Fernando del Paso critica “el principio de un Estado totalitario” en México
El autor es el sexto mexicano en ser distinguido con el máximo galardón de las letras españolas
Fernando del Paso, que ayer recibió el Premio Cervantes, es un novelista zurdo que escribe con la mano derecha, un autor “enamorado” de la Historia pero “casado” con la literatura, un pacifista que quiso ser médico militar pero terminó estudiando Economía (lo dejó cuando se dio cuenta de que se ganaría mejor la vida de publicista). También fue cónsul de México en París, pero ni la diplomacia hace 30 años ni una isquemia cerebral hace tres consiguieron que dejara de decir lo que piensa.
En su presentación del escritor mexicano, el ministro español de Cultura en funciones, Íñigo Méndez Vigo, dijo ayer en Alcalá que para Del Paso la memoria y la literatura son “instrumentos esenciales para testimoniar las luchas humanas”. Minutos después, el galardonado demostraba que la frase ministerial no era pura retórica. Sentado en la silla de ruedas en la que mueve desde que salió de la isquemia, el nuevo Cervantes recordó que el año pasado ya levantó revuelo el discurso que pronunció al recibir otro premio: el que lleva el nombre de José Emilio Pacheco. Era, pues, consciente de la expectación en torno a sus palabras. Y no defraudó. “Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar”, dijo, “continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, los abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo”. Luego añadió un matiz –“criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza”-, pero continuó: “Me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación den el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tantos públicos como de las personas. Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema”. Por si quedaba alguna duda, remachó: “Esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza”.
Sus palabras no sorprendieron a los que sabían que desde el 1 de abril de 1935 en que un médico lo tuvo que sacar al mundo, llorando “en castellano”, pero con fórceps, Fernando del Paso ha vivido a la contra. Si escribe con la mano derecha es porque sus maestras lo machacaron a reglazos cuando intentaba servirse de la izquierda: “No soy ambidextro, soy ambisiniestro”. Cuando empezó a dibujar, lo hizo con la zurda: “Así fue como se vengó de la derecha”. Su obra plástica es más que un divertimento, pero menos que una vocación. “Toda mi vida ha continuado la riña entre mi mano izquierda y mi mano derecha”, dijo. “Ninguna de las dos triunfó y esto ha significado para mí un conflicto muy profundo. Sin embargo, mi mano derecha se ha impuesto, no sé si soy escritor, pero sé que no soy pintor, nunca he dejado de escribir para dibujar y siempre he dejado de dibujar para escribir”.
Resumida someramente su vida desde que lo nacieron en la colonia Roma de la Ciudad de México, el autor de ‘Amo y señor de mis palabras’ pasó a repasar sus obras completas, que incluyen menos libros que enfermedades. Después de recordar las circunstancias en que, con una cadencia de 10 años, escribió novelas como ‘José Trigo’ (1966), ‘Palinuro de México’ (1977) o ‘Noticias del Imperio’ (1987), el sexto mexicano en obtener el galardón más importante de las letras hispanas enumeró los males que le llevaron al quirófano 15 veces (dos de ellas a corazón abierto). Así, a sus versos y narraciones sumó una apendicitis, dos hernias, dos tumores “benignos”, un “desgarre” de corazón, dos ‘stents’ arteriales y dos oclusiones intestinales. “Tal mal he estado en los últimos tiempos”, confesó, “que cuando alguien me vio me dijo: ‘Pero hombre, ¿así va usted a ir a España?’. Y yo le contesté: ‘Yo a España voy así sea en camilla de propulsión a chorro o en avión de ruedas”.
Cumplió su palabra. Ayer a las 12 estaba en el paraninfo de Alcalá rodeado de su esposa, Socorro Eduviges Estefanía Carlota –también en silla de ruedas-, y de una cuerda de hijos y nietos a los que tuvo presentes en un discurso lleno de crítica y retranca. “No vine aquí a contar mi vida y mis obras, ni para comentar mis penas”, dijo después de resumir las unas y las otras. Cuando el Rey le entregó su Cervantes, lo levantó como si fuera la copa del mundo de fútbol, ese deporte que no le interesa nada pero que ya le trajo a España como cronista del Mundial del 82. Otra fructífera contradicción de las muchas que habitan en un hombre poliédrico y multicolor que hasta en silla de ruedas parece un dandi y al que solo una embolia consiguió hacer callar. Fue en 2013. Dos años después recuperó el habla tras obligarse a releer en voz alta ‘Noticias del Imperio’, el monólogo de una emperatriz loca a la que él mismo había prestado la voz. Ayer se demostró que tenía buenas razones para volver a hablar.
Socorro y el Rey
Luciendo una corbata con los colores de la bandera de España, Fernando del Paso ha recibido el Premio Cervantes más redondo de todos. Se lo otorgaron en diciembre del año pasado —cuarto centenario de la segunda parte del Quijote— y se lo han entregado hoy que se celebran los mismos años de la muerte del autor de la novela española más universal. A esta efeméride se refirió el Rey, que también cito en su discurso las conmemoraciones en torno a Shakespeare, el Inca Garcilaso, Rubén Darío, Camilo José Cela y Ramón Llull, "uno de los grandes creadores del catalán literario". Antes Felipe VI se había dirigido a la esposa del galardonado, Socorro Eduviges Estefanía Carlota, para decirle que el galardón que acababa de entregarle a su marido también era para ella. Del Paso, que dedicó el premio a sus padres y el discurso, a Carmen Balcells, "de Cataluña", y a los escritores mexicanos Hugo Gutiérrez Vega y José Emilio Pacheco, terminó su alocución agradeciéndole su apoyo: "Socorro: perdóname si alguna vez te hice daño: te pido perdón en público". También dio, como en la canción, gracias a la vida: "Ha sido bastante cuata conmigo. Quise escribir y escribí. Nunca escribí para ganar premios, pero ya ven ustedes, aquí estoy. Quise casarme con Socorro y me casé con ella".
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