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Eisenstein, México y un amor homosexual

Peter Greenaway retrata la relación del genio ruso y su guía mexicano en su nuevo filme

Luis Pablo Beauregard
Peter Greenaway, en la ciudad de Morelia, Michoacán.
Peter Greenaway, en la ciudad de Morelia, Michoacán.Saúl Ruiz

Peter Greenaway ha paseado la polémica por Morelia. Vestido con su traje oscuro de finas rayas, el realizador británico pregona la muerte del cine a cualquiera que lo quiera escuchar. “Estoy seguro de que mis nietos se preguntarán qué era eso”, comenta. El director no cree que el acceso a las tecnologías digitales haya elevado la calidad de la industria, sino que ha puesto en peligro al oficio porque “la imaginación está desapareciendo”. Quizá esta nostalgia por un arte que cree moribundo lo ha llevado a explorar la vida de los grandes visionarios de la técnica cinematográfica. Eisenstein en Guanajuato, estrenada la noche del sábado en el Festival Internacional de cine de Morelia, muestra el periodo formativo que el genio ruso vivió en México.

“Quise hacer un documental sobre su fracaso”, explica Greenaway en entrevista. La película, sin embargo, es una ficción sobre la visita que Eisenstein realiza a México en 1930 tras su paso por Estados Unidos. “Los americanos, siempre tan puritanos, estaban muy incómodos con su presencia”, dice. El creador del Acorazado Potemkin tampoco encajó en Hollywood a pesar de haberse rodeado de la élite de esa década, entre ellos Gertrude Stein, Walt Disney, John Dewey y Jean Cocteau. En Los Ángeles fue convencido por Robert Flaherty, director de Nanuk, el esquimal, y Charles Chaplin de cruzar la frontera para explorar el país del sur. Se embarcó en un proyecto para capturar la esencia de la Revolución Mexicana. El filme iba a ser financiado por Upton Sinclair, un exitoso escritor de tendencias socialistas y radicales.

Eisenstein, interpretado por el finlandés Elmer Bäck, rodó más de 50 kilómetros de cinta en los 14 meses que estuvo en México. “Hubo fuerzas en su contra, aunque yo lo considero un problema político: Stalin lo presionaba para que volviera a Rusia y en Estados Unidos eran muy antisocialistas. Su visa en México estaba por terminarse”, dice Greenaway. A esto se suma el que Sinclair cerró el grifo de los recursos del proyecto, que consideró un hoyo negro financiero, y se distanció con el realizador. “Por todas estas cosas nunca se le permitió editar la película que quería. Creo que es una tragedia”. El mundo tiene una noción de este trabajo en ¡Que viva México!, un montaje que hizo en 1979 Grigory Alexandrov, un asistente de dirección, basándose en los apuntes y notas de Eisenstein.

Pero Eisenstein en Guanajuato es, sobre todo, una historia de amor. Greenaway ha puesto especial atención en el romance que el director mantuvo por diez días con su guía, Palomino Cañedo (Luis Alberti). Esto incluye una larga escena donde el espectador atestigua el momento en el que el cineasta, acomplejado e inseguro, pierde su virginidad a los 33 años. “Los dos temas de la película son Eros y Tánatos”, dice. “Si pensáramos más sobre el significado de la muerte todos viviríamos mejores vidas”.

Este retrato de Eisenstein ha causado muchas críticas en Rusia, un país donde el propio presidente Vladimir Putin ha repudiado la homosexualidad. “Los rusos estaban muy enojados de que un extranjero hiciera una película sobre su más grande realizador, ¿pero por qué no la han hecho ellos?”, dice Greenaway.

El director tiene constancia de la molestia que ha causado el filme. A su bandeja de correo llegaron varios textos llenos de odio

El director tiene constancia de la molestia que ha causado el filme. A su bandeja de correo llegaron varios textos llenos de odio. Esto no ha impedido que lo inviten al Festival del cine de Moscú, una de las 35 muestras del mundo que exhibirá la película. “Aunque no estén de acuerdo creo que están bastante intrigados del hecho de que Eisenstein era gay. Tenemos evidencias en su correspondencia”, dice.

En la película se explora superficialmente la relación epistolar del creador de Octubre con Pera Attasheva, su secretaria y asistente en Moscú. Cuando el realizador volvió a Rusia ambos se casaron. Hacia 1936, el año de la boda, Stalin introdujo una ley que prohibió la sodomía. “Yo creo que fue un matrimonio para proteger a Eisenstein de esas nociones de homosexualidad”, afirma Greenaway, aunque subraya que es una suposición. Algunos biógrafos del director socialista, como Ronald Bergan, también se han aventurado en esa dirección. El británico prefiere dejar la duda en el aire. Antes de citar a los expertos vuelve a levantar la polémica. “No existe lo que llaman Historia. Todos los historiadores son mentirosos”.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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