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Un bar donde sirven leyendas

El festival de Venecia homenajea con un documental al Harry’s bar, local mítico de la ciudad, lugar de encuentro de divos y realezas

Tommaso Koch
Ernest Hemingway, Giuseppe Cipriani (centro) y un camarero, en el Harry’s Bar en 1949.
Ernest Hemingway, Giuseppe Cipriani (centro) y un camarero, en el Harry’s Bar en 1949. jfk library (EL PAÍS)

Cada pocos minutos se escucha: “Buonasera!”. Nadie pasa por la puerta sin llevarse una bienvenida entusiasta. Además, los camareros aprovechan cualquier pretexto para darles las gracias a los clientes. Tal vez la generosidad extrema esté incluida en el precio que se paga por un Bellini: 16,50 euros. Al fin y al cabo, el cóctel con prosecco y melocotón se inventó justo aquí. O quizás tanta atención sea uno de los muchos secretos que hacen del Harry’s bar un lugar especial. “Si no has estado allí, no puedes decir que hayas estado en Venecia”, suelta la mismísima Naomi Campbell en el documental Harry’s bar, proyectado en el Festival de Venecia como homenaje a un establecimiento que hasta fue declarado monumento nacional en 2001 por el Ministerio de Cultura italiano.

“Ha sido un testigo del siglo XX en Venecia”, argumentó el Gobierno en su decisión. Al fin y al cabo, el local fue particular desde su nacimiento. Era verano de 1928 y Giuseppe Cipriani trabajaba en la barra del hotel Europa. Un día, un joven cliente estadounidense aficionado a la bebida dejó de repente de consumir. No se le habían acabado las ganas, sino el dinero, así que Cipriani le prestó lo suficiente para satisfacer su sed. Más tarde el turista se marchó, y el barman no volvió a saber nada de él. Hasta que tres años después reapareció, le devolvió el dinero y añadió la cantidad necesaria para que abrieran un bar juntos. El hombre se llamaba Harry Pickering, y con su nombre fue bautizado, el 13 de mayo de 1931, el local. Justo un año más tarde, por cierto, nacería La Mostra de cine.

La atmósfera casera y “la sencillez compleja” son precisamente las claves del Harry’s Bar según Arrigo Cipriani, hijo de Giuseppe y actual propietario tras el fallecimiento de su padre: “No hay ninguna obligación, sino libertad”

Hasta entonces regresa el documental, que mezcla entrevistas, grabaciones actuales e imágenes de archivo para contar en 55 minutos la epopeya del establecimiento. Porque el Harry’s bar, colocado en la céntrica pero escondida calle Valleresso, fue avanzando imparable hasta el mito. Obligado primero a cambiar de nombre y luego a cerrar por el régimen fascista —su culpa consistía en seguir acogiendo a los judíos cuando todos los excluían—, el local se convirtió pronto en lugar de encuentro de cualquier divo que pisara Venecia. Según la década, era posible coincidir con Winston Churchill, Ernest Hemingway, Maria Callas, Orson Welles o Marcello Mastroianni, además de realezas varias. “Justo hace unas horas estuvo un príncipe”, asegura un trabajador del local, que rechaza ofrecer más detalles.

En realidad, a un primer vistazo, cuesta entender el éxito de este sitio. Apenas se trata de un cuarto, de 4,5 por nueve metros, con una docena de mesas bastante más bajas, eso sí, de lo habitual. Tal vez se debiera a la estatura no elevadísima de Cipriani, según sugiere el documental. Todo está hecho de madera y de las paredes cuelgan cuadros de la ciudad y otras pinturas más abstractas. Pero la atmósfera casera y “la sencillez compleja” son precisamente las claves del Harry’s Bar según Arrigo Cipriani, hijo de Giuseppe y actual propietario tras el fallecimiento de su padre: “No hay ninguna obligación, sino libertad”.

Arrigo es también, en sus propias palabras, “el primer hombre cuyo nombre procede de un bar”. Y el encargado de que todo siga exactamente como arrancó en los treinta. El espacio es idéntico e igual de pequeño. De hecho, le llaman la stanza (la habitación). Y ahí sigue, por ejemplo, una pequeña placa al lado de una de las mesas: “Reservada al Senado del Harry’s bar, de 11.00 a 12.45”. ¿Qué significa? “Los clientes más viejos, los que eran niños cuando abrimos, solían venir por la mañana a tomar el aperitivo y leer el periódico”, aclara el empleado.

De aquellos veteranos ya quedan pocos, pero la leyenda del Harry’s bar ha traspasado las generaciones. Hoy en día en su interior se escuchan idiomas de medio mundo, las élites siguen acudiendo —los precios lo demuestran— y sus trabajadores propagan su historia. “¿Sabía que el carpaccio también se inventó aquí?”, pregunta el trabajador. Exhausto ante una condesa de gustos más que exquisitos, Cipriani cogió un trozo de carne, lo cortó hasta allanarlo y le añadió mayonesa. Una receta infalible: la sencillez compleja.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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