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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aquel humor de pibe de barrio

Le conocí cuando grabé con él en Buenos Aires Chapter One y Two. De Barbieri me llamó la atención el contraste entre su poderoso sonido y su fragilidad física. También estaban Ed Michel, del sello Impulse! y productor de Coltrane, y el cineasta Glauber Rocha por el estudio. Un ambientazo.

El Gato hablaba un rosarino salpicado de jerga romana, parisiense y neoyorquina, a veces difícil de entender, y con un sentido del humor 100% santafecino, que yo entendía perfectamente. A pesar de su fama mundial nunca quiso dejar de ser un pibe de barrio. Sus indicaciones musicales te dejaban un gran margen para desarrollar tu propia creatividad, como es común entre los buenos músicos de jazz: cuanto más grandes, más libres. Don Cherry, con su Simphony for Improvisers, o Charlie Haden, con la Liberation Orchestra, estaban muy presentes en los planteamientos musicales de Gato, y el éxito era total en los repletos teatros de las múltiples giras. El fenómeno desbordaba el ámbito jazzístico. Con muchos años de anticipación estaba anunciando lo que se llamó después worldmusic.

Recuerdo el festival de Montreux en 1973. Estaban por allí Bertolucci y todo el equipo de El último tango en París (menos Brando, que estaba rodando): yo era muy joven y tenía que pellizcarme para asegurarme de que no estaba soñando. También, la actuación de 1974 en Madrid, mi primer bolo en España. Siento hacia Gato una inmensa gratitud por haberme hecho tan fácil mi primer encuentro con artistas de ese calibre. Hoy se mezclan en mí la tristeza por su fallecimiento y la nostálgica alegría de unos años fundamentales de mi vida.

Horacio Fumero, contrabajista argentino, colaboró con Barbieri en los años setenta.

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