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CRÍTICA | EL HÉROE DE BERLÍN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gestas deportivas para todos

El filme tiene al mando a Stephen Hopkins, uno de esos directores incapaces de otorgar vuelo con sus recursos

Javier Ocaña
Stephan James, como Jesse Owens en 'El héroe de Berlín'.
Stephan James, como Jesse Owens en 'El héroe de Berlín'.

En los primeros años de este siglo XXI, junto a sus habituales películas de animación y familiares, Walt Disney Pictures apostó por las historias deportivas: producciones basadas en hechos reales, reveladoras de grandes gestas, demostrativas de los valores del deporte (solidaridad, constancia, orgullo, espíritu de lucha...), con narraciones clásicas aptas para todas las edades, en las que la competición siempre formaba parte del clímax dramático. El héroe de Berlín, inspirada por la hazaña de las cuatro medallas de oro en los Juegos de Berlín de Jesse Owens, no está producida por Disney, pero es un fiel reflejo de la metodología de aquellas obras, con las que comparte la esencia y el tipo de crónica: trabajos como Invencible (fútbol americano), Juego de honor (golf), y las dos mejores del grupo, El milagro (hockey sobre hielo) y Camino a la gloria (baloncesto).

EL HERÓE DE BERLÍN

Dirección: Stephen Hopkins.

Intérpretes: Stephan James, Jason Sudeikis, Jeremy Irons, William Hurt, Carice Van Houten.

Género: drama. Estados Unidos, 2016.

Duración: 134 minutos.

Como en estas dos últimas, la política, el patriotismo y la reivindicación social de los grupos oprimidos está presente en El héroe de Berlín, biografía cinematográfica canónica, fundamentalmente verídica, pero en cierto modo infantilizada de su existencia. Porque, un par de escalones por debajo de aquellas dos meritorias propuestas de Disney, la película es correcta pero superficial en su fondo, y demasiado acartonada en su forma. Esquiva en las partes más contradictorias del personaje, sobre todo en su faceta adúltera, que soluciona de un plumazo con una de esas secuencias que ridiculizan a un personaje (la amante) solo porque viene bien al devenir del relato, El héroe de Berlín tiene al mando a Stephen Hopkins, uno de esos directores incapaces de otorgar vuelo con sus recursos a lo que en el papel tenía inmensas posibilidades.

Con la ambición temática por delante (Owens y la familia, el racismo en la universidad, los métodos de entrenamiento, el amor y la fidelidad, el compañerismo, Goebbels y su propaganda, el posible boicot a los juegos de EE UU, la corrupción de un miembro de su comité, Hitler de fondo, el trato a los judíos, la rebelión de un atleta alemán...), casi todos sus acercamientos, sin embargo, están articulados a través de la banalidad. Cuando Leni Riefenstahl pide a Owens que salte para ella, ya con el estadio vacío, para luego poder montarlo en Olympia como si fuera el salto de la gloria real, está experimentando la mentira del cine para llegar a la verdad de la emoción. Hopkins, sin embargo, es incapaz de engrandecer nada.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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