El México digno de Lola Álvarez Bravo
Últimas dos semanas para ver la muestra de la fotógrafa que trazó una crónica de su país
Ahora que el festival PHotoEspaña encara su recta final, aún quedan días para ver algunas de las exposiciones más destacadas de esta edición —dedicada a Latinoamérica y con el lema Nos vemos acá—, como la de la mexicana Lola Álvarez Bravo (1903-1993) en el Círculo de Bellas Artes, con imágenes de los fondos de la Fundación Televisa. Álvarez Bravo se convirtió en una de las figuras de la cultura en su país tras la revolución junto a Frida Kahlo, Diego Rivera y su marido durante una década, Manuel Álvarez Bravo —del que tomó sus apellidos—. A todos ellos los retrató. Durante su casi medio siglo de trayectoria, influida por maestros como Cartier-Bresson, esta autora hizo fotografía comercial, retratos y documentó la reforma agraria mexicana, hasta componer una visión de su país de la primera mitad del siglo XX. "He intentado hacer una crónica de mi tiempo y de mi gente, con humor y a la vez con aspectos terribles como el dolor o la miseria", dijo de su obra.
Sin embargo, Lola Álvarez Bravo (Dolores Martínez era su nombre) —que tuvo su propio taller y su galería de arte— ha sido nombrada demasiadas veces por ser la esposa de Manuel Álvarez Bravo, del que mantuvo sus apellidos incluso después de su separación "porque ya era conocida así", explica el comisario de la exposición, James Oles. "Después, llegó a ser tan famosa como él". Hasta el 30 de agosto hay la oportunidad de comprobar que esta mujer merece un nombre por sí misma en la historia de la fotografía latinoamericana por sus retratos llenos de dignidad del pueblo llano, a los que sacaba con la cara en sombra o de espaldas "para tener una cierta distancia de ellos, quería ser discreta y simpatizar con sus retratados", explica Oles. Un buen ejemplo es Los gorrones (1955), imagen en la que se ve a unos chavales que intentan ver un partido de béisbol, entre los maderos del estadio.
Nacida en el Estado de Jalisco, se casa en 1925 con Manuel Álvarez Bravo, quien se convierte en su maestro fotógrafo, pero también su eclipse y del que se separa en 1934. En sus primeros trabajos, Lola Álvarez Bravo experimenta en la composición y realiza fotomontajes. En la muestra puede verse una de sus obras más conocidas, el fotolibro Acapulco en el sueño (1951), con imágenes de paisajes, la vegetación, sus habitantes y las excentricidades de los ricos que visitaban el lugar. El libro estaba condimentado con textos del poeta Francisco Tario.
En el recorrido de la exposición Lola Álvarez Bravo destacan varios desnudos y los tres famosos retratos de su gran amiga Frida Kahlo, a la que organizó su única retrospectiva en 1953 en su propia galería, o el de Octavio Paz de 1982. Una característica común a sus retratados es que casi siempre los fotografió sentados. La muestra del Círculo de Bellas Artes, con 75 fotos y 3 duplicados se cierra con una serie sobre ciegos para una escuela de invidentes. Sin embargo, a pesar de que ya era una autora reconocida, su primera retrospectiva no se montó hasta unos meses antes de su muerte en 1993.
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