95% de su contenido”. Tras los canales institucionales, Binney pasó así a los medios y, ahora, al documental. Dice que no ha sufrido ninguna represalia y tiene toda la intención de seguir luchando: “Somos la luz del sol que, cuando levantas una piedra, muestra todos los gusanos y bichos que corretean debajo”. No hacen falta metadatos para prever que la comparación no gustará en Washington.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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