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El hombre que fue jueves
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La lista

Incluye a dramaturgos, poetas, pintores y diversas gentes de la cultura, que no tienen las manos manchadas de sangre

Marcos Ordóñez

Hará unos meses, la alcaldesa Manuela Carmena encargó una relación de nombres franquistas a eliminar del callejero madrileño. El informe, elaborado por la Cátedra de la Memoria Histórica de la Universidad Complutense, señala las “numerosas calles de Madrid que continúan conmemorando, a través de los más diversos personajes o hechos, la sublevación militar de la Guerra Civil y la represión de la dictadura”. Si lo entiendo bien, se trata de borrar todo lo que huela a franquista, del mismo modo que Franco y los suyos borraron todo lo que oliera a rojo. Repaso el extracto de la lista, publicada en EL PAÍS. En el hit-parade del pasmo figuran nombres como el de la avenida Cerro de los Ángeles, que conmemora el monumento de Getafe dedicado al Sagrado Corazón (“fusilado” y luego destruido por los milicianos), el de Manolete o el de Santiago Bernabeu. O el de Calvo Sotelo, asesinado, como se sabe, antes de la Guerra Civil. O el de Pedro Muñoz Seca, en parejas fechas, y cuyo único delito fue, imagino, ser un señor de derechas que se cachondeó de la ley republicana del divorcio (en Anacleto se divorcia) y de los sindicatos de izquierda (en La Oca).

Esta lista incluye a dramaturgos, poetas, pintores y diversas gentes de la cultura, que no tienen, a mi entender, las manos manchadas de sangre. Por lo visto, para los historiadores del Comité pesa mucho más que Jardiel fuera franquista que su fenomenal contribución al teatro español. Y que Mihura dirigiera durante la guerra el panfleto La ametralladora que todas sus maravillosas comedias, rebosantes de humor, poesía, imaginación y buen sentido. Poco vale la obra de Dalí, parece ser, ante las aberrantes insensateces que dijo desde Nueva York (y a su vuelta) a favor de Franco. O que Manuel Machado vuelva a ser “el malo” de los dos hermanos tras haber sido “el bueno” durante la dictadura. O que un escritor tan notable como Álvaro Cunqueiro se afiliase a Falange (como Torrente Ballester, pero parece que don Gonzalo no tiene calle). También hay que borrar a Josep Pla: su inmensa obra como prosista no vale un pimiento. Y a Gerardo Diego: su cuarentena de poemarios (y su apoyo a tantos poetas jóvenes desde su ateneo del Gijón) se va al garete ante sus loas al dictador y a la División Azul. ¡Suerte que el gran Edgar Neville no tiene calle en Madrid capital sino en Pozuelo de Alarcón! Leyendo el extracto del informe he pensado también en el torpe intento del PP en su anterior mandato de borrar el nombre del ácrata Fernán-Gómez del Centro Cultural de la Villa, y pienso ahora que este disparate aún no ha sido enviado al Ayuntamiento, “a la espera de las últimas comprobaciones”, de modo que la alcaldesa Carmena aún está a tiempo de obrar con sensatez y no volver a la triste época de las listas negras. O del ridículo puro y duro.

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