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SUR

La escuela de los artistas totales

En el Círculo de Bellas Artes de Madrid un grupo de alumnos heterogéneo estudia todas las disciplinas artísticas gracias a un nuevo modelo educativo.

La otra tarde, el pintor Eduardo Arroyo entró al aula de SUR, la Escuela de Profesiones Artísticas ubicada en la quinta planta del Círculo de Bellas Artes de Madrid y, avalado por su experiencia y autoridad, les dijo de manera tajante a los alumnos:

—Yo nunca he puesto los pies en una Academia o Escuela de Artes.

Apenas escucharon esas palabras, los estudiantes abrieron más los ojos y esbozaron una sonrisa tímida. Desde el año pasado, ellos conforman la primera generación de una entidad educativa que nació en contra de la especialización y a favor de la práctica entrelazada de la expresión creativa. “Es una escuela diferente intencionadamente. Engloba a todas las artes: las plásticas, las escénicas, las textuales, las audiovisuales…, porque todas tienen una estructura común. Aquí, un profesor no explica sólo filosofía del arte o estética. A partir de núcleos conceptuales, explica las distintas artes con un análisis micrológico. Porque, por ejemplo, explicar la estructura de un puente permite explicar también la estructura de un libro o de una película”, dice Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes.

En nuestra escuela, las artes las enseñan los artistas y no profesores de arte.

Cuando Barja se propuso sintetizar su extensa trayectoria en la gestión cultural conversó con Alberto Fesser, vicepresidente de La Fábrica, una empresa especializada en echar a andar proyectos culturales. “Nos fijamos en varios modelos, pero no hemos copiado ninguno. En Londres, algunas universidades ofrecen un año de visión panorámica y el segundo año los alumnos ya deciden qué carrera quieren estudiar. Para algunos, SUR puede ser esto. Pero hay otros que lo toman como un posgrado que completa su preparación”, cuenta Fesser quien aclara, además, que la escuela se llama así “para reivindicar a los países del sur. Porque tradicionalmente dicen que nosotros no hacemos gran cosa, que somos irresponsables. Pero: ¿quién inventó la democracia?, ¿quién las matemáticas? También reivindicamos la pasión del sur, el calor de la tierra, con gente de mucho talento.”

Sin contribución del erario público y sin asociación con alguna universidad, SUR se financia con las matriculas que pagan los alumnos (13.000 euros por dos años académicos) y con los fondos aportados por Acciona, compañía de infraestructuras, cuya aportación permite otorgar algunas becas a los aspirantes y llevar a la escuela a artistas consagrados (como Luis Goytisolo, Quino, Joan Fontcuberta, Mario Vargas Llosa o el propio Eduardo Arroyo) para que impartan clases magistrales.

“Otro aspecto importante de nuestra escuela es que las artes las enseñan los artistas y no profesores de arte. Nuestros 33 alumnos, de distintas procedencias y de distintas edades, están en un horario intensivo por la mañana, desde las nueve hasta las dos y media, con clases teóricas y talleres. Así, por las tardes, pueden ir a museos, al cine, al teatro…”, dice Alberto Fesser. “Una escuela como esta es una guía para quien necesite ayuda en el camino de las artes. Tal vez a un alumno le generemos más dudas de las que tenía inicialmente, pero los dotamos de herramientas y de información para que entren en contacto con el mundo profesional.”

—¿Y qué les han dicho los artistas y los académicos “tradicionales” sobre este modelo de enseñanza?

—Al principio pensé que alguno podría decirnos: el que mucho abarca, poco aprieta. Pero sólo hemos tenido felicitaciones.

A Lucas Firol, un chico de 19 años (el alumno más joven), los meses que lleva en SUR lo han confundido más. “Antes de venir aquí hice un año sabático. Sé que quiero hacer Bellas Artes, pero no en qué rama especializarme. Esta escuela me interesó porque me da la oportunidad de aprender varios temas y de relacionarnos. El curso está bien, en general. Pero es muchísimo más teórico que práctico y todo es tan rápido, que sólo aprendes una pequeña base. Y si no has estudiado nada de arte antes, pues… te confunden más, que es lo que me ha pasado a mí.” Manuel Fernández, arquitecto y escenógrafo de 65 años (el alumno de mayor edad), se apuntó a SUR para “unir las experiencias vividas y proyectarlas y ver por cuál camino continuar. He estado descubriendo aspectos que no controlaba y espero que, al terminar el curso, me reinvente de alguna forma.”, dice.

Para reinventarse también ha llegado Emily Jeffers, una chica canadiense de 30 años que estudió Relaciones Internacionales en su país. “Pero quise cambiar y vine a Madrid. El arte siempre me ha interesado y vi en SUR la oportunidad de explorar varias disciplinas artísticas”, expresa al final de una clase de análisis musical. “Y en eso estoy: explorando, porque todavía no sé qué haré exactamente después de esto.” Aquella tarde en que Eduardo Arroyo les contó su experiencia artística a los alumnos de esta escuela, Emily alzó la mano y preguntó:

—¿Cuáles son las aptitudes de un buen artista?

“Esa es una pregunta típicamente canadiense”, respondió Arroyo. “Pues, mira: un buen artista debe tener ética y sentido del humor y de la justicia y de la locura. Pero eso yo no lo aprendí en una escuela”, subrayó.

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