Fernando Iwasaki: “Después de los 50 no hay adónde volver”
El escritor e historiador peruano responde al carrusel de preguntas de este diario
Fernando Iwasaki (Lima, 1961), escritor de obras como La caja de pan duro, no es de un solo lugar. De hecho, considera la nacionalidad algo "intrascendente". Precisamente él, que nació en una familia con raíces japonesas y que reside en Sevilla desde 1989. Nada escapa a su sarcasmo e ironía, ni siquiera la actualidad más candente. Ha dado un tímido paso en la política española al ser suplente en la lista de UPyD al Senado para las elecciones del 20 de diciembre.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
El asesino hipocondríaco, de Juan Jacinto Muñoz Rengel.
¿Quién sería su lector perfecto?
Quizá Juan Jacinto Muñoz Rengel.
¿Qué libros están normalmente en su mesa de dormir?
Los que estén de guardia esa semana.
¿Un olor?
Pachuli nº 5.
¿Qué música le sirve para escribir?
Cualquier disco de los Beatles a partir de Rubber Soul.
¿Qué personaje literario se asemeja a usted?
No es literario, pero me veo como Woody Allen en Sueños de un seductor.
¿Qué libro le cambió la vida?
Los poemas homéricos, cuando tenía 12 años.
¿Quiénes son sus influencias literarias?
Borges, Cortázar, Ibargüengoitia, Cabrera Infante y Nabokov.
¿Con quién le gustaría sentarse en una fiesta?
Con la escultora María de los Ángeles Cordero [su esposa].
¿Qué libro regalaría a un niño para introducirlo en la literatura?
Los cuentos de Oscar Wilde si es menor de 12 y los cuentos de Lovecraft si es mayor de 12.
¿Qué cambiaría, si pudiera, de los últimos 30 años en América Latina?
Las desapariciones y las guerras sucias.
¿Cuál es su lugar favorito?
Mi casa.
¿Qué libro le hubiese gustado haber escrito? ¿Y hay alguno que haya escrito del que se arrepienta?
Si hubiera escrito alguno de mis libros favoritos no habría tenido el placer de leerlos. Y no me arrepiento de ninguno de mis libros, porque entonces no habría aprendido de mis errores.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Después de los 50 nos toca llorar por los amigos que empezamos a perder.
¿Qué lo deja sin dormir?
Las tribulaciones de mis hijos.
¿Un sueño recurrente?
Jamás recuerdo lo que sueño, aunque sospecho que sueño.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
La vida de mi padre fue mejor que cualquier consejo.
¿Cuándo fue más feliz?
Cada vez que me han perdonado.
¿Lo último que compró y le encantó?
Un antiguo sacapuntas de manivela.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Con el jefe de mantenimiento del edificio.
¿La última comida que realmente le sorprendió?
El queso payoyo de la sierra de Cádiz.
¿Qué lugar recomendaría para comer?
La Venta del Cruce, de mi pueblo sevillano.
La tortilla española ¿con cebolla o sin cebolla? ¿Hecha o poco hecha?
Poco hecha y con cebolla.
¿El mejor souvenir que ha llevado a casa?
La cabeza de un antropólogo reducida por los jíbaros.
¿Qué música escucha en el coche?
La que me graban mis hijos, porque todo se ha complicado mucho.
¿Adónde vuelve cuando sufre?
Después de los 50 no hay adónde volver.
¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser escritor?
Nunca me propuse ser escritor. Sólo soy un pluriempleado que escribe.
¿Primera borrachera?
Ron Cartavio añejo en chata, 1975.
¿Qué le reprochan sus amigos?
Que apenas salga de noche.
¿A qué le tiene miedo?
Precisamente a salir de noche.
Si pudiera tener un superpoder, sería…
Notario, sin duda.
En una fiesta de disfraces ¿de qué se disfrazaría?
De Groucho Marx.
¿Qué le diría a su presidente?
Aló…
¿Por qué UPyD?
Es que no me avergüenza, sino todo lo contrario.
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